En una larga entrevista en Otra Vuelta de Tuerka, Pablo Iglesias le preguntaba al candidato de Madrid en Pie (Izquierda Unida, Anticapitalistas, La Bancada) Carlos Sánchez Mato, cómo le ha servido su experiencia en la empresa privada para encarar sus tareas como cargo público, encargado de manejar un presupuesto muy grande. “Una experiencia que no es habitual en buena parte de la clase política que hemos conocido en nuestro país…”, decía elogiosamente Pablo Iglesias.
La respuesta de Sánchez Mato, comentando su experiencia como directivo de una empresa, sintetizaba la concepción del dirigente de Izquierda Unida en Madrid sobre cómo se puede gestionar bien el capitalismo.
“Pues sí, sobre todo porque hay mucha gente que presume o defiende ese paso puntual por la política, sobre todo en la derecha, y luego no han visto una empresa en su vida, ¿no? O tachan a los que tenemos la posición política que tenemos y que aspiramos al socialismo como enemigos de las empresas o algo así… Pues no es mi caso, no es mi caso. Evidentemente yo aspiro a superar el capitalismo, y eso no tiene que ver nada con la capacidad de gestionar el capitalismo de otra manera”, explicaba el candidato de la coalición formada por su formación, Izquierda Unida, junto a Anticapitalistas y La Bancada para competir en las elecciones municipales.
Sánchez Mato asegura también tener “la enorme ventaja” de haber trabajado en la empresa privada y de “no haber caído en determinados vicios” que según él existe en la empresa privada. En sus palabras: “Al final las empresas, como las administraciones públicas, como la política, están llenas de seres humanos y las mismas envidias, los mismos prejuicios, y las cosas bonitas te las encuentras en todos los sitios. Yo he tenido la posibilidad de ser directivo y de no tener enfrentamientos jamás con los trabajadores y las trabajadoras, en ocasiones diferencias, por supuesto, pero yo mi conciencia de clase no la he perdido por el hecho de ser, en momentos determinados, directivo de una mediana-gran empresa. Y creo que eso es una cierta vacuna a la hora de abordar tu vida y también la política”.
Para el candidato “no es comparable” el grupo empresarial en el que más tiempo ha estado trabajando -el grupo Herlobe, dedicado al sector del mueble con sede en Castilla-La Mancha- “que no superaba los 100 millones de euros de facturación”, con “presupuestos de 5.000 millones de euros” como el del Ayuntamiento de Madrid. Pero en su opinión “forma parte del aprendizaje imprescindible para cualquiera” y “muy positivo a la hora de conocer esa realidad”.
La conclusión, no ver a los empresarios “simplemente como enemigo”. Para Sánchez Mato, “un empresario está realizando una determinada función en nuestro sistema, y esa función, a mi me gustaría, entre otras cosas, que fuera diferente, pero, siendo la que es, se puede gestionar de una manera o de otra.”
La relación de Sánchez Mato con las empresas parece casi una obsesión. En otra entrevista, esta vez a cargo de Juan Carlos Monedero, el candidato volvía sobre esta cuestión y su buena valoración sobre el papel de las pequeñas y medianas empresas. Cuestionaba la propuesta de Carmena de crear una “concejalía de empresas”, porque beneficiaría a las grandes corporaciones. Sin embargo, cuando Monedero le planteaba que una “concejalía de pequeñas y medianas empresas no estaría mal en Madrid”, Sánchez Mato aclaraba que no tiene nada contra las empresas que “que actúan de manera normal”. “No es necesaria, yo desde el gobierno conozco que las empresas, las que actúan de manera normal, las que hacen actos y no quieren que se les regale nada… esas empresas están bien tratadas y lógicamente tratadas…”.
Explicitando su apoyo al candidato de Madrid En Pie, Monedero terminaba su entrevista con un elocuente saludo: “Carlos Sánchez Mato, responsable de lo mejor de estos cuatro años de la alcaldía de Madrid”.
La “normalidad” de los capitalistas que gusta a Sánchez Mato
Sánchez Mato se declara marxista y socialista. Pero, o bien no hizo siquiera un curso básico del Manifiesto Comunista, o, sí lo hizo, pero Marx y Engels no lograron convencerle de que la historia de la humanidad es (y sigue siendo) la historia de la lucha de clases.
El candidato de Madrid en pie hace una defensa de las pequeñas y medianas empresas “que actúan de manera normal”, en oposición a los grandes grupos económicos concentrados. Pero, ¿cuál es la “normalidad” de las empresas a las que promete un “buen trato” si llega a la alcaldía de Madrid?
Antes que nada, es justo diferenciar a las pequeñas empresas comerciales, agrarias, artesanales, de los grandes monopolios empresariales y financieros. Álvarez, Ortega, Botín, los representantes de la “marca España”, son evidentemente grandes monopolios que explotan a millones de trabajadores, capitanes de imperialismo español para saquear la savia vital de pueblos en todo el mundo, mientras estrangulan y liquidan permanentemente a los pequeños propietarios. Sin embargo, ¿de qué hablamos cuando hablamos de las pequeñas y medianas empresas?
Las pequeñas y medianas empresas no son un segmento homogéneo. Por ello el término “Pyme” es problemático. El criterio que se ha impuesto es el del tamaño de la empresa según el número de trabajadores empleados, que va de 0 a 249 asalariados.
Este criterio deja de lado muchas cosas (la organización del trabajo, la productividad, la composición orgánica del capital, etc.), pero lo central es que el término Pyme suprime la diferencia específica entre la “pequeña-burguesía” y la “clase capitalista”. Porque, al fin y al cabo, no es lo mismo un pequeñoburgués (en un sentido amplio, las “clases medias”), que un burgués pequeño… ¡y mucho menos mediano! Por poner un ejemplo, no es lo mismo un autónomo sin empleados, o incluso el comercio de una familia en la que trabajan entre todos para sostenerlo, o una cooperativa de trabajadores, que una “Pyme” con 250 empleados que factura millones de euros por mes… o “menos de 100 millones al año”, como asegura Sánchez Mato que facturaba el grupo del que fue directivo más de 15 años. El cual, dicho sea de paso, según algunos criterios ni siquiera entraría en la definición de mediana empresa, uno de cuyos requisitos sería tener ventas anuales inferiores a 40 millones de euros.
Las Pymes (con o sin trabajadores a cargo) suman, según datos del Gobierno de mayo de 2018, un total de 2.876.302 empresas (el 99,8% del total de empresas que hay en el Estado español). Las que tienen entre 1 y 249 empleados, explotan nada menos que a 8,5 millones de trabajadores y trabajadoras. ¡Y cómo!
Si hay una característica fundamental de las Pymes es, por la propia lógica de la competencia capitalista, la sobreexplotación (y la precarización) del trabajo. Ante la presión del gran capital, por su propia naturaleza el pequeño capital la descarga sobre sus trabajadores. ¿Cómo? Reduciendo personal, flexibilizando las tareas, aumentando los ritmos de trabajo, extendiendo la jornada laboral y, sobre todo, pagando los peores salarios, cuando los trabajadores no están directamente “en negro” o currando gratis mediante el lucrativo negocio de las prácticas. Todo lo que sea necesario para asegurar “niveles aceptables de productividad” para sobrevivir en el mercado.
Esto explica por qué los representantes de las Pyme no se opusieron a la Reforma laboral del PP, el peor ataque a los derechos de los trabajadores en las últimas décadas. Al contrario, abrazaron con gusto sus detalles más obscenos, como la vía libre para hacer despidos colectivos (EREs), o poder despedir por faltas de asistencia al trabajo con sólo 20 días por año, o la reducción de la cuantía en los despidos improcedentes. La lista sigue, pero de conjunto fue un chollo, como se dice.
En sólo un aspecto las Pyme se opusieron a la Reforma laboral: la eliminación del Fondo de Garantía Salarial, por el cual cuando una empresa con menos de 25 trabajadores despedía a un empleado, el Estado se hacía cargo del 40% de la indemnización. El mecanismo se terminó el 1 de enero de 2014. ¿Qué hicieron muchos de los patrones “pequeños y medianos” al enterarse de la inminente reforma? Echar gente a la calle antes del 31 de diciembre.
Lo más probable es que si uno le preguntase a cualquier “pequeño o mediano empresario” cómo deberían regularse los despidos, este respondería: despido libre. Despedir y contratar trabajadores como le venga en gana, sin pagar indemnizaciones. Uno de los sueños de todo capitalista.
A su vez, la organización sindical en las pequeñas empresas es una realidad marginal, que sólo varía un poco en las medianas. A esto no sólo colabora la natural propensión antisindical de los empresarios, sino también que en empresas de menos de 50 trabajadores no es obligatorio legalmente que haya Comités de empresa.
En una entrevista publicada en El Economista en mayo de 2011 a Francesc de Paula Pons, secretario general de la patronal española de la madera -una patronal formada esencialmente por Pymes, entre ellas la empresa de la que fue directivo Sánchez Mato-, en el que decía “Yo no soy partidario de la sindicalización de las pymes”. Y esta no es la excepción, es la norma.
Hay que decir que CCOO y UGT, con cuyos secretarios generales Sánchez Mato se sacó una vistosa foto el pasado 1º de Mayo, no han luchado ni poco ni mucho por sindicalizar a las Pyme, un inmenso territorio en el cual la gran mayoría de los trabajadores sobreviven a merced de la prepotencia patronal. Pero lo que es seguro es que el otro gran sueño del empresario, quizá el mayor, es poder explotar a sus trabajadores sin ningún sindicato de por medio.
Esta es la verdadera cara del empresario “normal” que reivindica Sánchez Mato. Eso sí, con “conciencia de clase”.
Madrid en Pie o los límites del municipalismo
La reivindicación de un empresariado “normal”, así como el discurso a favor de “gestionar el capitalismo de otra manera”, que Sánchez Mato se ha dedicado a enfatizar en la última semana de campaña, no es fortuita. Ciertamente tiene algo de operación política para ampliar su base electoral hacia la derecha, mostrándose como una candidatura moderada, poniendo en el centro la “gestión”, en el marco del apoyo explícito que le brindó Podemos en los últimos días. Pero lo fundamental no es táctico, es parte de una estrategia política: la colaboración de clases.
El proyecto político que representa Sánchez Mato considera que los capitalistas, o al menos una buena parte de ellos, pueden ser aliados del resto de los “ciudadanos” para construir un proyecto de municipalista al servicio de “la gente”. Una estrategia en la que la política se encuentra completamente autonomizada de toda base social y, especialmente, de todo anclaje de clase. Por ello Sánchez Mato no se sonroja cuando sostiene que él es socialista, pero al mismo tiempo considera posible, e incluso deseable, poder gestionar el capitalismo de otra manera. O, dicho de otro modo, humanizarlo. La contracara de esta estrategia es el escepticismo en la potencialidad trasformadora de la clase trabajadora y de la lucha de clases para enfrentar a los capitalistas.
La candidatura de Madrid En Pie ha recibido el apoyo de numerosos activistas de Madrid que buscan una alternativa electoral frente a la debacle de Manuela Carmena, que con su “concejalía para las empresas”, su operación Chamartín y sus magdalenas, ha demostrado ser una candidatura social-liberal a tono con sus aliados del PSOE.
Carmena y Errejón llaman a “parar a la derecha” haciendo políticas de derecha, que benefician a los grandes especuladores inmobiliarios de la ciudad, a la banca que acumula pisos vacíos y a las corporaciones. Por ello, la candidatura de Madrid en Pie concita la atención de muchos sectores de izquierda, desilusionados con el balance de estos cuatro años de “ayuntamiento del cambio” que no cambió nada.
Sin embargo, Madrid en Pie no ha hecho público un balance autocrítico de estos cuatro años en el gobierno del Ayuntamiento, de que muchos de sus miembros fueron parte. Entre los cuestionamientos aparece como cuestión casi exclusiva que Manuela Carmena ha abandonado el “proyecto original”, como si se tratara de una cuestión de personalismos y decisiones individuales.
El fracaso de Ahora Madrid no reside en el conservadurismo de la alcaldesa, que lo hay, sino fundamentalmente en la idea de que es posible gobernar grandes ciudades como Madrid con una estrategia municipalista. Como si el estado capitalista (en este caso a escala municipal) careciera de contenido y fuera posible “democratizarlo” pacíficamente en favor de las mayorías sin enfrentar el poder de los capitalistas.
Como escribió Marx, el pensamiento liberal de izquierda “en vez de tomar a la sociedad existente (y lo mismo podemos decir de cualquier sociedad en el futuro) como base del Estado existente (o del futuro, para una sociedad futura), considera más bien al Estado como un ser independiente, con sus propios ‘fundamentos espirituales, morales y liberales’” [1]. Si un Estado “decente” (o Ayuntamiento, lo mismo da para el caso), era una utopía irrealizable en la época de Marx sobre la base de una sociedad de explotación capitalista, tanto más lo es en la época del capitalismo imperialista. Más aún en ciudades metrópolis como Madrid, con varios millones de habitantes y dirigidas de principio a fin las empresas capitalistas.
Transformar el Estado y el poder implica transformar las relaciones sociales sobre las cuales se sustenta ese mismo Estado. Ya sea a nivel estatal como municipal, el único modo de lograr una “democracia sustantiva” que permita resolver integra y efectivamente las demandas de la clase trabajadora y los sectores populares es poniendo en movimiento poderosas fuerzas sociales que se opongan al poder y la propiedad de los capitalistas. Al carecer de esta perspectiva, las experiencias de los llamados “ayuntamientos del cambio” han demostrado en los últimos cuatro años que la “lógica de la gestión” y la conciliación con los poderes reales se impone irremediablemente.
¿Acaso no es por esta lógica que la medida más reivindicada por Sánchez Mato en su paso por Ayuntamiento sea haber pagado -y por adelantado- gran parte de la deuda del Ayuntamiento contraída por los gobiernos del PP? ¿Y no explica esto también que Madrid en Pie sostenga que, “para frenar a la derecha”, van a apoyar un gobierno “progresista” de Carmena, del mismo modo que Unidas Podemos quiere formar un gobierno con el PSOE a nivel estatal?
Si no se deja de pagar la deuda, si no se desarrolla la lucha de clases frente a la sed de ganancias del capital, si ante las restricciones legales o del Estado central no se dice es preferible “quebrar la ley que quebrar al pueblo”, no es posible hacer política a favor de las mayorías sociales. Y para impulsar una política así hace falta una izquierda que confíe en la clase trabajadora y la lucha de clases, no en las bondades de los empresarios y la buena gestión de sus negocios. |