Cada vez se escucha menos el planteo de que el ajuste se acaba el 10 de diciembre si pierde Cambiemos en octubre. Eso mismo es lo que sectores del kirchnerismo no paraban de afirmar, apelando a los más implausibles antecedentes de negociaciones con el FMI en las que este habría sido concesivo. Ahora, de a poco, van dando lugar a un discurso sobre la "pesada herencia".
En el video donde anunció su candidatura a vicepresidenta, Cristina Fernández afirmó que estamos peor que en 2001, y que el pueblo no puede permitirse "nuevas frustraciones". Con esta retórica prepara el terreno para invitar a cualquiera que abrigara expectativas en que su Gobierno pudiera marcar el final del ajuste, a hacerse a la idea de que deberá esperar, sencillamente, "menos" que antes. Y eso que ya en los últimos tiempos de su Gobierno había estado bastante raleado por los inicios del ajuste (sobre todo en 2014 con la importante devaluación, los techos salariales y recesión).
Los economistas más cercanos de su candidato a presidente, Alberto Fernández, salieron esta semana a reforzar esa perspectiva. Guillermo Nielsen nos anticipó nada menos que ocho años de esclavitud. Ese sería el plazo por el que, el staff del organismo presidido por Christine Lagarde, vendría a quedarse controlando la economía argentina. Es decir, mucho más que lo previsto por el Acuerdo Stand-by firmado por el gobierno actual.
Continuando con el discurso de honrar las deudas, que ya desde hace varios meses vienen realizando referentes kirchneristas, Nielsen dejó en claro que "Argentina no puede defaultear porque tiene una historia muy siniestra. Me refiero a los fondos buitre. Además defaulteó no hace mucho tiempo atrás". Si "heterodoxos" como Kicillof y Álvarez Agis advirtieron sobre las siete plagas que se nos vendrían encima en un escenario semejante, este experto de las Finanzas, negociador de la deuda en 2005, las descarta de forma aún más tajante.
Nielsen, también contra el "gradualismo"
Cual si fuera Javier Milei o José Luis Espert, Nielsen repite el relato de que el "error" de Macri fue "no bajar el gasto público y aumentarlo". Esto explicaría el déficit fiscal, el endeudamiento y la crisis. Lo mismo que dicen los Milei, Espert, Broda, Melconian.
¿Y los regalos impositivos al agro por las retenciones, para las empresas (por reducción de la alícuota de Ganancias para las que no distribuyen utilidades y de Contribuciones Patronales) y para los ricos (por la reducción de Bienes Personales)? Se ve que le parecen bien porque ni las menciona, a pesar de que contribuyeron de forma notable al aumento del déficit, junto con el peso de los intereses de la deuda que sí critica.
Nielsen solo deja ver una veta "gradualista" al hablar de las tarifas. ¿Rechaza los aumentos que golpearon el bolsillo del pueblo trabajador? Para nada. Al igual que Cambiemos habla de "un retraso tarifario" y reconoce la necesidad del ajuste. Solo cuestiona que "lo quisieron liquidar en tres años". En esta cuestión de ritmos, que no cuestiona el "derecho" de las empresas a lucrar descaradamente con la prestación de servicios públicos esenciales, perdemos igual los trabajadores.
Las explicaciones ortodoxas de la crisis preparan el terreno para continuar, con nuevo ropaje, el Gobierno del FMI y su ajuste. Todo lo contrario de poner en cuestión la deuda impagable, para cuyo pago Lagarde y su staff imponen ajustes que están hundiendo la economía y destruyen el empleo.
Sin "grieta"... para atacar el salario
Como destaca la investigadora Noemí Brenta en Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI, bajar el salario en dólares (y el poder de compra del salario), es una pieza estándar en los programas de estabilización del FMI. Esto es clave para bajar la demanda de dólares de la economía (menos poder adquisitivo se traduce en menos consumo, y eso contribuye a disminuir las importaciones). En esto, no hay grieta. Bajo las banderas de la "competitividad" y la "producción nacional", algunos integrantes del "albertismo" han expuesto abiertamente su inclinación por un tipo de cambio alto (peso devaluado).
En su libro Los tres kirchnerismos, Matías Kulfas, otro economista del entorno de Alberto Fernández, señala los efectos "virtuosos" que tuvo el abandono de la convertibilidad en 2002: "La fuerte devaluación en un contexto recesivo y de alto desempleo había generado una nueva paridad cambiaria real muy elevada. El resultado inicial fue un verdadero shock positivo en la actividad productiva: los márgenes de ganancia crecieron muchísimo debido a los salarios bajos…". Esto permitió, cosa que Kulfas admite un poco al pasar, una formidable transferencia de ingresos, golpeando sobre los ingresos de la clase trabajadora para mejorar los márgenes del empresariado. El salario perdió un 30 % de poder de compra. El que compraba un kilo de pan en 2001 pasó a comprar 700 gramos en 2002. Para los patrones, el salario como "costo" cayó mucho más, medido en dólares (55 %).
El "albertismo" habla hoy también de una moneda devaluada. "Recuperar el crecimiento" tiene como precondición ajustar todavía más sobre nuestro poder adquisitivo.
¿"Renegociar" el ajuste con el FMI o rechazar su chantaje?
La argentina afrontará en los próximos 4 años vencimientos por al menos USD 160.000 millones en capital e intereses de la deuda. Es decir, que cada año tendría que pagar USD 40.000 millones, lo que equivale al 10 % del tamaño de la economía (PBI). La mayor parte de estos vencimientos son en dólares, que el país no genera sino que pierde crónicamente gracias a la sangría de los pagos de deuda, fuga de capitales y giros de las firmas imperialistas al exterior, a lo que se suman las importaciones. Y el gobierno de Macri, con aval del FMI, empezó a gastarse todos los dólares que tiene (del BCRA pero también del Tesoro) para generar una sensación de que lo tiene relativamente controlado de acá a las elecciones.
El ajuste para llegar al déficit cero (y superávit en los años próximos), conseguido al precio de recortes en salud, educación, jubilaciones, AUH, y todo lo que no sea pago de deuda y subsidios a las grandes empresas, no asegura evitar el default. Aun si se consigue el equilibrio fiscal, lo que está cada vez más en duda porque con el hundimiento de la economía cae la recaudación, no permitirá que la economía tenga dólares suficientes, que es lo que necesita para cumplir los vencimientos en esa moneda.
Como ni las exportaciones ni la plata que va a aportar el FMI son suficientes para levantar la hipoteca, los “mercados” (es decir los bancos y fondos de inversión internacionales que le prestaron con furor a Macri hasta abril del año pasado ganando mucha plata) hacen cuentas y comprueban lo evidente: la bancarrota de la economía argentina. La deuda, además de ser una expoliación que se lleva a las plazas financieras imperialistas una gran tajada de la riqueza, es virtualmente impagable.
La receta del FMI para cumplir con los acreedores es que se recorten los salarios públicos -que es lo que significa el vergonzoso acuerdo firmado por UPCN esta semana-, bajar las jubilaciones cuando hoy nuestros abuelos no llegan ni a poder pagar los remedios y la comida!, de recortar la educación, la salud, el transporte, etc. Todo para pagar un crédito del que no vimos ni un peso. Quiere decir que si hoy la mitad de los pibes viven en la pobreza con la profundización del ajuste esto va a empeorar, que si los jubilados se tiran a las vías porque no pueden sobrevivir, más todavía van a hacerlo en los meses y años venideros si no ponemos fin a este plan; que si a las familias le están cortando la luz y el gas por impago, más lo van a sufrir todavía en el futuro. Este es el infierno del FMI. Así y todo, numerosos analistas coinciden es que igual vamos a un default. El camino de la "renegociación" de la deuda privada y de los términos del programa del Fondo como alternativa, es un espejismo que es esfumará el 10 de diciembre en caso de que ganara la fórmula Fernández-Fernández propuesta el sábado.
Por eso nosotros decimos: se impone de manera urgente invertir las prioridades: primero el pueblo trabajador, que la crisis la paguen los especuladores y los grandes empresarios. |