Hoy esperando un llamado en línea veía a lo largo del pasillo las mochilas que colgaban de las sillas a medio caer, en todas ellas un pañuelo verde anudado. Sonrío. Y luego me distrae un malestar terrible. Me duele la garganta. Me estallan los ganglios y entonces me tomo un té, de los que tienen todo para combatir tanta inflamación. Y de dolerme la garganta pasa a dolerme la injusticia de saber que no podré irme ni faltar en lo que resta de la semana al trabajo.
Ni siquiera teniendo en cuenta que mi voz es mi instrumento de trabajo. “Es como si te obligaran a martillar con una mano esguinzada”, me decía una compañera. Y es así.
También cuántos pibes y pibas hay rotos y rotas en las fábricas, en los locales de ropa y comida o bares... somos miles, que para no perder el presentismo, comisiones y demás inventos de las empresas dejamos día a día nuestra salud.
Pero también quieren que dejemos de ejercer nuestros derechos, no sólo a faltar los días de enfermedad y estudio sin tener que devolverle a la empresa luego esas horas justificadas, sino que también quieren ir por nuestro derecho a reclamar porque pasado mañana, el 29 de mayo, el paro nacional parece “habérsele pasado” a los sindicatos como el de comercio. Un sindicato donde hay miles de mujeres jóvenes y ningún derecho para nadie, menos para nosotras.
Y entonces vuelvo a los pañuelos verdes y pienso que con las pibas ya tenemos dos cosas en común y que son peligrosas para cualquier empresa, sindicato y Gobierno. Como demostró la marea verde, somos mujeres que con las disidencias y compañeros varones, que se organizaron por el derecho al aborto, legal, seguro y gratuito pero también somos laburantes. Somos quienes padecemos la miseria de este ajuste brutal del gobierno, los gobernadores peronistas, los sindicalistas traidores y sobre todo del FMI que llegó para robarle el futuro a la juventud. Somos el pañuelo verde y la vincha. Combinación explosiva si está organizada.
“El derecho al aborto puede esperar”, rezaba Alberto Fernández. No. Ya se parece a la empresa, que no quiere que reclamemos, ni luchemos. No puede esperar, porque nuestras compañeras de laburo, amigas, pibas del barrio, y familiares abortan. No puede esperar porque además de poner en riesgo sus vidas en procedimientos clandestinos, después dejan sus piernas, gargantas, y espaldas recuperando horas de trabajo. No puede esperar porque les pibes queremos todo. Queremos aborto legal, seguro y gratuito. Queremos separación de la Iglesia del Estado - pañuelos naranjas también abundan- y la implementación de la ESI.
Queremos condiciones de trabajo dignas. Pero sobre todo queremos un futuro libre de empresarios y organismos multinacionales que parasitan naciones dejándolas en quiebra. Queremos que la plata vaya para nosotres y lo que necesitamos. Ahora. Y por eso nos organizamos. Y por eso, el té es para mejorar y volver mañana temprano al call, pero sabiendo que en realidad preparo mi voz para gritar bien fuerte en las calles. |