Todos han reconocido y ratificado los encuentros en Noruega. Con conversaciones secretas, y más allá de los distintos discursos en que cada sector lo quiere presentar, lo cierto es que en Oslo el gobierno de Maduro y la oposición derechista encabezada por Guaidó iniciaron los encuentros bajo la mediación del país nórdico pero que cuenta con la venia de Estados Unidos y la bendición del Vaticano.
Es de constatar que Trump puede vetar cualquier negociación, de allí que el camino de Oslo contaría con su beneplácito, y de acuerdo a importantes medios, el representante especial del presidente estadounidense para Venezuela, Elliot Abrams, ha estado en contacto frecuente con Dag Nylander, el diplomático nórdico que lidera las conversaciones, además del Vaticano.
Mientras tanto en el país los tensos escenarios marcados por la oposición de derecha de la mano del imperialismo yanqui en los últimos meses, cuyos puntos álgidos han sido los días 23E, 23F y el 30A, al menos por el momento, parecen haberse apagado, con pequeños actos y declaraciones de Guaidó, tal como aconteciera este viernes en la ciudad de Sabaneta, estado Barinas.
Como hemos explicado desde La Izquierda Diario, los contactos se habrían iniciado en Cuba y se han mantenido varias reuniones en un lugar secreto en Oslo, con la mediación del Ministerio de Asuntos Exteriores noruego. A diferencia de otros países europeos, Noruega -que no forma parte de la Unión Europea- no reconoció a Juan Guaidó como presidente interino, aunque sí “ha mostrado su apoyo y ha pedido diálogo y nuevas elecciones”. A mediados de mes, representantes de ambas partes participaron en un primer encuentro “exploratorio” en el país escandinavo.
Para Maduro, el proceso de “exploración” que mantiene una delegación de su Gobierno y de la oposición “para sentar las bases de una mesa de diálogo” ha sido "constructivo": “Estoy orgulloso de que estemos en fase de dialogo constructivo con la oposición venezolana, creo que el camino es la paz", dijo en un acto transmitido en cadena de radio y televisión el pasado miércoles.
Mientras tanto, quien ha planteado más de una vez no descartar la solicitud de una intervención militar extranjera y lideró la tentativa de golpe del 30A, y sigue libre recorriendo el país, afirmó que defiende opciones de Noruega, UE y Grupo de Lima. “No estamos enamorados de ningún mecanismo” declaró Guaidó desde la sede de la Asamblea Nacional. Preguntado la semana pasada por cómo será la metodología de los encuentros en Oslo, indicó que la misma será definida por la mediación de Noruega y remarcó que la tarea de sus enviados es "clara": “comprobar la disposición de los representantes del Gobierno”.
Como vemos, todos han allanado el camino a Noruega, desde Maduro a Guaidó, desde Estados Unidos al Vaticano, pasando por el Grupo de Contacto europeo y el Grupo de Lima, y visto con simpatía por Rusia y China. Aunque aún es incierto lo que saldrá de allí.
Desde el comienzo Maduro quiso hacer ver que está negociando con los llamados sectores “democráticos” de la oposición, con el objetivo de barnizar quiénes son sus verdaderos interlocutores: los que quisieron voltearlo con una tentativa de golpe no hace más de 30 días.
Mientras Maduro afirmaba que se avanzaba, la oposición emitía un comunicado en el que señalaba que "Este encuentro finalizó sin acuerdo. Hemos insistido que la mediación será útil para Venezuela siempre que existan elementos que permitan avanzar en pro de una verdadera solución. Por lo tanto, nos mantenemos en la lucha hasta resolver la crisis".
Pero el Ministerio de Exteriores noruego afirmó en un comunicado que las partes mostraron "disposición de avanzar en la búsqueda de una solución acordada y constitucional", que incluye temas políticos, económicos y electorales. Por lo que pareciera que la expresión “sin acuerdo” no sería más que una frase elegante dirigida más bien a los otros sectores de la oposición, como Primero Justicia, que había manifestado que del primer encuentro de Oslo se había enterado por los medios. Una expresión para no dejar de mostrar “firmeza” de cara a una base social opositora a la que sus dirigentes le ofrecieron, una vez más y sin que se concrete, la pronta salida del gobierno.
La principal discusión en el seno opositor –que parece nuevamente mostrar menos unidad que el chavismo gobernante-, es sobre si tales negociaciones no implican un abandono del “mantra”: “cese la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. Guaidó dice que eso se mantiene “invariable”, mientras afloran críticas de sectores –aunque minoritarios, pero con peso mediático, como María Corina Machado y otras figuras- de extrema derecha que piden la intervención militar extranjera, o de las bases más radicalizadas que consideran que es un error negociar.
Así, de acuerdo a un comunicado oficial publicado por el Centro Nacional de Comunicación de Juan Guaidó aclara que: “Estamos dispuestos a continuar junto a ellos [Noruega], tal y como lo venimos haciendo con el Grupo de Lima y el Grupo de Contacto en la búsqueda de la solución tantas veces expuesta”. Al tiempo que insiste en que “el orden (cese la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres) del camino trazado sigue igual”, cuando queda claro que una de las posibles salidas negociadas es la de un adelantamiento de elecciones, es decir, cambiaría totalmente el orden de las consignas.
En el itinerario de regreso de Oslo, los representantes de la oposición de derecha que participaron en el encuentro se reunieron con el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin. El encuentro se produce días después de que en la misma Santa Sede se reuniera Elliot Abrams, enviado especial para Venezuela del Gobierno de Donald Trump, con los representantes de El Vaticano para “tratar” también el tema Venezuela.
Aunque los primeros encuentros fueron por separado, las mediaciones dieron como resultado, según trascendió, una reunión “cara a cara” el 29 de mayo, entre voceros de ambos sectores políticos como Stalin González, Vicente Díaz, Fernando Martínez Mottola y Gerardo Blyde como enviados de Guaidó, y Jorge Rodríguez, Jorge Arreaza y Héctor Rodríguez por el gobierno.
Si bien “no habría fecha” para las próximas conversaciones y se sabe poco de lo que se discutió a puerta cerrada, incluso el lugar de la reunión fuera de Oslo es un secreto bien guardado, el hecho es que las dos partes continuarán reuniéndose.
A Guaidó le han fracasado las seguidillas de tentativas golpistas de la mano del imperialismo estadounidense, siendo que no consiguió quebrar a las Fuerzas Armadas –una institución que se ha erigido cada vez más con un papel preponderante-, por lo que busca otros caminos políticos, no sin dejar de lado la menor oportunidad si los cuarteles deciden sacarle la alfombra a Maduro tras la política incisiva de Estados Unidos sobre los mismos.
Por su parte, Maduro, empantanado por la catástrofe económica y social el país (recientemente tuvo que reconocer los niveles de la catástrofe tras la publicación de indicadores por el Banco Central de Venezuela), el gran rechazo social hacia su gobierno, a lo que se ha sumado el impacto que se comienza a sentir de las sanciones económicas del imperialismo yanqui, con todo el aval y apoyo de la derecha criolla, es más que claro que busca también salidas negociadas, y sobre todo, necesita ganar tiempo, descomprimir la situación. Y hasta en cierta medida Maduro salió condicionado luego del 30A por el papel de las Fuerzas Armadas, su principal sostén, que hasta el momento se han mantenido leales en función de sus propios intereses.
De los militares poco se comenta en estas negociaciones, al menos en las declaraciones, pero cualquier salida negociada, de darse, o algún tipo de transición, pasará por los cuarteles dado el peso que han adquirido. Los claroscuros dejados tras la jornada del 30A están para confirmarlo. Todo esto si es que ellos no deciden alzarse como interlocutores directos, como factor con juego propio, en cualquier “salida” a la crisis del país sea “negociada”, de “transición” o no, por lo que es de alertar sobre cualquier papel de las Fuerzas Armadas.
De estas negociaciones nada bueno saldrá para el pueblo trabajador que viene sufriendo las calamidades de una catástrofe económica y social que se arrastra por varios años y que tiende a profundizarse. El pueblo es un convidado de piedra, un esquema en el que las mayorías trabajadores no tienen arte ni parte en las definiciones sobre el futuro del país, es decir, del pueblo.
Lo que allí se juega es el reacomodo de cada sector, sus respectivos intereses y, paralelo a esto, una posible fórmula de transición donde la clave no será solo la cuestión política de un nuevo régimen, sino que lo que está de fondo es el quiebre total de la economía capitalista nacional, dependiente y rentista. La discusión es cómo salir de esa ruina, en lo que tanto el gobierno como la oposición y las potencias coinciden en que será en base a garantizar las apetencias y necesidades del gran capital internacional y nacional, sobre los derechos y condiciones de vida del pueblo trabajador. Como hemos explicado, el gobierno para hacer frente a la crisis aplica ajustes capitalistas y paquetazos antipopulares, y la oposición propone un plan que es prácticamente de recolonización del país.
De la misma manera que hay que rechazar todas las tentativas golpistas y el intervencionismo yanqui, lo que no implica en modo alguno apoyo al Gobierno de Maduro, los trabajadores no deben sembrar ninguna esperanza en salidas negociadas de los de arriba ni de los militares, que sí tienen acuerdo en algo central: que la brutal crisis la siga pagando el pueblo trabajador. |