Los dirigentes del rancio gobierno británico enfrentan fuertes tensiones, no sólo por los recientes resultados de las parlamentarias europeas, que no mejoran las cosas a los Conservadores golpeados por la inmiinente salida de Theresa May y la búsqueda de su relevo. La crisis económica golpea a algunas industrias y los trabajadores pueden irrumpir complicando más este escenario que de por sí apunta a una próxima crisis órganica en la que los partidos tradicionales tendrían que reconfigurarse en medio la pelea por las condiciones de aplicación del Brexit votado hace escasos tres años.
Ya a finales de mayo con el paro de los controladores aéreos escoceses se delineaban las sacudidas de una economía cuyo PIB se viene debilitando desde hace tres años pasando de un 1.8 a 1.4 % de crecimiento anual en 2018. ya a comienzos de ese mes los conductores de Uber en Londres habían hecho una huelga trascedental pues fue coordinada con la de sus homólogos de Nueva York.
A finales de mayo el gobierno británico anuncio la liquidación del grupo siderúrgico British Steel. La empresa había anunciado problemas de liquidez por lo cual decidió poner a la venta sus activos mientras seguía en operaciones hasta que concluyera el proceso de liquidación dejando en la calle a 4,500 familias. El sindicato Unite the Union (popularmente conocido como Unite), con 1.2 millones de afiliados y segundo más grande del reino Unido, llamó al gobierno a nacionalizar la empresa pero se esperó a hacerlo apenas unos días antes del anuncio del proceso de liquidación, lo cual sirvió para dejar a los trabajadores fuera de las negociaciones entre el gobierno y el grupo privado.
Así mismo, algunos medios europeos anunciaron la semana pasada que la transnacional estadounidense Ford pretende cerrar una planta en Gales. La fábrica de motores Bridgend. La empresa se justifica por la reducción de las ventas de estos motores y anunciaron que podrían reubicar en otras plantas a los 1,700 trabajadores que quedarán sin empleo. Pero parece más una propuesta de para quedar bien con los sindicatos que un verdadero compromiso con los trabajadores de base, quienes tendrían que cambiarse por su cuenta de ciudad y ajustarse a un nuevo contrato de trabajo dependiendo de la planta.
Tanto Ford como British Steel evidencian la incertidumbre que existe en el Reino Unido por la crisis económica propia que va a la par con el lento crecimiento de la economía internacional y que en tierras británicas se entorpece más por la crisis política alrededor del Brexit. Los patrones británicos busca la manera de recomponerse imponiendo empleos en condiciones laborales menos favorables para el empleado y más cómodas para ellos mismos.
Un elemento de tensión adicional en las peleas por arriba de cara al Brexit, gira en torno a Irlanda e Irlanda del Norte las que quedan una dentro de la Unión Europea y la otra por fuera de la misma, lo que obligaría a establecer de nuevo una frontera física entre ambas para el trasiego de mercancías. Una frontera que se había abolido con los acuerdos de pacificación desde 1998. Puede haber una pérdida de miles de empleos y de intercambio económico que se perderá al grado que se ha hablado de dividir con un muro a ambas Irlandas.
Mientras tanto, los partidos que comparten el poder: conservadores, laboristas, verdes y Brexit, en el parlamento discuten hasta dónde van a llegar los intereses de la burguesía británica y europea y al tiempo que la conservadora May (y su próximo sucesor), el laborista “socialista” Corbin y el Partido Brexit de Nigel Farage buscan ser la voz política de los empresarios, los trabajadores del Reino Unido comienzan a enfrentar lo que seria importante crisis en el terreno laboral, debido al cierre de empresas y condiciones precarias, con movilizaciones y paros. La organización de las futuras luchas que culmine en una huelga general, para tomar las riendas de la situación en sus manos. |