Hace algunos días se hizo pública la denuncia que hicieron trabajadoras temporeras de la empresa Frutícola Atacama, establecimiento del ex ministro de deportes en el gobierno de Piñera, Gabriel Ruiz-Tagle, las que afirmaron que dicha empresa las mantenía bajo llaves, encerradas, como parte de las políticas de trabajo. Producto de esto, cuando ocurrió el aluvión en el norte de país, específicamente en la localidad de San Antonio, las obreras tuvieron que escapar para no ser arrastradas por el torrente.
Sin embargo, hace tres días se dio a conocer por el Servicio Médico Legal (SML) la muerte de la temporera peruana, Sandy Bernal, quien fue encontrada 40 kilómetros más lejos del container donde dormían las trabajadoras. Aún permanecen desaparecidos los temporeros César Patricio Vidal Albornoz y Jennifer Novoa Novoa. La empresa Frutícola Atacama sigue negando las acusaciones.
Esta situación develó los brutales abusos que deben padecer los trabajadores temporeros, parte del sector agrícola del país, rubro altamente precarizado, inestable, e ignorado por los gobiernos de turno. Sólo basta recordar las denuncias que hicieron 55 trabajadores paraguayos en el año 2011 contra el empresario Francisco Javier Errázuriz, acusado por trabajo no remunerado y por mantener a las personas en condiciones de esclavitud. Errázuriz mantenía a los trabajadores bajo la ilegalidad. Al parecer a los empresarios sólo a veces les convienen los inmigrantes.
Altos índices de inestabilidad laboral
El trabajo de los temporeros es conocido por el alto nivel de precarización e inestabilidad laboral. Un alto porcentaje de ellos es considerado como “trabajador temporal”, teniendo contratos “por obra y faena”, excluidos del derecho de negociar colectivamente, sin mayores derechos sindicales, la mayoría son mujeres jóvenes, inmigrantes, lo que es terreno fértil para mayores abusos empresariales.
El salario mínimo de los temporeros es variado y eso depende directamente de las horas trabajadas, horas extras, y de jornadas extenuantes, las que muchas veces superan las 16 horas diarias. Por otra parte, en este rubro la modalidad “a trato” está totalmente avalada, generando mayor inestabilidad, abusos, precarización: “La modalidad ampliamente extendida en huerto y en poco menor medida en packing es el pago a trato por unidad de medida, que varía de acuerdo a la labor realizada y especie. El valor de la unidad no está estandarizada, operando para su fijación el libre mercado, pero sin condiciones suficientes ni transparentes de información” (1).
La remuneración que reciben estos trabajadores también depende del tipo de cosecha, de la especie que se extrae, de la época del año, entre otros factores que son utilizados para hacer una fuerte diferenciación en el trabajo, en el trato y en los salarios. Por ejemplo, el trabajo en la uva de mesa se remunera con mejores tratos, debido a que es un fruto intensivo en mano de obra, no mecanizado y que además madura simultáneamente en la extensa zona del valle central. Por otra parte, el raleo (eliminación de los frutos en exceso por vía manual, mecánica o química) se retribuye por racimo, la cosecha por caja, la limpia en terreno por bandeja, y el packing (el salario más bajo es el embalaje de ajo), la selección, pesaje, embalaje, timbrado y paletizado se pagan por caja. “El fruto con menor estatus, tanto por el bajo precio pagado como por los residuos que deja en las manos y cuerpo de las trabajadoras es el ajo y la uva tintorera” (2).
Por otro lado, existe otra diferenciación en los salarios relacionado con la región o el valle donde se trabaje. En el norte del país se remunera mejor que en otras zonas, lo que de todas maneras bordea el mísero salario mínimo de $225 mil establecido por el Gobierno. Para poder optar a una retribución mayor, muchos temporeros deciden trabajar durante los meses de verano, de sol a sol, 16 o 18 horas al día, con la finalidad de ahorrar dinero para los meses en que escasee el trabajo.
El rubro agropecuario produce ganancias de más de $12 mil millones de dólares, es el segundo rubro de exportación de Chile, detrás del cobre, sin embargo y como se mencionó, la precariedad laboral empapa a este sector, donde la ganancia de un trabajador por temporada muchas veces ni siquiera supera los $230 mil. “Tenemos trabajadoras desechables, que producto del cansancio y los pesticidas, a los 40 o 50 años están enfermas y sin poder trabajar”, enfatiza Alicia Muñoz dirigenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), agregando además que “los salarios se estancaron hace muchos años, mientras que el costo de la vida crece muy rápido”.
Según datos arrojados por el SERNAM, en Chile existe entre 400 mil y 500 mil trabajadores que laboran en la cosecha de frutas en cada temporada, entre septiembre y marzo. La mitad de estos son mujeres y el 70% de ellas trabajan sin contrato.
Falta de derechos colectivos, Estatuto del Temporero y ausencia en reforma laboral
Debido a que los trabajadores temporeros son considerados en su mayoría como obreros temporales, bajo contratos por “obra y faena”, la capacidad de negociar colectivamente y exigir derechos en conjunto es bastante baja. También lo es la sindicalización y los beneficios laborales y sociales que se podrían obtener de esta.
En el 2011, durante el gobierno de Piñera, se impulsó una propuesta llamada Estatuto del Temporero, acuerdo que se estableció entre integrantes de diez asociaciones empresariales, cuatro organizaciones de trabajadores(as) agrícolas y representantes del Ministerio del Trabajo. Cabe mencionar que organizaciones agrícolas conocidas como la organización campesina Ranquil, ANAMURI y la Unidad Obrero Campesino –UOC- y CONAGRO, dejaron de participar de esa mesa de trabajo. Según la visión de organizaciones campesinas, dicho proyecto “establece en lo sustantivo una flexibilidad laboral inhumana” (Carta Abierta a los trabajadores y trabajadoras temporeros(as) de Chile, Enero 2013).
De acuerdo a organizaciones campesinas, el Estatuto del Temporero tiene falencias en cuanto al sistema de pago, mecanismos para el ejercicio del “Derecho a saber” en la agricultura, es decir, a los riesgos que se está expuesto al trabajar y cómo se adquieren métodos para enfrentarlos. Según ANAMURI es necesario transitar “desde el contrato por término de faena y establecer el contrato por temporada, que de mayor protección, estabilidad y dignidad”. También se plantea “un tarifado nacional que contemple la instalación de un piso mínimo de pago (no un techo) que considere rubros y unidades de medida, transparentando las modalidades de pago y estandarizando la unidad de pago” (Observatorio de Género y Equidad, 18 enero de 2013).
La propuesta del Estatuto del Temporero aún permanece en el Senado a la espera de la “instalación de una mesa de trabajo con organizaciones representativas de los trabajadores agrícolas, normas de protección en el proyecto del estatuto del temporero y fortalecimiento de la fiscalización” (Senado.cl).
En cuanto a la propuesta del Gobierno sobre reforma laboral, los trabajadores temporeros permanecen fuera del proyecto, sin la posibilidad de optar a ningún beneficio, debido a la nula importancia que le otorga el mandato de Bachelet y también producto de la presión de empresarios del rubro, como el presidente de la Federación de Productores de Frutas de Chile (FEDEFRUTA), Juan Carolus Brown, quien manifestó que “la fruticultura debería ser discutida aparte de la reforma laboral”, agregando que la huelga efectiva “puede traer consecuencias devastadoras para el agricultor…”. Claro, para los empresarios todos los beneficios y consideraciones, mientras que para los trabajadores, nada. ¿Qué hará finalmente el Gobierno? ¿Considerar la opinión de empresarios una vez más?
(1) Caro (2011): “Condiciones de trabajo de mujeres temporeras en la agricultura. El Caso de Chile”.
(2) Ibídem. |