Según él, el proyecto se pensó "en 2017, antes de toda la efervescencia feminista". Sin embargo, ese mismo año, miles de mujeres visibilizaban y denunciaban internacionalmente el acoso y abuso sexual de parte de directores, productores y actores con la campaña #MeToo (’Yo tambien’). Al año siguiente, Canal 13, parte del mismo Consejo Nacional de Televisión, también sería foco de denuncias.
A muchas y muchos nos gustaría que en la televisión abierta se cubriera las necesidades y demandas que hacen cientos de miles de estudiantes y trabajadores, tanto mujeres como hombres, como en la masiva movilización docente o los secundarios contra la represión, por ejemplo. Pero los dueños de los canales de la televisión chilena, como el mismo Luksic, dueño de una fracción del país, tienen otras prioridades.
Y es que les conviene el feminismo como tópico siempre y cuando genere -y no disminuya- sus ganancias. Es decir, mientras traiga consigo al público al que aspiran, y su respectivo rating. Es por eso que aunque Feito dice encontrar "tremendamente importante instalar a la mujer al mismo nivel del hombre" negando cualquier intención de "colgarse del movimiento", la visibilización de la explotación y opresión a la mayoría de las mujeres no tendrá el sello del CNTV.
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