Ante el cambio climático y el fracaso de las iniciativas internacionales, una nueva generación de la juventud ha salido a las calles a exigir medidas contundentes para frenar la catástrofe ambiental.
Pareciera que en los últimos meses hemos escuchado cada vez más que las consecuencias catastróficas del cambio climático se hacen más presentes día con día. Hace apenas unas semanas se hizo viral en redes sociales la imagen captada por un científico en Groenlandia donde se muestra una cantidad de deshielo nunca vista en esa región.
Se trata de una fotografía publicada por el investigador Steffen Olsen, del Centro para el Océano y el Hielo del Instituto Meteorológico de Dinamarca, donde muestra el paisaje del fiordo Inglefield Bredning, en Groenlandia, que fue tomada el pasado 13 de junio y que se convirtió en viral, se ha convertido en la mejor expresión de la crisis climática, pues en la imagen se aprecia el deshielo alarmante de la zona que registró hasta 17 ºC la semana pasada, cuando la temperatura media en esta época es de 3.2 °C.
Y es que, en decenas de medios se está prestando mucha atención a las graves consecuencias del aumento de la temperatura global. Apenas el invierno pasado, otras imágenes se volvieron virales de unos osos polares adentrándose a poblaciones rusas en busca de comida, como consecuencia de la reducción de su hábitat. Sin mencionar que este verano en Europa, han alcanzado temperaturas record y esta tendencia se incrementa año con año.
Sin duda, la principal amenaza que enfrenta la biodiversidad de la Tierra, son las consecuencias del cambio climático, pues el aumento de la temperatura global conlleva a modificaciones drásticas en los ecosistemas, cambios que han ocurrido antes, pero a lo largo de millones de años.
En los últimos 200 años (con la llegada de la era industrial), las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se han disparado como nunca en la historia de la Tierra. Estos gases en condiciones “naturales” regulan la temperatura global, reteniendo la radiación solar y moldeando un clima propicio para el desarrollo de especies vegetales y animales.
Sin embargo, la sobre acumulación de estos gases, formados principalmente por dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, etc, absorben parte de la radiación solar que la tierra remite en forma de calor, formando el llamado “efecto invernadero”, que ocasiona el incremento de la temperatura.
Las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) indican que la temperatura media global en la superficie de la Tierra podría incrementarse entre 2 y 5 grados centígrados en los próximos 100 años.
Como muestra podemos ver que los últimos 20 años son los más calurosos de la historia desde que comenzaron las mediciones de temperatura han sido registradas, y que justamente son los registros de 2015 a 2018 ocupan los primeros cuatro lugares, hasta la fecha, la temperatura promedio global ha incrementado en 1°C con respecto a los niveles de la era pre industrial.
Aunque un grado centígrado no suene como mayor cosa, de acuerdo al IPCC, esto ha traído consecuencias graves para el planeta que está registrando cada vez más cambios catastróficos. Es decir, climas más extremos, sequías prolongadas, así como mega tormentas. El deshielo de los glaciares trae consigo el aumento del nivel de los mares, mientras las excesivas emisiones de bióxido de carbono incrementan la acidez de los océanos provocando extinciones masivas de especies y un futuro incierto para la población mundial.
Los países que firmaron el Acuerdo de París se comprometieron a mantener las temperaturas “debajo de los 2℃ por encima de los niveles de la preindustrialización y seguir con los esfuerzos de limitar el incremento de la temperatura más allá de los 1,5℃” [1]. Pero muchos científicos ahora están de acuerdo en que realmente necesitamos mantener el aumento de la temperatura no por debajo de los 2℃, sino por debajo de los 1,5℃.
El fracaso de las cumbres del clima
Casi han pasado 30 años desde que la primera cumbre por el clima se reunió, en Rio de Janeiro, Brasil. Después de décadas en las que se habían invisibilizado las consecuencias ambientales del cambio climático, gobernantes de todo el mundo se comprometieron a reducir las emisiones del carbono – que ocasionan la acumulación de GEI en la atmósfera—como primer gran paso fue aprobar el Protocolo de Kyoto.
Considerado en su momento como un gran paso adelante, pues según estos acuerdos, se establecieron mecanismos de mercado para facilitar que los países que no alcancen la reducción comprometida puedan compensarla comprando derechos de emisión a otros países. Es decir se llegó a implementar el llamado “mercado de bonos de carbono”.
Esto supuso un fracaso en cuanto a mitigación de emisiones de GEI, pues los gobiernos de los países en vías de desarrollo no exigen un cambio radical de energías fósiles, sino que, subordinados a la economía mundial, exigen su derecho al uso de estos combustibles para hacer crecer sus economías.
Luego de este fracaso, la última cumbre del clima importante fue en el 2015, en Paris, la COP21, donde 195 países se reunieron y firmaron un acuerdo vinculante que entrará en vigor en el 2020. Fue en esta reunión donde se habló por primera vez de conseguir que la temperatura global no aumente más de 2 grados centígrados, pues dicho aumento significaría un punto de no retorno para revertir el cambio climático.
Países como Estados Unidos, China y otras 53 naciones que generan el 55% de las emisiones de GEI se comprometieron a gestionar la transición a una economía “verde” que no dependiera de combustibles fósiles.
Desde entonces mucho ha cambiado en el escenario mundial, y a pesar de los acuerdos de París, actores como Donald Trump, actual presidente de EEUU —y conocido negacionista del cambio climático— y Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, han implementado políticas contrarias a los acuerdos de la COP21, llevando incluso a decir que sacarán a sus países de los compromisos de estas reuniones.
Es preciso mencionar que los países que más emisiones de GEI registran son de lejos, China y EE.UU. Juntos representan el 40% del total de emisiones en el planeta, de acuerdo a los datos entregados en 2017 por la Comisión Europea y la Agencia Holandesa del Medio Ambiente. En el caso de China, nunca firmó ningún acuerdo de las cumbres del clima.
La juventud por el clima
El 24 de marzo de 2018 en Washington, DC, tuvo lugar la masiva “March Our Lives”, donde cientos de miles de jóvenes de preparatorias y secundarias repudiaron la pasividad de las autoridades estadounidenses en cuanto a portación de armas, luego de la masacre en la escuela secundaria Stoneman Douglas de Parkland.
Inspirada en estas manifestaciones, la adolecente y activista sueca Greta Thunberg empezó a manifestarse frente al Riksdag (parlamento sueco), durante agosto 2018. Thunberg llamó a no atender escuelas hasta las elecciones generales suecas de 2018 el 9 de septiembre tras una gran incidencia de olas de calor e incendios forestales en Suecia.
En diciembre de 2018 ganó renombre a nivel mundial por su potente discurso en la Reunión Cumbre del Clima (COP 24) en Katowice, Polonia.
"Nuestra civilización está siendo sacrificada para que unos pocos tengan la oportunidad de seguir haciendo grandes cantidades de dinero. Nuestra biósfera está siendo sacrificada para que gente rica en países como el mío pueda vivir con lujo, es el sufrimiento de muchos el que paga los lujos de pocos" (intervención de Greta en la COP 24).
Llamando a que cada viernes estudiantes se concentraran en las plazas de Suecia para exigir al gobierno que se cumplieran los acuerdos de Paris, surgió la iniciativa de la plataforma “Fridays for future”, que hace un llamando a los estudiantes a hacer huelga cada viernes hasta que se consiga una respuesta de los políticos al problema del cambio climático.
El movimiento mostró una fuerza nunca vista en un movimiento ecologista, cuando el 15 de marzo de 2019 el movimiento promovió una primera gran huelga estudiantil a nivel internacional, la huelga por el clima, y que fue seguida en más de 2000 ciudades por el mundo.
Seguido a esto el 24 de mayo de 2019 se celebró una segunda jornada de huelga global por el clima con manifestaciones en más de 1,600 lugares de 125 países, incluidas ciudades latinoamericanas como Ciudad de México, Buenos Aires, Rio de Janeiro, Santiago, etc., adoptando la consigna “No hay planeta B”.
A pesar de su corta edad, el llamado de Greta Thunberg ha hecho eco tanto en la izquierda, como en una nueva generación aún más joven que los millenials, quienes están empezando a cuestionar el futuro al que los condena el sistema capitalista. Sin embargo, debe haber más que las exigencias a las autoridades para que actúen con urgencia contra el cambio climático.
Los “viernes verdes” siguen manteniéndose en ciudades de Europa, donde los estudiantes se manifiestan contra la crisis ambiental global, sin otro fin más que la exigencia a las autoridades para que actúen con urgencia contra el cambio climático. Pese a esto en ciudades de Francia, autoridades reprimen a los estudiantes que se manifiestan de forma pacífica.
Este movimiento comienza a generar un debate muy importante entre la juventud y la izquierda europea sobre la forma de enfrentar la crisis medioambiental, su relación con los gobiernos y los Estados capitalistas, y qué medidas tomar para revertir la crisis abierta.
¿Quiénes salvaran al planeta?
Si hay algo que caracteriza a quienes impulsan el movimiento “Firdays for Future” es que se comienza a cuestionar al sistema capitalista como causante de la actual crisis ecológica e incluso se llega a evidenciar que en las declaraciones de las cumbres climáticas no hay más que demagogia.
Este movimiento, al tener sólo como objetivo la exigencia hacia los gobiernos por cumplir metas de la COP21, carece aún de una estrategia para superar la catástrofe ocasionada por el mismo capitalismo y a pesar de su perspectiva se reduce a una vigorosa denuncia y exigencia a los representantes políticos capitalistas para que tomen medidas urgentes.
Es evidente la necesidad de medidas drásticas y urgentes para mitigar los efectos del cambio climático. Pero estas no pueden depender de la buena voluntad de los gobiernos, los cuales velan por los intereses empresariales de las transnacinales imperialistas que son las principales responsables del desastre actual, ni de las “nuevas agendas progresistas y verdes” impulsadas por las grandes corporaciones que se escudan en el discurso del “capitalismo verde”.
Los que nos sumamos al llamado de Greta Thunberg y participamos en las huelgas por el clima, somos en su mayoría estudiantes que junto a miles y miles más nos enfrentamos a la catástrofe climática ocasionada por un modo de producción que ve a la naturaleza y a las personas como meras mercancías. En este escenario se abre el debate de quienes debemos luchar por un futuro en el que valga la pena vivir.
La movilización masiva de jóvenes que no le deben nada al capitalismo pero que, que han vivido toda su vida sufriendo las peores consecuencias de la crisis, plantea la posibilidad que de esta lucha tome un rumbo diferente. La forma de enfrentar la crisis medioambiental no vendrá de gobiernos y los Estados capitalistas, si no de los trabajadores, las mujeres, los pueblos originarios y la juventud.