Vincent Autin y Bruno Boileau se casaron en el Ayuntamiento de Montpellier el pasado 29 de Mayo de 2014. Pocos meses después el Papa Francisco transmitió a una delegación de diputados franceses la siguiente doctrina: “Si es necesario, no deben dudar en abolir leyes contrarias a los principios de la Iglesia Católica para proporcionar una calidad vital que eleve y ennoblezca a la persona”.
Francisco afirmó que “el principio de laicidad que rige las relaciones entre Francia y las confesiones religiosas no debe suponer la exclusión de la religión de la esfera social”. En ese sentido, no es sólo la intromisión de la Iglesia Católica en el Estado – lo cual impide por ejemplo que el aborto sea legal – sino que pretende meter su dedo inquisidor en la vida privada de la gente, regimentando su deseo.
La verborragia homolesbotranfóbica papal hizo que agregara: "Vuestra obligación es proponer leyes, enmendarlas, pero también abolirlas. Por ello es necesario infundir en ellas un espíritu, un alma, que no refleje solamente los modos y las ideas del momento, sino que confieran una calidad vital que eleve y ennoblezca al ser humano".
Estos dichos no deben sorprendernos. Fue Bergoglio quien declaró la Guerra de Dios cuando en Argentina se sancionó el Matrimonio Igualitario, siendo él por aquel entonces Cardenal; o recientemente comparando a las personas trans con bombas nucleares.
La lucha por erradicar la discriminación y estigmatización hacia las personas trans, gay, lesbianas - o cualquier sexualidad o identidad que se viva por fuera de la heteronorma - debe ir acompañada por la lucha de todos los sectores oprimidos. Para ello se debe pelear en las calles, gritando al unísono la separación de la Iglesia del Estado. |