“Cierto día se encontró con una tortuga mayor, con mucha experiencia y sabia en muchos aspectos. La tortuguita le dijo a la mayor: ‘La escuela no me gusta. No puedo portarme bien. Y si lo intento, no lo consigo. ¿Qué puedo hacer?’. La tortuga mayor le respondió: ’La solución está en ti misma. Cuando te sientas muy contrariada o enfadada y no puedas controlarte, métete dentro de tu caparazón. Ahí dentro podrás calmarte.’”
El “cuento de la tortuga” es uno de los recursos en boga desplegados desde libros, artículos, charlas, páginas web y redes sociales por “especialistas” en el campo de la “educación emocional”. El español Rafael Bisquerra la promociona a través de su página como una “estrategia de regulación emocional” que apunta a “animar a los niños de educación infantil y primeros cursos de primaria, principalmente entre tres y siete años de edad, a aprender a controlar sus sentimientos de ira, así como otros sentimientos y emociones negativas.” En nuestro país, organizaciones como “Fundación Educación Emocional” promueven darle carácter obligatorio por ley a nivel nacional (actualmente hay al menos tres proyectos de ley en danza en este sentido). “Lo que se dieron cuenta las grandes empresas es que tienen que tener a sus CEO y a sus colaboradores empresariales desarrollándolo desde chicos para evitar problemas a futuro”, afirmó recientemente su director, el psicólogo experto en “bioneuroemoción” de la Universidad Católica de Cuyo, Lucas Malaisi.
“A mis emociones las quiero mal educadas”
El encuentro, organizado por el Observatorio Participativo de Políticas Públicas en Educación (OPPPED) dependiente del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA se realizó en la misma Facultad el lunes 1° de Julio, con una nutrida concurrencia (desde psicopedagogues y estudiantes, hasta docentes de diferentes niveles). La primera exposición estuvo a cargo de Norma Filidoro, especialista en Ciencias de la Educación y psicopedagogía en la UBA, con una amplia trayectoria en la atención y supervisión en cuestiones del desarrollo en niños.
“¿Educar las emociones? A mis emociones las quiero mal educadas”, comenzó provocadoramente su exposición. El concepto de emoción –planteó– tiene una connotación de conciencia y transparencia, pero en realidad implica también al sentimiento, de origen singular. Al plantearlo solo desde la conciencia, la educación emocional tiende a un plano homogeneizador y de una peligrosa prescripción: “¿Quién podría decidir mejor qué le tengo miedo, por ejemplo? ¿Cuál es un sentimiento apropiado y uno no apropiado en determinada circunstancia?”.
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Respecto a la Educación Emocional como “estrategias adaptativas de regulación emocional”, tomó el ejemplo de las técnicas de mindfulness, que “remite solo al momento presente, al modo del eterno presente del mundo feliz de Aldus Huxley” impidiendo la conciencia de nuestra historicidad y, por ejemplo, “minimizando el impacto de una crisis en pos de mantenernos competitivos”. Técnicas como el “cuento de la tortuga” de Bisquerra –señaló Filidoro– “ponen en juego valores, vectores, decisiones a tomar, en las que la resolución es individual, en el eterno presente”. “Lo supuestamente nuevo no es ni nuevo tiene nada de superador”, planteó, remontándolo a obras como Inteligencia emocional (1996) del psicólogo cognitivo Daniel Goleman. En el mismo sentido, planteó que no se trata de desechar la neurociencia, que no es nueva tampoco, sino de plantear que no basta con lo biológico. “El reduccionismo puede venir de cualquier lado, no solo de la biología.”
“Existe un área de vacancia en la reflexión sobre la constitución del conocimiento en espacios áulicos”
Axel Honer, psicólogo e investigador en Pedagogías Críticas y Problemáticas Socioeducativas, se preguntó “¿Por qué triunfa el discurso de las neurociencias?”, planteando que además del gran aparato institucional, estatal, empresarial que lo impulsa también “existe un área de vacancia sobre la reflexión sobre la constitución del conocimiento en espacios áulicos, que se ha abandonado. En su lugar se ofrecen recetas sobre qué hacer en el aula”.
Sobre el entrecruzamiento neurociencias-psicología, señaló que la neurociencia aporta conocimiento válido sobre la biología pero nada sobre la psicología. También que aplica un enfoque reduccionista e individualizante, que relega el nivel de análisis social y psicológico. En el campo educativo “reduce todo al aparato neuronal. Dice poco de las condiciones de construcción del conocimiento en el aula”. “Frente a esta situación habría que apuntar a “un enfoque interdisciplinario que no desconozca los diferentes niveles y las características ecológicas de producción del conocimiento.”
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“Estos planteos derivan de formas del capitalismo financiero y las implicancias en sus sistemas de acumulación”
Rafael Galiano, profesor titular de Historia de la educación argentina y latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, expuso en torno a “la hegemonía de la ciencia médica sobre la psiquiatría”, afirmando que en nuestro país “el determinismo médico es constitutivo sobre la educación, desde el siglo XIX y principios del siglo XX.” Planteó que la agenda del liberalismo está aggiornada en el neoliberalismo y la agenda de las neurociencias en educación es una preocupación de las empresas: “la educación emocional es una necesidad empresarial. Luego contratan a sus empleados según sus competencias socio-emocionales”. Y no es una novedad histórica que desde el poder político y social se apunta a regular las emociones: “la iglesia en su momento prohibió la lectura de ciertas novelas, por lo que producían, a favor de lecturas de expresión llana.”
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En este sentido, preguntó “¿Dónde están los intereses de los niños, el lugar para las artes, la ciencias?”. Pero lejos de negar la necesidad de educación emocional, apuntó al contenido del concepto, criticando el lugar instrumental que le da la agenda neoliberal en educación y pero afirmando que “en realidad, la educación emocional está implícita en las mejores prácticas educativas, por ejemplo en las experiencias de la escuela nueva en nuestro país.”
Esta afirmación –agreguemos– sirve de paso para despejar una posible confusión: no es la idea de educación de las emociones como generalidad abstracta la que se critica (se podría agregar también la propuesta psicológica de Vygotski como ejemplo de un enfoque progresivo sobre las emociones y la educación) sino este enfoque particular –reduccionista, prescriptivo, normalizador- que se ejemplifica al comienzo de la nota.
El recorrido de Galiano estuvo centrado en ubicar históricamente las raíces económicas, sociales y políticas del planteo, lo cual sugiere que la crítica implica necesariamente una crítica anticapitalista: “estos planteos derivan de formas del capitalismo financiero y las implicancias en sus sistemas de acumulación. El disciplinamiento ya no es solo externo, sino que la educación emocional tramitada con categorías del neoliberalismo aprisiona desde adentro, autorregulan a los sujetos desde sus interioridades.” Frente a esto, “necesitamos la recuperación de un pensamiento pedagógico que recupere las tradiciones que lo constituyen y que pueda, al mismo tiempo, emanciparnos.”
“Hay una visión instrumental del mundo emocional, vinculada al campo laboral, lo que necesita el capitalismo”
La última exposición estuvo a cargo de Ana Abramovsky, docente e investigadora del Área Educación de la FLACSO Argentina. Señaló que el fenómenos de la educación emocional es un global y “tiene un eje clave en las ‘competencias y habilidades’ para aprovechar productivamente. Hay una visión instrumental del mundo emocional, vinculada al campo laboral, lo que necesita el capitalismo. El ejemplo más claro es el de los call centers.” Otro eje es es el de “lo positivo, la felicidad, la alegría y el optimismo”, ligado a todo tipo de ejercicios que abundan en capacitaciones (respiración, mindfulness, etc.) de finalidad claramente adaptativa.
Según Abramovsky, su éxito reside en que “da respuestas a problemas acuciantes como maltrato, bullying, violencia… es un dispositivo de un nuevo tipo de poder, amable, que no confronta sino que seduce y busca consentimiento.” Lo cual a su vez “hace alianza con el –supuesto– carácter intelectualista y frío de la escuela” y “se asienta en prácticas que muchos practicamos (yoga, por ej.), que nos resultan familiares.”
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Sobre la concepción de “emoción”, afirmó que “pretende que las emociones son transparentes, objetos clasificables entre positivos y negativos. Barre con ambigüedades del sentir y el carácter inescrutable del mundo afectivo.” Esto implicaría dejar de lado las emociones difíciles, precarias, que movilizan y se salen de lo que uno está esperando. “La mayor pelea es mostrar que las emociones están mezcladas con la ideología, el poder, la política, el disenso y las condiciones materiales de existencia. Para comprenderlas no hay que aislarlas, sino ponerlas en relación con otras dimensiones de la vida.”
“Nos están empujando al dilema de emociones sí o no, y esto es falso. Es necesario ir más allá y ver de qué no estamos hablando”. En sintonía con Galiano, la crítica, no es a la educación de las emociones en sí sino al contenido adaptativo que se le da, que apunta a “un sujeto psicologizado, que prioriza vínculos utilitarios y relaciones de subordinación y sometimiento y que busca apaciguar los conflictos.” Este enfoque, afirmó, “emocionaliza los problemas educativos, dejando de lado las condiciones de producción de la emoción.”
Mérito de les organizadores , la “tertulia” le cedió el micrófono a les asistentes, en contraste con el formato unidireccional de charlas y capacitaciones donde el “especialista” “baja” el enfoque. Esto permitió numerosas e interesantes intervenciones que sobre todo sirvieron para complementar el análisis previo desde otras miradas. Una participante contó sobre otra técnica en boga, la del “monstruo de los colores” y otra, psicopedagoga en Neuquén, planteó que “el título es muy justo: un cerebro sin sujeto, es lo que yo estoy sintiendo en la escuela con la aplicación de estos enfoques.” Un maestro de grado contó que el enfoque de las neurociencias atraviesa fuertemente el currículum de nivel inicial, por lo que hicieron un grupo con otros maestros –con los que se organizan en el Suteba– para estudiarlo y tener herramientas críticas. “¿Somos esclavos de nuestras neuronas o de nuestro genoma? Vemos un determinismo completo, todo se reduce a la biología y si uno no puede superarla queda ahí y se naturaliza una situación social injusta.” |