El cura Tulio Matiussi y dos secuaces abusaron de varias niñas y niños de entre 2 y 4 años. Monseñor Santiago encubre a los criminales y desprecia a las víctimas, cuyas madres y padres no pararán hasta obtener justicia.
El jueves 2 de mayo Hugo Santiago pisó los sobrios mármoles de la Basílica de San Pedro, en Roma. Allí fue recibido junto a otros 30 obispos argentinos por Jorge Bergoglio, con quien tuvieron una reunión de más de dos horas.
Según las crónicas del periodismo vaticano, en el cónclave el Papa les pidió a sus subordinados que vuelvan a Argentina y que en sus diócesis se enfoquen mucho en el tema de “la educación”, en “la cercanía con la gente que más sufre” y en la búsqueda de “liderazgos que ayuden el encuentro entre los argentinos”.
Tras posar para las fotos, degustar los manjares del Vaticano y sobrevolar el Atlántico junto a sus viejos colegas, Santiago regresó al Obispado de San Nicolás a atender sus menesteres.
Hasta el momento se desconoce si en ese encuentro el obispo y el Papa hablaron de uno de los temas más urticantes que desvelan a Santiago desde hace tiempo: la situación penal del cura Tulio Matiussi, procesado por gravísimos abusos sexuales y demás vejaciones contra niñas y niños del jardín de infantes Belén de la localidad bonaerense de San Pedro. Lo que sí es obvio es que Francisco sabe del tema en detalle.
Retiro espiritual
En diciembre pasado Matiussi fue detenido con prisión preventiva, luego de que el juez de Garantías Luis Pratti evaluara positivamente el pedido del fiscal Hernán Granda, titular de la UFI 8 de Baradero, donde se tramita la causa.
Junto al cura también fue detenido Anselmo Ojeda, el portero del jardín Belén, acusado de los mismos cargos. Granda también había pedido la preventiva de María Rubíes, pero el juez lo desestimó y la mujer por ahora sigue libre.
Pero tras cinco meses detenido, Matiussi fue liberado por orden de la Cámara de Apelaciones de San Nicolás. Para las querellas fue todo un mensaje de impunidad.
Apenas liberado, el cura se refugió en la casa de Bustamante 133 de San Nicolás. Hugo Santiago y Luis Prietto, el rector del famoso santuario de la ciudad, le enviaron allí para convivir junto a otros sacerdotes. Según vecinos del lugar, luego de un escrache realizado por las familias denunciantes se decidió su traspaso a la sede del Obispado, donde ahora está más cerca del obispo y más lejos de la contaminación mundana. Ojeda, en tanto, sigue preso.
Piel de cordero
“Toda la información que fuimos juntando en este tiempo es mucho más siniestra de lo que pensábamos al escuchar por primera vez a nuestras hijas e hijos”. Lo dice Carla Vitale, madre de una de las víctimas de Belén y quien integra una de las cinco querellas contra Matiussi, Ojeda y María.
El jardín Belén es católico semiprivado. Si bien está gerenciado por el Obispado de San Nicolás, recibe jugosos subsidios del Estado (con ellos, por ejemplo, se pagan los sueldos del personal. Pese a no ser el más grande (su matrícula ronda los 200 infantes) ni renombrado de San Pedro, en el ámbito religioso siempre fue considerado el jardín de “mejor nivel” educativo de la región.
Durante muchos años Matiussi fue la cara visible de Belén. Con una personalidad compradora y bonachona supo ganarse el cariño de generaciones. Carla misma fue al jardín de niña y de grande decidió llevar allí a sus hijos. “El vínculo con él era muy importante, más allá de su rol en el jardín propiamente dicho, lo que hace mucho más perverso todo. Por eso nos costó mucho llegar a encender las alarmas”, afirma hoy.
Enseñando a abusar
Antes de entrar al jardín en 2017, la hija de Carla era muy activa y sociable. Pero apenas ingresó a Belén comenzó a experimentar cambios. “Empezó a perder el control de esfínteres y lloraba mucho al ir al jardín”, recuerda.
Si bien es psicóloga especializada en niñez, Vitale confiesa que en los primeros momentos no logró identificar qué le pasaba a la nena. “Nos comimos un año entero de síntomas, ella nunca habló directamente y no pensábamos en la posibilidad de que estuviera pasando algo así”. Hasta que en una consulta pediátrica detectaron lesiones internas en su vagina.
La introspección de la nena se hizo cotidiana. “Nunca había tenido problemas de léxico pero empezó a no hablar, menos aún del jardín”. Después se puso agresiva, maltrataba hasta a sus muñecos.
También se enfermó varias veces en el año, algo raro en ella. Fue justamente un día de noviembre, cuando volvió del jardín tras haber faltado varios días, que mientras jugaba con un teléfono viejo haciendo que mandaba un audio dijo “shhh, no se lo digas a nadie, cuando las nenas van al baño Julio les hace consquillas en la cola, Julio es malo, si se despierta les va a hacer cosquillas en la cola”.
Carla la escuchó. “En medio segundo me cayeron 25 mil fichas. Y me costó todavía más entender que Julio era en realidad Tulio, el cura”, confiesa.
Con su compañero le pidieron una reunión urgente a la directora del jardín. Como era la misma mujer que en 2016 había denunciado al propio sacerdote de “ladrón” (por desviar fondos del jardín) y “maltratador” de docentes, creyeron que sería receptiva. Pero no.
“Cuando le pedimos la reunión, primero respondió que no podía por cuestiones de agenda; después buscó cargarnos culpas a nosotros, diciendo que capaz la nena había visto escenas sexuales en casa, una desubicada”, se indigna Vitale.
El despertar
De a poco la nena empezó a relatar hechos con mayor precisión al tiempo que ellos fueron descubriendo cosas llamativas. Por ejemplo, que Ojeda guardaba los instrumentos y productos de limpieza en el baño de las nenas, lo que lo “obligaba” a pasar por ahí todo el tiempo.
Tras dos reuniones con la directora y algunas docentes, el cura aceptó participar de una tercera cita. “Nos atendió con indiferencia y siempre defendiendo al jardín”, recuerda Carla. Y agrega que Matiussi ni siquiera se inmutó cuando le dijo que su hija “nombraba a un tal Julio y contaba qué cosas hacía”.
Consultaron a especialistas para terminar de confirmar que estaban en presencia de abusos. Convencidos, el 1° de diciembre de 2017 hicieron la denuncia penal. A los pocos días empezaron a hablar con otras mamás y papás. En menos de dos semanas, ya eran cuatro los casos judicializados. En marzo de 2018 se sumó el quinto. Y aunque hubo más nenas y nenes que relataron mismas escenas y personajes, hay familias que por el momento no denunciaron por miedo.
A través de pericias psicológicas y cámaras Gesell las víctimas confirmaron que los abusos se hacían en el jardín (especialmente en el baño), en la parroquia de al lado y en la propia casa del cura. Y en casi todos los casos nombraron directa o indirectamente a Tulio Mattiusi, a Anselmo Ojeda y a María Rubíes.
El método
Matiussi y Ojeda se acercaban a las nenas y los nenes con juegos. Luego venían los abusos, que incluían ataduras, manoseos y golpes. A veces las víctimas eran obligadas solo a mirar abusos ajenos.
Los abusos también podían surgir con la excusa de reprender algún berrinche o “mal comportamiento” de los chicos. En ese caso de los sacaba de la sala y se los llevaban a otro lugar, a solas.
Luego de cada abuso llegaban las amenazas generalizadas. En caso de no mantener en secreto todo eso, se anunciaban crueles consecuencias. Con apenas tres años, las víctimas relataron todo con detalles espeluznantes.
Los familiares de las víctimas quieren “que esto se sepa masivamente porque acá está en juego la vida y el futuro de un montón de nenas y nenes. Nosotros podríamos haber tomado un camino individual, llevarnos a los chicos del jardín y hacernos los distraídos. Pero no, decidimos encarar esta pelea a fondo. Y lógicamente vinieron las represalias".
Reacción encubridora
Desde el principio la dirección del jardín mostró su voluntad encubridora. Con hechos que incluso rayan lo bizarro. Como aquella reunión de diciembre de 2017, donde con Matiussi presente (y según consta en un acta) la directora solo permitió entrar a dos padres por salita, uno “a favor” y otro “en contra” de los denunciantes. A esa reunión el cura invitó a participar a efectivos policiales y funcionarios de “seguridad” de San Pedro.
La Iglesia no se privó de acusar ella misma a los denunciantes, apelando a sembrar la sospecha de que los abusos en realidad habían sido cometidos en ámbitos intrafamiliares. Una coartada de manual, aprovechándose de una realidad (socialmente “naturalizada”) para meter su propia realidad bajo la alfombra.
El 9 de enero pasado, el obispo Santiago llegó a mandar un micro lleno de “fieles” de San Pedro al juzgado de San Nicolás para reclamar la liberación de Matiussi y Ojeda. Con un rezo masivo en voz alta quisieron entrar a la sede judicial para apretar al juez Pratti, quien justo estaba de licencia.
Pero para los denunciantes lo peor es que el obispo les haya dado deliberadamente la espalda. “El 8 de diciembre, día de la Virgen, Santiago viajó a San Pedro a dar una misa, lo que llamó la atención en el pueblo. Ahí dijo que creía en la inocencia de Mattiussi. Pero a nosotros, que lo llamamos infinidad de veces y hasta fuimos a buscarlo al Obispado, nunca nos atendió. No nos devuelve los llamados”, se lamenta Vitale.
Causa y consecuencias
Tras atravesar varias instancias (casi todas penosas para los denunciantes) la causa se tramita en la Unidad Fiscal de Investigaciones 8 de Baradero, a cargo de Hernán Granda. Actualmente se aguarda una resolución de la Cámara de Casación Penal respecto al pedido de las querellas para que Matiussi vuelva a estar con prisión preventiva (lo estuvo entre diciembre y mayo). Es decir que comparta la misma condición de Ojeda, hoy detenido en el penal de San Nicolás.
Originalmente Carla y su compañero no hicieron la denuncia en San Pedro. Es vox populi en el pueblo que en la Fiscalía local tienen vínculos cercanos con Matiussi. Por eso fueron a la Fiscalía General de San Nicolás, donde hay una sede especializada en estos temas.
El resto de las familias sí denunciaron en San Pedro, ante el fiscal Marcelo Manzo. Como si las denuncias se hubieran filtrado desde la Fiscalía a la Iglesia, a los pocos días comenzaron a hacerse modificaciones en el jardín, tal vez para que futuras pericias desautorizaran los relatos infantiles.
Meses después Manzo se excusó de seguir en la causa por estar él mismo relacionado con el jardín. La fiscal Viviana Ramos, a cargo de la otra fiscalía sampedrina, también se excusó. Y el expediente terminó en manos de Hernán Granda, a cargo de la UFI 8 de Baradero.
“Las cinco denuncias finalmente se unificaron en la fiscalía de Granda. Luego de analizar todas las pruebas que aportamos, las pericias psicológicas y las cámaras Gesell, el fiscal dio por positivas las cincos denuncias y pidió al juez Pratti las prisiones preventivas para Mattiussi, Ojeda y María”, detalla Carla Vitale.
Que sí, que no
A principios de diciembre de 2018 Pratti dictó las preventivas para el cura y el portero. Fueron detenidos el 4 de ese mes. La preceptora aún no fue siquiera citada a declaración indagatoria. “Teníamos la información de que el juez no era de otorgar prisiones preventivas a casi nadie, por eso que los haya detenido nos dio la pauta de que las pruebas eran contundentes”, afirma Carla.
El abogado defensor de Mattiussi, Gustavo Moreno, es hijo del juez Alberto Moreno, vicepresidente de la Cámara de Apelaciones de San Nicolás que resolvió el 2 de mayo la liberación del cura. El juez Moreno “se excusó” de resolver el pedido de excarcelación de que hizo su hijo, dejando la decisión en manos de sus colegas Guillermo Martínez y Eduardo Alomar.
En su resolución del 2 de mayo, Martínez y Alomar evaluaron las mismas pruebas y los mismos testimonios que incriminan por igual al cura y al portero. Sin embargo ordenaron liberar al primero y mantener la prisión preventiva del segundo.
“¿Y las pruebas que hay?”, se pregunta Vitale indignada. Y cuestiona que para los jueces no exista “indicio de oportunidad”, es decir que crean que Mattiussi “no pudo” abusar de las nenas y los nenes porque “iba poco” al jardín.
En el pueblo se dice que Gustavo Moreno tomó la defensa de Matiussi por sugerencia de un fiscal nicoleño. Y estaría comprobado que sus honorarios corren por cuenta del propio Obispado de San Nicolás.
Las víctimas contra todo
Hoy, a más de un año y medio de las primeras denuncias, ni el jardín Belén ni los domicilios de los tres acusados fueron allanados por el Poder Judicial, algo que inevitablemente terminó ayudando al ocultamiento de pruebas, a la modificación de los inmuebles y a la eliminación de rastros.
Paralelamente, en todo este proceso las familias se fueron encontrando con personas dispuestas a dar testimonio sobre diversos episodios de abusos, amenazas y comportamientos mafiosos por parte de Mattiussi y compañía. Será cuestión de que el Poder Judicial las convoque.
Ahora es la Cámara de Casación Penal la que debe resolver si vuelve a mandar a Matiussi a la cárcel. Así se lo pidió la Fiscalía General de San Nicolás a través de un recurso en respuesta al fallo excarcelatorio de la Cámara de Apelaciones.
El recurso se basa en que, para ordenar la libertad de Mattiussi, los jueces Martínez y Alomar no se centraron en los riesgos procesales (la posibilidad de que el acusado entorpezca la investigación e incluso que se fugue) sino en analizar las pruebas, algo que está en pleno proceso de producción y debería dejarse para el futuro juicio.
Sobre esto último, la propia familia de Anselmo Ojeda denunció a fines de junio que el hombre estaría siendo el “perejil” de esta historia, ya que solo él está preso. Aún defendiendo la “inocencia” de Ojeda, la familia demuestra la distinta vara con la que el Poder Judicial trata a los imputados, dependiendo de si calza o no sotana.
Ahora bien, los hijos de Ojeda confirmaron que se reunieron con el obispo para tratar el asunto de su padre. Allí monseñor Santiago les habría dicho que no puede hablar sobre Ojeda porque “no lo conoce”. Pero sobre Matiussi sí, les dijo, porque lo conoce y sabe que es inocente. Ahí también hay una “doble vara”. El obispo les viene negando tajantemente cualquier reunión o comunicación a las familias denunciantes.