Con la cuenta atrás en marcha, cuando la ruptura de negociaciones esta semana hacía prever el fracaso de la sesión de investidura, Pablo Iglesias da un paso atrás que algunos analistas califican de “jugada maestra”. Su renuncia al pedido de integrarse en persona en el nuevo ejecutivo quita de en medio la principal excusa que había puesto Pedro Sánchez, que no quería al líder de Podemos en su gobierno.
El actual presidente de gobierno en funciones había personalizado en Pablo Iglesias el “principal escollo” para que se pudiera formar un gobierno de coalición. En una entrevista transmitida por La Sexta esta semana había dejado caer que no había confianza y que necesitaba en el ejecutivo a personas que defiendan la democracia, en alusión a que Podemos no era suficientemente claro en la cuestión catalana.
La respuesta de Pablo Iglesias llegó este viernes: “El PSOE dice que el único escollo para un gobierno de coalición soy yo. He estado reflexionando estos días y no voy a ser la excusa para que el PSOE evite este gobierno de coalición. Mi presencia en el Consejo de Ministros no va a ser el problema siempre y cuando el PSOE asuma que no puede haber más vetos”.
Para que Pedro Sánchez sea investido como nuevo presidente de gobierno, las negociaciones entre el PSOE y Unidos Podemos tendrían que avanzar mucho este fin de semana, ya que el lunes 22 a las 12 horas se iniciará la primera sesión en el Congreso de los Diputados. En caso de que la votación sea negativa en primera instancia, se pasara a una nueva votación el jueves 25 de julio. Si entonces Pedro Sánchez no obtuviera una mayoría, se pasará a septiembre con grandes incertidumbres y la posibilidad de que se tengan que convocar nuevas elecciones.
La primera reacción del PSOE a la movida de Pablo Iglesias ha sido responder que “sin vetos y sin imposiciones” se puede avanzar en las negociaciones, debatiendo primero un programa.
La cuestión programática es la que menos se ha abordado en estos meses, aunque Podemos viene aceptando cada vez más renunciamientos y tragando un sapo tras otro. Primero fue sobre la reforma laboral y la Ley mordaza, que Sánchez prometió derogar en campaña electoral, pero que después dejó en el olvido. Más tarde el PSOE eliminó del programa temas como el control del precio de los alquileres, que había sido una bandera de la formación morada para justificar su apoyo a los neoliberales del PSOE. Y, como si esto fuera poco, pidió garantías a Podemos de que sobre la cuestión catalana no iba a sacar los pies del plato si el gobierno se “veía obligado” a aplicar un nuevo 155 contra el pueblo catalán. Podemos se comió ese sapo también y aseguró “lealtad” con el PSOE en las “cuestiones de Estado”, en las que no se metería.
Como señalaba Santiago Lupe en un artículo en este medio, renunciamientos a Podemos no le han faltado: “El PSOE ha dejado claro que no piensa derogar la reforma laboral de Rajoy, Iglesias cede y no lo pide ya como parte de un acuerdo de gobierno. El PSOE se niega a asumir la revalorización automática de las pensione como exigen desde hace meses los pensionistas, Iglesias cede y no lo pide ya como parte de un acuerdo de gobierno. El PSOE mantiene y refuerza la política de extranjería, con construcción de nuevos CIEs anunciados por Marlaska, e Iglesias cede y no lo pide ya como parte de un acuerdo de gobierno. El PSOE confirma su negativa a cualquier medida reguladora del mercado de vivienda para desinflar la burbuja del alquiler, Iglesias cede y no lo pide ya como parte de un acuerdo de gobierno. Y así podríamos seguir hasta rellenar líneas y líneas de este artículo.”
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Qué pasará en las negociaciones en las próximas horas no puede saberse. Lo que está claro es que el tira y afloje de Podemos con el PSOE no va de “líneas rojas” ni de programas sociales, sino de garantizar sus posiciones en un futuro ejecutivo, porque a luchar por medidas programáticas que cuestionen las ganancias de los grandes bancos, las multinacionales y el IBEX35 ya renunciaron hace rato. La adaptación de Podemos al régimen del 78 parece no tener límites. |