Un inmigrante salvadoreño de 32 años murió este jueves mientras se encontraba en un campo de detención de la Patrulla Fronteriza de Nuevo México, en EE. UU.
La información del caso se conoce tan solo un día después de hacerse público el asesinato de un migrante, también salvadoreño, pero esta vez de parte de policías mexicanos en el estado norteño de de Coahuila.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) señaló en una declaración que el migrante había sido detenido y puesto bajo custodia la noche del miércoles en la estación tejana de El Paso y que luego, mientras era procesado en Lordsburg, "cayó en problemas médicos", un eufemismo para evitar referirse a las condiciones en las que se encuentran y a los que son sometidos los migrantes en estos verdaderos centros de concentración.
Cínicamente, el CBP expresó sus condolencias a la familia del salvadoreño y reiteró su compromiso con "la salud, la seguridad y el trato humano" de quienes están bajo su custodia.
Sin embargo, los informes de organizaciones sociales y los relatos de los propios migrantes dicen todo lo contrario. Miles de personas que han llegado a Estados Unidos luego de atravesar países enteros huyendo de la miseria en sus lugares de origen, son encarcelados y sometidos a las peores vejaciones en los centros de detención estadounidenses. Los informes señalan la separación de las familias y los menores, el trato inhumano y las condiciones de hacinamiento en las que viven, sin posibilidad de tener una colchón propio, espacio, duchas ni otros elementos básicos.
En el último mes se ha reportado la muerte de por lo menos 10 inmigrantes indocumentados en la frontera de Arizona, Nuevo México y Texas, entre ellos figura una mujer y tres niños, cuyos cuerpos fueron hallados en la línea limítrofe de Nuevo México, así como una niña de siete años proveniente de la India y que murió en Arizona.
De igual modo, figuran el salvadoreño Óscar Alberto Martínez, de 25 años, y su pequeña hija Valeria, de tan solo 23 meses de edad, cuya imagen flotando boca abajo en la orilla del lado mexicano del río Bravo se convirtió en el símbolo de una crisis humanitaria que empeora día a día.
De acuerdo a cifras de CBP, durante el año fiscal 2018, que terminó en septiembre del año pasado, murieron 283 inmigrantes indocumentados a lo largo de la frontera entre EE.UU. y México, 96 de ellas en el sector del Valle del Río Grande (Texas).
La terrible situación en la que se encuentran los migrantes y los padecimientos a los que son sometidos, tanto en EE. UU. como en México, con acuerdo de López Obrador, hace urgente una campaña de solidaridad de los trabajadores y sectores populares de Estados Unidos, México y Centroamérica para exigir el cese de la criminalización, las detenciones, las deportaciones y la represión contra adultos y niños, la abolición de las fuerzas represivas desplegadas contra los migrantes, el cierre de los centros de detención, así como por plenos derechos para todos los migrantes y el libre tránsito de personas a través de los países de la región. |