Hasta el 1 de septiembre habrá una incertidumbre total de lo que será una nueva escalada en el conflicto comercial y político que tiene a los imperios comerciales de China y EEUU en constante pugna. Donald Trump, en un evento de campaña anunció el pasado jueves que impondrán nuevas sanciones a los asiáticos, esta vez con impuestos a la importación de productos chinos del orden del 10% a un total de 300 mil millones de dólares en dichas transacciones.
Lo nuevo de este ascenso en la ofensiva norteamericana es que, por una parte, terminaría por cubrir toda importación proveniente del gigante asiático (sumado a los ya gravados US 250 mil millones); y, como consecuencia, estas afectarían a gran cantidad de bienes de consumo cotidianos comercializados en Estados Unidos, lo que a su vez los haría inaccesibles y podría provocar la pérdida de empleos en las instalaciones de producción de propiedad estadounidense en China.
La mayoría de las importaciones chinas llegan a los puertos de los Estados Unidos a través de grandes buques portacontenedores que son retirados de los barcos por grandes grúas, que también provienen de China; este nuevo ’round económico’ colocaría un arancel del 25 por ciento en esas grúas, lo que provocaría preocupación en los puertos de que el aumento podría aumentar los costos, retrasar la entrega y dar lugar a despidos o salarios reducidos.
Por razones similares una gran lista de productos como el calzado que en su gran mayoría se producen en China se harían más caros, cuestión que también afecta a productos de la cadena Apple (iPhones, computadoras) u otros como libros que principalmente son utilizados en la educación pública de Estados Unidos afectando a las familias más precarizadas del país del norte.
Así mismo es que la presión de Trump y su gobierno ya hicieron que la reserva federal redujera la tasa de interés, cuestión que impulsaría la inversión y el endeudamiento en pro de aumentar el consumo, claro está, ante el encarecimiento de la vida que implicarían las nuevas medidas sobre los bienes de diario consumo de las y los trabajadores de Estados Unidos.
Lo que Trump califica de sanciones al incumplimiento de compromisos en realidad hace referencia a la impotencia de la burguesía y su Estado cómplice de no tener acceso al desarrollo tecnológico de los chinos en temas de importancia comunicacional y militar como el 5G, la Inteligencia Artificial y adelantos en Ciberseguridad. Amenazas para le hegemonía militar y económica de EEUU.
Los grandes temores, sin embargo, deberán ser seguidos por consumidores y trabajadores que se verán perjudicados, afectando el nivel de inflación (por el costo mayor que tendrán los productos) y los desempleos en las áreas del comercio minorista, empresas de menor tamaño y aquellas empresas yanquis que utilizan la fuerza laboral china para reducir sus costos.
En tanto la economía chilena amaneció remecida este lunes con el dólar y el precio del cobre bastante alterados. El impacto de esta ofensiva imperialista norteamericana implicó que el precio del cobre cayera a su nivel más bajo en dos años: con un descenso de 2,11%, a US$2,56144 la libra (1.850 pesos los 453 gramos del metal). En un momento en que el crecimiento de junio en el país fue de 1.3% (IMACEC), el segundo peor del año y con un acumulativo de 1.78%, muy lejano a las expectativas del 3 a 3.5% del Gobierno de Piñera.
Como en toda la historia la guerra económica también tiene su expresión en la lucha entre clases, y trabajadores y trabajadoras de las distintas latitudes verán impactos en sus bolsillos y sobretodo en en sus empleos producto de los intereses de las burguesías y gobernantes de estas dos grandes potencias mundiales y hasta ahora lo que más ofrecen es bajar las tasa de interés para endeudarse y costear el encarecimiento de la vida.
En tiempos que se manifiestan estas agudizaciones entre las potencias imperialistas y posibilidades de peores crisis, repartir las horas entre ocupados y desocupados se hará una discusión fundamental, es por eso que desde el Partido de Trabajadores Revolucionarios y las agrupaciones que impulsamos, proponemos un programa para la organización y movilización, que contemple aquella medida del reparto de horas junto a la reducción de la jornada laboral a 30 horas: 6 horas diarias, 5 días a la semana, sin reducción de sueldo. Para que todos y todas, puedan trabajar.
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