En 1989, Charly García editaba acaso el último gran disco de su época dorada: aquel que cerraría una década sublime pero a la vez anticiparía otra más espesa.
¿Existe una pregunta más capciosa que ¿Cuál es tu disco favorito de Charly’? Un día puede ser Bicicletas, otro Parte de la religión, después Películas, y hasta alguna que otra vez el simpático Influencia. De Vida (Sui Generis-1972) hasta Random (2017) pasaron cuatro bandas, distintos procesos solistas, más de treinta discos y casi medio siglo. El inocente arrebatado de Sui Generis, el flashero-progresivo de La Máquina de Hacer Pájaros, el orquestador supremo de Serú Girán, el vanguardista arty de los ’80, el cáustico demi-punk de la era televisiva o la versión medida y moderada de la actualidad: para responder a la pregunta hay que elegir a un Charly de esos y descartar a todos los demás. Imposible.
En ese marco resulta inútil establecer entonces un disco por encima de los otros. Porque que cada uno representó una foto de época en la extensa carrera de una figura clave de la cultura rock argentina. Cada cual con su sentido en su tiempo y espacio. O algo así como “García tocando en momentos”: discos influidos por factores sociales y políticos (de la ironía en “Canción de Alicia en el país” durante la Dictadura hasta el pedido desesperado de que “No bombardeen Buenos Aires” durante Malvinas), su conexión con sonidos de vanguardia (el postpunk de Piano Bar, el electronismo de Tango) y las intensidades de su vida privada (la caótica era “Say no more”).
Sin embargo hay uno de todos ellos que es clave porque funciona como registro sonoro de un momento de quiebre, a partir del cual Charly iniciará su camino hacia una etapa de convulsiones personales marcadas por internaciones en clínicas, tratamientos, medidas judiciales y escandaletes de índole mediático que afectarán su luz artística. Cómo conseguir chicas, de 1989, es el vórtice del vértice en su curva: un disco supremo a la altura de la década que venía a cerrar, y acaso el último momento de paz creativa antes del desborde que sobrevino a los ’90. Aquel Charly era el mismo que, en pleno clima electoral, trataba de tontos a los votantes de “Nemem, o como sea que se llame”. Cerca de cumplir 40 no quería verse como un dinosaurio, o al menos envejecer dignamente.
Cómo conseguir chicas (grabado a fines de 1988 y publicado un año después) es un disco curioso. Porque, por un lado, encuentra a García con una base de músicos sólida y rodada, Los Enfermeros, convoy conformado esencialmente por Hilda Lizarazu, Carlos García López, Fernando Lupano, Fabián Quintiero y Fernando Samalea. Era la primera vez en su carrera solista (iniciada ocho años antes con Yendo de la cama al living) que lograba estabilidad en su banda de acompañamiento después de los inicios junto a la base de Los Abuelos de la Nada o el inolvidable experimento con GIT más Fito Páez. Pero, por otro lado, las canciones que trabajó este equipo no fueron esencialmente composiciones nuevas, sino que surgieron en parte de rezagos de varias épocas. “Ella es bailarina”, por ejemplo, era un outtake de La Máquina de Hacer Pájaros, mientras que “Zocacola” venía de 1982, aunque instrumental. Y “Suicida” era una que se había quedado afuera de Parte de la religión, el álbum anterior.
Pero lo que hizo de Cómo conseguir chicas un disco orgánico, granítico y para siempre fue el aporte clave de Joe Blaney, productor estadounidense con experiencia en Ramones, The Clash y Prince. Blaney venía trabajando con Charly de manera ininterrumpida desde Clics modernos (1983) y fue el gran responsable del sonido que García adquirió e impuso a lo largo de toda esa década. Su principal mérito fue contener a un Charly voraz de información y marcarle ciertos límites para que la creatividad no se desparrame como ovejas en el monte. Y si bien siguieron vinculados hasta El aguante (1998), Cómo conseguir chicas estableció un punto alto en una dinámica de trabajo que nunca volvió a repetirse.
Blaney fue quien, entre otras cosas, le recomendó a Charly abortar una idea que lo tenía obsesionado: grabar algunas letras en inglés. El argumento de García era que en ese idioma las palabras suenan más “musicales” (opinión compartida por tantos otros colegas suyos). Sólo sobrevivió “Shisyastawuman”, al final del álbum. Pero fueron reescritos otros que terminaron teniendo gran impacto en español. Como el furioso “No toquen”, que abre el álbum.
A pesar del inicio a punta de guitarras de “No toquen” (en esa época Charly tocaba mucho la viola en vivo), la impronta que domina a Cómo conseguir chicas tiene más que ver con los teclados y cierta insistencia new wave de un García todavía inclinado a los sonidos procesados (más allá de la participación de su banda “analógica”, de carne y hueso). “Fantasy” es un ejemplo: bajo y batería sostienen un beat presente pero simple y la guitarra aporta apenas tamices en un entorno de pistas y pistas de teclas. Además claro, de una letra casi desgarrada (“¡Ya mis pies congelados llegan aquí!”)
Porque si bien el disco es un compendio de retazos y resoluciones artísticas de urgencia (Charly contó en entrevistas de época que la discográfica lo estaba “apurando”), todo el material cobra un sentido global a través de una cierta atmósfera oscura y desaprensiva. Y aquí, nuevamente, la idea de cada disco de Charly como una postal de época: en 1989 el país se descascaraba en una posdictadura difícil y el mundo se preparaba para ver por televisión la caída el Muro de Berlín, al tiempo que García cerraba una década gloriosa (del lucimiento con Serú a su expansión solista) pero se anticipaba a una más espesa y difícil.
¿Hay algún momento más triste en la historia de la música que cuando suena el violín en “No me verás en el subte”? Con un tono casi mántrico, Charly canta: “La llave que yo tengo puede abrir tan sólo el corazón de los extraños”. Y luego avisa: “Jamás me encontrarás de nuevo aquí”. Tal vez fue sólo poesía, aunque vuelve al asunto en otras canciones. Como en “Anhedonia”, acerca de la incapacidad de sentir interés, satisfacción y placer. O “A punto de caer”, en compañía de Fabiana Cantilo. Para Charly vendrían años aciagos en lo personal con caravanas de internaciones, algunas medidas judiciales interpuestas por parte de su familia, entornos inconvenientes y el escarnioso tratamiento que el amarillismo comenzó a darle a su figura.
Por eso el “hit” que dejó Cómo conseguir chicas fue “Fanky”, tal vez la canción de letra y música más sencilla, pero también más efectiva: el tema hace honor a su nombre y abre un paréntesis entre tantos mid-tempos y texturas densas para poner a Charly y sus Enfermeros en una frecuencia más radiable. Porque los ’80 fueron oscuridad pero también baile, y el disco con el que García cerraba esa década no podía obviar éste último detalle.
“Gozar es tan parecido al amor” armoniza Charly en el principal “éxito” de su último gran disco vocal (en Filosofía barata y zapatos de goma, el siguiente, ya se insinúa la vena raspada). El reiterativo “no puedo parar” se enlaza con “todo el tiempo vivo en éxtasis” de “En la ruta del tentempié”, de Parte de la religión: en sus dos últimos discos de los ’80 Charly despide la década con grandes dosis de belleza pero también algunas señales de algo que se presagiaba inminente.