¿Quién hubiera pensado que en pleno 2015 el viejo cuento de la Cenicienta sería un éxito de taquilla en los cines y que su contenido seguiría replicando los antiguos cánones de género? Porque es cierto que esta película tiene actrices de la talla de Cate Blanchett o Helena Bonham Carter, y que los personajes tienen cierta profundidad o matices respecto al cuento original, pero los estereotipos básicos se mantienen ahí, incólumes al paso del tiempo.
Mientras veía la película junto a una pre adolescente de 11 años reflexionaba sobre cómo aquellos viejos cuentos de cuando era una niña, siguen reproduciendo la misma historia de antaño: la joven devenida en sirvienta que se enamora del príncipe azul y finalmente, tras ser rescatada, logra cumplir su sueño y casarse con él para convertirse en reina. Pero lo peor: funciona. Lo mismo que en las novelas mexicanas, venezolanas o las ahora populares turcas.
Me preguntaba sobre las diferencias de contexto entre la época del cuento original y el hoy: claro antiguamente la forma de “ascenso social” de las mujeres era casarse, y obviamente el premio mayor era casarse con un príncipe de la realeza. Pero en el Chile del siglo XXI se supone que una mujer aspira a estudiar o trabajar, ser independiente y tal vez allí formar una familia o emparejarse.
Sin embargo los estereotipos siguen estando allí, como si nada hubiera cambiado: la bella joven, delgada por supuesto, con una cintura increíblemente fina, tez blanca, pelo rubio. El “apuesto” príncipe de ojos azules, alto, delgado pero fuerte. El hada madrina que la transforma de sirvienta en princesa de ensueño.
No sólo están presentes los estereotipos físicos, sino también la noción de amor romántico que resiste el paso del tiempo sólo adaptado a los nuevos contextos, cómo señala Coral Herrera en el libro La construcción sociocultural del amor romántico : “La principal característica de la ideología amorosa hegemónica en la actualidad occidental es la institucionalización de los sentimientos y las relaciones afectivas bajo una ideología patriarcal en forma de sistema monogámico, heterosexual, regulado , entre adultos bendecidos por la Iglesia y el Estado”, y obviamente entre personas “bellas” y delgadas, agregaría. |
