Circuló en estos días la paternal amonestación: "no hay que salir a hacer cacerolazos! Se quieren ir y nos quieren echar la culpa!".
¿Quiénes se quieren ir? El gobierno. ¿A quién le quieren echar la culpa? Al peronismo. ¿A quién le habla el peronismo? A las masas ¿Por qué? Porque al parecer entre ellas hay quienes dijeron, ante la abrupta devaluación del lunes 12: salgamos a hacer cacerolazos: ¿no es eso lo que hacemos los argentinos cuando un gobierno nos estafa? Pero los ganadores de las últimas PASO quieren que todo esté tranquilo, que la casa esté en orden para cuando lleguen.
Pese al conocido y paternal "de casa al trabajo y del trabajo a casa", hubo un momento mítico y fundante del peronismo que reunió masas, calles, líderes y muertos.
No fue Perón, sino las masas las que fundaron al peronismo y al gorilismo el mismo día. Y hay literatura para dar cuenta de eso.
Borges escribió La fiesta del monstruo que es un cuento excelente, o tal vez un monólogo excelente, que funda todos los clissés del anti peronismo. Desde hablar de Perón como el monstruo a ver a los trabajadores en la calle como animales o bestias homicidas.
Del otro lado están las patas en la fuente, símbolo compartido como una moneda: cada cual ve lo que quiere de acuerdo a qué cara tenga enfrente. Algunos ven trabajadores que se refrescan, otros salvajes que repostan.
Y el mito, como muchos, como las confesiones religiosas, tiene un mártir. Para Borges fue un pobre judío que pasaba por ahí. Para los peronistas fue Ángel Darwin Passaponti.
Hijo de padre anarco (de ahí Darwin) y madre ultra católica (de ahí Ángel), el niño fue bautizado a escondidas mientras el padre iba a un encuentro de anarquistas. Ganó la cruz sobre las canciones libertarias.
Poeta, estudiante secundario, anticomunista, anti capitalista, fascista. Fue parte de la Alianza Libertadora Nacionalista (la misma a la que perteneció Rodolfo Walsh y que luego repudió). Y, como estudiante, formó parte de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios, que hizo un viraje al peronismo hasta 1946. (La UNES y la ALN eran anticomunistas, antidemocráticas y anti oligárquicas y anti semitas. Tenían voluntad de partido, pero se quedaron sólo en grupo de choque).
El pequeño Darwin a los 17 años escribía poemas en honor de la sangre, la fuerza, la voluntad y el Duce.
Dice uno de sus poemas:
Quise cruzar la vida
con la luz del rayo
que el espacio alumbra,
seguro de no vivir más que un instante,
seguro de no morir debilitado.
Así como el rayo,
corto, breve y soberano.
No era Gabrielle D’Annunzio. Pero seguía sus pasos.
Entendió que lo más parecido y cercano a Mussolini era Perón. Se hizo peronista.
El 17 de octubre del 45 lo encontró rompiendo vidrieras en el diario Crítica, anti peronista. Desde los balcones del edificio del diario Crítica le dispararon un balazo directo al cráneo y así terminaron con la mediocre carrera poética de Passaponti.
Si hubiera seguido vivo hubiera formado parte de Tacuara y hubiera conocido al aventurerista Joe Baxter.
En palabras de Juan Domingo Perón al padre de Darwin:
"Su amabilidad me ha traído el recuerdo de su hijo Darwin Passaponti, nuestro primer peronista, muerto el 17 de octubre de 1945 frente a Crítica y desde aquí me uní al homenaje que el Peronismo, en su tumba, rindió con motivo del aniversario de su fallecimiento y que en esta ocasión rememoro con emoción".
Lo reivindican grupos peronistas. Lo reivindicaron intelectuales peronistas que acusan a los comunistas de su muerte. Y da nombre (La Passaponti) a la agrupación juvenil de cierto partido que, bien podríamos decir, ve con buenos ojos al partido nacionalsocialista alemán y su programa de solución final para los judíos.
Un mismo día dio a luz dos mitos diferentes. No por nada Borges crea bandas bestiales que matan judíos; no por nada los peronistas crean un mártir asesinado por los marxistas. |