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La Izquierda Diario
24 de agosto de 2019 Twitter Faceboock

120 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE BORGES
Borges y el pacto de impunidad en el terreno de la cultura
Facundo Aguirre | @facuaguirre1917

Jorge Luis Borges es un escritor extraordinario. Esta nota no trata de una crítica a su obra literaria sino de la utilización de escritores, artistas e intelectuales como símbolos de época por parte de las clases dominantes y el establishment, lo que responde a distintas necesidades de legitimación.

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Jorge Luis Borges es un escritor extraordinario y, se lo ame o se lo odie, logro sus laureles a fuerza de talento y de una literatura exquisita, nutrida de una cultura enciclopédica admirable. Quiero que quede claro de entrada, esta nota no trata de una crítica de la obra literaria de Borges, ni toma partido a favor o en contra de su literatura.

Lo que trataré de expresar es una hipótesis. La cultura no es neutral a los acontecimientos históricos y políticos. La utilización de escritores, artistas e intelectuales como símbolos de época por parte de las clases dominantes y el establishment responden a distintas necesidades de legitimación.

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Jorge Luis Borges fue reivindicado por la restauración democrático-burguesa de 1983, al igual que Ernesto Sábato —autor del Prólogo al Nunca Más—, porque simbolizaba la idea de una cultura universal ajena a los avatares sanguinarios del terrorismo de Estado. Fue el pase silencioso de un escritor reaccionario, anticomunista y antiperonista que apoyo a los genocidas a la apología de la democracia capitalista. Un recorrido similar a la de la triunfante UCR que pasó de llamar a aniquilar a la guerrilla fabril y colaborar activamente con centenares de funcionarios con la dictadura a ser baluarte de la nueva democracia burguesa de la mano de Raúl Alfonsín.

Por otra parte los escritores militantes como Paco Urondo, Rodolfo Walsh o Haroldo Conti, no recibieron el mismo reconocimiento y, por su costado combatiente, fueron presentados simplemente como víctimas.

Una manifestación de la elasticidad moral de las élites ilustradas de la Argentina.

Un heredero de Lugones

Pero Borges fue un reaccionario en toda la línea. “La democracia es una superstición, basada en la estadística. Toda la gente no entiende de política, como no podemos entender todos de retórica, de psicología o de álgebra”, declaraba el escritor en 1976 al diario El País de España.

Esta idea de la calificación de las personas para decidir sobre la vida política es un eco de aquel cuento “La fiesta del monstruo”, donde junto a Adolfo Bioy Casares expresa sus temores y desprecio por las multitudes populares propio de la oligarquía argentina de la década del 40. Un Borges arrepentido sostendrá luego que "Escribí alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística; yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. El 30 de octubre de 1983, la democracia argentina me ha refutado espléndidamente", dice en Clarín el 22 de diciembre de 1983. La elasticidad moral de Borges es funcional a la elasticidad moral de los partidos de la burguesía argentina.

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El autor de El Aleph fue condecorado el 22 de septiembre de 1976 por el Chacal chileno Augusto Pinochet, de quien dijo: "Él es una excelente persona, su cordialidad, su bondad... Estoy muy satisfecho... El hecho de que aquí, también en mi patria, y en Uruguay, se esté salvando la libertad y el orden, sobre todo en un continente anarquizado, en un continente socavado por el comunismo. Yo expresé mi satisfacción, como argentino, de que tuviéramos aquí al lado un país de orden y paz que no es anárquico ni está comunizado".

Para Borges era un honor defender al dictador chileno cuyos crímenes eran denunciados en todo el mundo. "(Lo defiendo) porque emocionalmente sentí que debía hacerlo. Ahí posiblemente ha hablado mi emoción más que mi forma. Los he defendido por razones emocionales ante todo y porque soy enemigo del comunismo. Creo que eso no es ningún misterio. No lo he podido ocultar. Yo siempre he sentido afecto por Chile y me parece que si ahora Chile está salvándose y de algún modo salvándonos, le debo gratitud. Yo, como argentino, le debo gratitud".

El crítico David Viñas supo subrayar que en Borges se podía rastrear la voz de Leopoldo Lugones que había manifestado en los años ‘20 tuviera lugar “la hora de la espada”, algo que en su elogio a Pinochet se manifiesta con todas las letras: "Hay un hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a todo el mundo. En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita, Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad. Creo que mereceremos salir de la ciénaga en que estuvimos. Ya estamos saliendo, por obra de las espadas, precisamente. Y aquí ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada".

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Borges también fue en mayo de 1976 parte de los almuerzos de intelectuales con el genocida Jorge Rafael Videla, junto a Sábato, Horacio Esteban Ratti y el sacerdote Leonardo Castellani. Según relata el propio Videla, Borges lo saludó diciendo “¡Ave, César, vencedor de los peronistas!”. Y el mismo Borges declaro que el genocida era “todo un caballero”.

Por último recordemos su autocritica del apoyo a los republicanos en la Revolución española: “Yo estaba del lado republicano, pero luego me di cuenta, en la paz, de que Franco era merecedor de elogios”.

Un movimiento circular

David Viñas señalaba, comparando a Borges y Perón, que: “Podría decirse, para intentar comprender un poco mejor, que Borges y Perón “son dos burgueses”. Dos grandes burgueses. Y si se quiere, los dos burgueses más célebres que haya producido Argentina. Que con ellos culminan la literatura y la política concebidas en el núcleo programático inicial de 1845, dado que Perón y Borges –a pesar (y a causa) de sus contradicciones y sus matices– son la concreción perfecta de esta conciencia posible. Lo que quiero decir es que las variantes a las que puede llegar el pensamiento burgués son infinitas. Infinitas sus posibilidades de combinación, pero finitos los ingredientes a partir de los cuales han sido formuladas la teoría y la proposición programática; y, lo que hoy me preocupa, agotadas. Porque si sus combinaciones pueden hacerse en un espacio imaginario (sea Madrid o un relato), su finitud y su agotamiento eclosionan en un espacio histórico concreto: la Argentina actual. Es por eso que estos grandes símbolos que son Borges y Perón ya no constituyen hoy (justificando, realimentando y, si puede decirse, mitificando) sino un movimiento circular”.

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Como nos recuerda Pablo Minini en La Izquierda Diario “La burguesía y la oligarquía argentinas usan a Borges como estandarte no por su poética o su técnica, sino por la acumulación enciclopédica de saberes, mito que el mismo escritor construyó conscientemente”, y agreguemos que la burguesía argentina, o mejor dicho que Perón como representante de la burguesía argentina, supo contener a la clase trabajadora para defender aquella acumulación de los terratenientes y capitalistas.

Las dos variantes del programa burgués originario llevaron a un genocidio contra la clase trabajadora que luego del Cordobazo de 1969 protagonizo una insurgencia obrera y popular que ponía en cuestión al país burgués. Para que el movimiento circular siguiera funcionando, luego del fracaso de los militares, era necesario cubrir de ropajes democráticos a los partidos colaboracionistas y declarar la inocencia de la cultura.

El Pacto de Impunidad en la cultura

El país donde la burguesía y el imperialismo habían llevado a cabo un baño de sangre para restaurar su orden había sido demolido por una combinación de la derrota militar frente al imperialismo británico en Malvinas y la movilización popular. Las FFAA eran odiadas. Una burguesía con las manos ensangrentadas y partidos colaboracionistas necesitaban de figuras creíbles e inmaculadas, en el terreno de la cultura, para encubrir sus crímenes y resaltar el valor de la democracia como continuidad de su dominio.

Si la democracia burguesa argentina de 1983 tuvo como principio fundante un Pacto de Impunidad con los genocidas, el encumbramiento de Borges como máximo icono de la intelectualidad nacional, fue su manifestación en el terreno de la cultura. Digamos que la valoración del establishment de Borges como el gran escritor nacional es continuación de lo que sucedió bajo el reinado de los militares que llegaron al extremo de prohibir la imitación que del intelectual argentino hacia el actor Mario Sapag en el año 1981.

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La reivindicación democrático-burguesa del escritor muerto en Ginebra en 1986, de un Borges edulcorado “arrepentido” de su apoyo a los militares, vino a funcionar como una especie de extensión de la teoría de los dos demonios en el terreno de la cultura, donde intelectuales “neutrales” no pudieron más que ser víctimas de dos violencias criminales análogas, como le sucedió al conjunto de la sociedad.

Esta operación intento sepultar en el olvido a los intelectuales y escritores militantes que como Rodolfo Walsh, Paco Urondo o Haroldo Conti, por citar solo algunos, fueron asesinados y desaparecidos por los grupos de tareas de la dictadura. Su crimen fue el haber militado por un cambio radical de la sociedad.

 
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