Cinco grandes fotógrafos pusieron el ojo y el cuerpo para registrar en los distintos frentes los hechos de la Segunda Guerra Mundial: George Rodger, Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, W. Eugene Smith y Yevgeni Khaldei. Las fotos que presentamos son parte del trabajo que realizaron, que sin duda ayudó a contar y a entender la guerra.
George Rodger, Robert Capa y Henri Cartier-Bresson fundaron en 1947 (junto a David Seymour y William Vandivert) la agencia Magnum Photos, primera cooperativa independiente de fotógrafos. La necesidad de independendizarse de las imposiciones de la prensa, decidir con libertad los temas y controlar la edición y publicación de su trabajo, llevó a la conformación de la cooperativa. La dramática experiencia de la guerra, además los llevó a orientar su vida profesional hacia otros rumbos. Salvo Capa, quien murió al explotar una mina mientras cubría la guerra en Indochina, los demás se dedicaron luego a trabajos ensayísticos o reportajes de largo desarrollo.
Cartas sin destinatario
El inglés George Rodger llegó a la ciudad de Coventry el 15 de noviembre de 1940. La ciudad fue la más golpeada por el bombardeo aéreo de la noche anterior, como parte del llamado Blitz contra objetivos civiles e industriales, debido a que muchas de sus fábricas de automóviles habían sido adaptadas para fabricar aviones y componentes para la guerra. “...Mientras las ruinas calcinadas continuaban humeando tras el largo raid nocturno, contemplé cómo la ciudad volvía a la vida. Muchos de los que se habían quedado sin casa eran evacuados y se organizó rápidamente el abastecimiento de alimentos para los que se quedaron. La vida debía continuar, pero muchos de los carteros en servicio se encontraron con que las direcciones habían desaparecido...”
El día “D”
El desembarco en Normandía fue cubierto por Robert Capa para la revista Life. La foto publicada, una de las diez que se salvaron, se convirtió en una de las imágenes más representativas de la irracionalidad de la guerra. (Robert Capa, las fotos perdidas del dia D).
La mujer rapada
El fotógrafo llegó a Chartres, en el norte de Francia, un poco tarde. Se había enterado de los juicios y ejecuciones sumarias contra colaboracionistas que estaban sucediendo en la ciudad, y viajó enseguida arribando cuando el trabajo del peluquero había terminado: doce mujeres acusadas de “colaboración horizontal” con los nazis fueron rapadas para luego ser detenidas y juzgadas por traición. Capa hacía dos meses que acompañaba el avance de las tropas aliadas luego del desembarco en las costas de Normandía, haciendo la cobertura para la revista Life. El 18 de agosto de 1944 se encontró en una ciudad en pleno festejo por el fin de la ocupación nazi. En las calles una multitud endomingada y eufórica escoltaba a una mujer rapada con un niño en brazos, acompañada por un policía hacia su lugar de detención. La multitud descargaba la impotencia de los años de ocupación en esa mujer y en sus padres, que también la acompañaban. Capa elige hacer la foto enfrentando a la multitud que festeja, poniendo en el centro de la escena a la mujer con su bebé. Según el crítico Raúl Beceyro, con esta decisión el fotógrafo pone, en la foto, las cosas en su lugar. Donde los habitantes de Chartres ven la representación del sometimiento nazi, el fotógrafo ve el drama de una mujer que será castigada por haberse acostado con un soldado enemigo. Y hace la foto para comunicar esa idea. “Solamente desde ese punto de vista preciso (enfrentándose a los habitantes de Chartres) y en ese momento (en el instante exacto en que la mujer rapada mira a su hijo) se produce la concordancia entre la visión del mundo del fotógrafo y los elementos específicos de la fotografía: punto de cámara, gesto del personaje…El mismo día en que, al menos para los habitantes de Chartres, una tragedia tocaba a su fin…nacía otra tragedia, la de una mujer con una marca infamante, junto a su hijo. Es esta tragedia que nace, el tema de la fotografía.”
Un momento de nobleza
William Eugene Smith se embarcó en un portaaviones de la armada estadounidense que combatió contra Japón en las islas del Pacífico. Para John Berger, escritor y crítico inglés, el estadounidense fue probablemente el más subjetivo y a la vez el más profundamente humano de los grandes maestros del reportaje y la narración fotográfica. Sobre la foto de un niño herido, encontrado por un soldado en la montaña de Saipán en junio de 1944, dijo: “...la imagen de la Piedad...Una imagen de la ternura y la aflicción. La figura de la víctima, sufriente o muerta, por su propia naturaleza es siempre horizontal. La figura de quien la sana o llora es vertical. Las dos forman una cruz...Esta es una idea recurrente en las fotos más conocidas de Smith...vez tras vez nos encontramos con el mismo tema emocional de la víctima en posición horizontal, atendida, llorada o sostenida por alguien en posición vertical y movido por la compasión...” Según Berger, Eugene Smith se identificaba siempre con la víctima. Su convencimiento acerca de la decadencia humana lo llevó a recorrer el mundo al acecho de los raros momentos de nobleza. “...esos eran los momentos que deseaba registrar...y mostrar en toda su atroz gloria...” Smith siempre discutió con sus editores, quejándose del mal uso que se hacía de sus fotografías, de la sustitución de una visión del mundo por otra, en la que por ejemplo “...Una Piedad se convertía en portada de revista”
La última foto de la guerra
En abril de 1945, la derrota alemana era inminente y los aliados estaban a punto de proclamar la victoria. En Leipzig, Alemania, Robert Capa acompañaba a un pelotón de artillería en un edificio. En un departamento del quinto piso dos soldados que estaban disparando con su ametralladora apoyada en una mesa junto a la ventana, salen al balcón para tener una mejor posición para cubrir a las tropas que avanzaban por la avenida. Capa hizo algunas fotos de los soldados disparando a través de la ventana, y luego en el balcón. Desde allí tenía una buena vista y pensó en hacer fotos de los soldados atravesando el puente. Imaginó que esas serían las últimas fotos de la guerra para su cámara. De pronto uno de los soldados cayó herido frente a él. Las últimas fotos que tomó con sus dos cámaras fueron las del soldado muerto. Life publicó la foto un mes después en el número especial sobre el fin de la guerra, sugiriendo que éste había sido el último soldado en caer, aunque muchos más murieron en las tres semanas previas al fin de la guerra.
La informante
Henri Cartier-Bresson, quien se había unido a la división “Film y fotografía” del ejército francés, cayó prisionero en 1940, logrando escapar recién en 1944, a tiempo para cubrir la liberación de París y los últimos meses de la guerra en Europa. Durante los años posteriores viajó a India, China, la URSS, Cuba y México. “Yo me ocupo casi en exclusiva del hombre...El hombre y su vida, tan breve, tan frágil, tan amenazada...” dijo sobre los temas de su fotografía.
En esta foto de 1945, una informante de la Gestapo es reconocida en un campo de prisioneros en Dessau por una mujer que había sido denunciada por ella. Las fotos posteriores de la serie muestran escenas casi de linchamiento. Cartier elige ésta para ser publicada. Quizás porque muestra una tensión acumulada, todas las miradas convergen en la culpable, señalada y zamarreada por la víctima de su delación.
La bandera roja flameando en Berlín
El soviético Yevgeni Khaldei, fotógrafo autodidacta nacido en Ucrania en 1917, fue a cubrir la guerra como corresponsal de la agencia Tass. Acompañó al Ejército Rojo desde su entrada en la guerra en 1941, hasta la llegada a Berlín. El 2 de mayo de 1945, inspirándose en la famosa foto de los marines izando la bandera en Iwo Jima semanas antes, subió a los techos del Reichstag con un grupo de soldados días después de la victoria, les dio una bandera roja con la hoz y el martillo y los hizo posar para la posteridad. Se dice que además agregó las columnas de humo que se ven sobre el horizonte y borró relojes en las muñecas de los soldados (probable fruto de los saqueos posteriores a la victoria). Es sabido que el retoque fue utilizado habitualmente en la fotografía oficial de la URSS durante la época stalinista, en especial para quitar a los dirigentes opositores de las imágenes históricas. En este caso, Khaldei puso en escena una representación de la victoria sobre los nazis “acomodando” la realidad. También realizó un montaje en la foto que muestra el Reichstag en ruinas, agregándole aviones en vuelo y un tanque en primer plano. Las alteraciones fotográficas no modificaron la historia: la victoria del Ejército Rojo sobre los nazis fue real y concreta, aunque le costó a la URSS veinte millones de vidas.
Fuentes bibliográficas:
Magnum.Hojas de contacto. Editorial Blume (Barcelona, 2011)
Raúl Beceyro. Ensayos sobre fotografía. Editorial Paidós (Buenos Aires, 2005)
Maestros de la fotografía. Estudi CASES. Clarín (Buenos Aires, 2008)