Hace un año junto con mis compañeros de la AJA y cientos de estudiantes realizamos una marcha rumbo a rectoría, para repudiar el cobro de cuotas en CCH, las irregularidades académicas, y la violencia contra compañeros de la UNAM.
Fue una marcha que concluyó con un mitin en la explanada de rectoría, mitin que no pudo concluirse pues la rectoría decidió responder no sólo con las puertas cerradas, sino con un canalla ataque porril.
La desesperación, el miedo y el enojo se condensaron en un repliegue. Pese a que éramos mayoría, muchos de los asistentes eran menores de edad pertenecientes a los bachilleratos de la UNAM que no habían vivido un ataque de ese tipo.
Recuerdo haber perdido de vista a varios de mis compañeros que se quedaron en la explanada de rectoría a ayudar, e intentar contener el ataque, mientras intentaba ayudar a calmar y "rescatar" a compañeros que no conocía de la explanada de rectoría.
Minutos después me enteré que compañeros cercanos habían resultado heridos, recuerdo que la impotencia de haber "chispado" a desconocidos pero no poder ayudar a mis compañeros que también se quedaron a ayudar a los demás.
Como si se tratase de una coreografía perfectamente planeada, así como aparecieron los porros, desaparecieron. Tiempo después confirmamos las sospechas, las mismas autoridades de la UNAM habían evacuado a los porros después del ataque.
No había claridad en que era lo que pasaba, hace más de 30 años que no se presentaba un ataque con esas características. Sin embargo, sabíamos que teníamos que denunciarlo, grabamos un pequeño video (que días después se haría viral retomado por distintos medios, y generó el pánico de mis familiares y amigos de ellos), y junto con otros sectores convocamos una primer asamblea en la facultad de filos.
Meses de paros, asambleas de muchas horas y movilizaciones le siguieron. Durante las asambleas, una de las peleas fundamentales era que pudieran ser abiertas, en espacios amplios, democráticos; estos eran hilos de continuidad que compañeros que participaron de la Huelga del 99-00 nos habían transmitido, como bases fundamentales para vacunar al movimiento ante intentos de desvío.
No obstante, no pudimos garantizar que no operaran al interior del movimiento individuos pertenecientes a partidos del régimen, que se presentaban como independientes, y atacaban a las organizaciones de izquierda independientes del gobierno, e intentaron quitarnos la posibilidad de participar.
Su tarea era clara: contener y desviar el descontento. Así se expresó cuando se pelearon a muerte para quitar la consigna de FUERA GRAUE, cuando sabíamos que el había orquestado el golpe, y que aunque la lucha no acababa con la renuncia del rector, era una demanda política que ponía sobre la mesa, el financiamiento de los porros por parte de la rectoría, la antidemocracia imperante dentro de la UNAM, y los oídos sordos que tienen para las víctimas de violencia y sus familiares. Sin embargo, dichas personalidades insistieron en darle el beneficio de la duda.
Aunque pareciera que no se ganó nada, pues Graue se quedó en la rectoría -y ahora intenta reelegirse- y no avanzamos en la democratización, disolución del aparato de vigilancia y represión, empezando por los porros, lo que permitió el proceso fue marcar un precedente que dejó muchas lecciones.
En primera, no podemos confiar en las autoridades. Por otro lado, la necesidad de sumar a sectores de trabajadores a la lucha, pero también, siempre bregar por los métodos más democráticos y amplios dentro del movimiento, con delegados rotativos, revocables, que se atengan al mandato de base, y asambleas abiertas para todos.
Si algo quedó claro es que el gobierno de López Obrador (que recién entraría) cerró filas con la rectoría para contener.
En el contexto actual, la lucha por la defensa de la educación pública y gratuita, contra la violencia y la represión es más que vigente.
El proceso me convenció aún más de que estoy con las personas correctas, ahí me hice más cercana a compañeros y compañeras con las que hoy milito, y otras personas que tomaron un rumbo distinto, pero sin embargo sabemos que estamos del mismo lado de la barricada, nunca con las autoridades, ni con el Estado, siempre del lado de los de abajo, de los pobres, trabajadores, precarizados. A ellos les agradezco las infinitas experiencias y enseñanzas.
A un año del ataque porril, seguimos… y seguiremos hasta transformarlo todo. |