Este año termina el periodo del rector Enrique Graue al frente de la máxima casa de estudios. Entre los rumores de su probable reelección, como mediación con el PRI, o la llegada de una figura cercana a los intereses de la Cuarta Transformación y el MORENA, escribimos este texto para incitar a la reflexión dentro de la comunidad universitaria. Pensar en una Universidad distinta ¿es posible? ¿cómo?.
Autonomía y democracia. Un poco de historia
Por alguna razón, pareciera establecerse una relación directa entre estas dos palabras: autonomía y democracia. Para poder diferenciarlas, es necesario verlas a través de los ojos de la historia.
En 1918 estalló en Córdoba, Argentina, una revuelta estudiantil que buscaba democratizar la Universidad, cuestionaba abiertamente la estructura y la concepción clérico-medieval de la misma. Fueron estos mismos estudiantes los primeros en plantear un cogobierno que incluyera la participación estudiantil en la toma de decisiones, la libertad de cátedra y de elección por parte de los estudiantes (tanto de cátedras como de sus representantes).
Este movimiento tuvo repercusiones en las universidades de América Latina y trastocaría las estructuras de gobierno de la mayoría de las mismas a través de la creación de consejos y de otorgar, en algunas otras también, la libertad de cátedra.
La autonomía en la Universidad Nacional de México se logró limitadamente en 1919 después de un movimiento estudiantil. Sin embargo, en el Consejo Universitario había un representante del Gobierno Federal, los acuerdos del Consejo podían ser vetados por el gobierno y el rector era designado por el presidente. Fue hasta 1944 que el entonces presidente Manuel Ávila Camacho convocó a un grupo de universitarios encabezados por Antonio Caso y Eduardo García Máynez para que elaboraran un proyecto de Ley Orgánica que es la que rige la Universidad actualmente, todo esto debido a la presión y movilización estudiantil.
Aunque en teoría la autonomía está pensada para evitar la injerencia del Estado en la vida universitaria, por la vía de los hechos está demostrado que los rectores responden a intereses políticos. Como el caso de José Narro, quien fungió como rector del 2007 al 2015 y quien en junio de este año renunció a sus 46 años de militancia en el PRI, partido de cuyos intereses fue garante durante su periodo al frente de la UNAM.
No solo eso, la estructura universitaria no garantiza la democracia al interior. No solo por la baja participación para la elección de los representantes en el Consejo, ni porque los mismos sean en su mayoría gente vinculada a las mismas autoridades, o porque la figura del rector tiene derecho de veto a cualquier propuesta que emane de ahí, sino también porque el mismo es elegido por una Junta de Gobierno compuesta por 15 “notables”. La comunidad no tiene ninguna injerencia en esta decisión.
Qué implica que no haya democracia en la Universidad
Los mecanismos que explicamos con anterioridad terminan por evitar que tanto docentes, estudiantes y trabajadores tengan alguna participación real activa en la vida al interior de la Universidad; como quienes pertenecen a la estructura de gobierno responden a los intereses políticos en turno, ergo, abre la posibilidad de avanzar sobre los derechos de la comunidad y los ejemplos son claros.
Los docentes no tienen estabilidad laboral y al igual que los trabajadores de esta Institución, viven en la precariedad; el recorte de becas ahora de la mano de la “austeridad republicana”, las modificaciones de los planes de estudio que tecnifican la educación y que se acoplan a las necesidades del mercado y no a la realidad del país; el acoso que viven cotidianamente las compañeras que integran los tres sectores y la falta de respuesta a los problemas de seguridad; los ataques porriles, la persecución y hostigamiento de los estudiantes que se organizan, son parte de una larga lista de los problemas a los que se ha enfrentado la Universidad en los últimos años.
Pensar en una Universidad distinta
Las universidades juegan un papel muy importante en la reproducción de la ideología dominante. No obstante, experiencias en la historia de jóvenes estudiantes tomando las calles junto a otros sectores como los trabajadores y los campesinos, cuestionando las bases del sistema en el que vivimos, sobran. Estudios sobre la importancia de la educación, la ciencia y la tecnología para resolver los problemas contemporáneos, también.
Los intereses políticos que pesan sobre la Universidad más grande de México, son muchos. Por eso la figura del Rector es tan importante para las clases dominantes y en particular para el gobierno en turno para mantener la estabilidad al interior.
Qué pasaría si en lugar de utilizar los recursos de esta casa de estudios en intereses particulares o para la investigación en la industria privada, se utilizaran para cuestionar y resolver los problemas más acuciantes para los sectores más vulnerables en México. Las posibilidades serían enormes.
Pensar otra manera de administrar la Universidad es posible
Al final, el papel que el Rector juega en la vida universitaria solo sirve a intereses políticos. A través de acuerdos “por arriba” con el gobierno federal es que se orientan los recursos de la Universidad. Por eso en escuelas como la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) se imparten cursos a la Policía Federal o se invita a figuras como Ricardo Anaya a impartir sesiones de diplomados, o incluso cuando comienzan a surgir al interior de las aulas movimientos sociales que cuestionan abiertamente al Estado, como en el caso de Ayotzinapa, los rectores buscan por cualquier vía desarticularlos.
De ninguna manera defienden los intereses de la comunidad, por eso su mejor arma para resolver las problemáticas al interior es "condenarlas enérgicamente", pero sin buscar soluciones de fondo. Su figura puede y necesariamente debe ser abolida para democratizar la Universidad.
Solo la organización de docentes, trabajadores y estudiantes en un cogobierno con representatividad relativa a cada sector, puede llevar a cabo una tarea tan ambiciosa. Figuras como el Rector, la Junta de Notables y el Tribunal Universitario se ven rebasadas, quedan obsoletas y tienen que ser disueltas para poder lograrlo.
Somos nosotros, los miembros de esta comunidad universitaria quienes vivimos día a día las necesidades y carencias y quienes debemos encontrar soluciones reales para estos. Luchar por mejores condiciones de trabajo y de estudio son condiciones necesarias de este proceso, para esto es necesario generar verdaderos mecanismos de participación democrática y de discusión, como es el método asambleario, la elección de representantes rotativos, revocables y con mandato de base, la creación de comisiones, etc.
Ninguna de las demandas de los tres sectores puede resolverse de manera aislada y necesariamente llevan a cuestionarnos qué Universidad queremos, cómo podemos organizarnos por escuelas, Facultades y dependencias para poder lograr que una de las universidades más importantes de América Latina ponga todo sus conocimientos al servicio de la emancipación de la Humanidad y no de una élite o de empresarios.