El 11 de Septiembre de 1973, los militares tuvieron la orden de iniciar las redadas en los denominados “Cordones de la Muerte” como los llamaba Pinochet. No era una orden asaroza.
La fabrica Sumar, Elemental, entre otras fueron sus primeros objetivos. Más del 80% de los detenidos y muchos desaparecidos fueron trabajadores y trabajadoras dirigentes de los Cordones Industriales.
El surgimiento de los cordones industriales y la alianza obrera y popular abría una perspectiva de “doble poder” que pudo poner en jake el régimen de los capitalistas. Esta experiencia de los sectores mas avanzados de la clase trabajadora excedía al gobierno de la UP y mostraba los límites de la estrategia del “frente popular”.
La denominada “vía pacifica al socialismo” estuvo basada en una alianza de colaboración de clases entre las organizaciones obreras y partidos empresariales menores como el partido radical. Allende llego al gobierno aceptando el Estatuto de Garantías Constitucionales, exigido por la Democracia Cristiana, que buscaba garantizar la legalidad del orden; uno de sus puntos fundamentales se refería a la autonomía de las Fuerzas Armadas, las mismas que apenas tres años después hicieron el golpe de Estado para salvaguardar los intereses de los empresarios nacionales y extranjeros.
Mientras la clase capitalista se preparaba para el golpe, Allende incorporó a los militares al gobierno para demostrar que la vía chilena al socialismo, no significaba una ruptura ni un quiebre radical con el sistema capitalista.
Los obreros de los cordones industriales llamaron a organizarse frente al paro patronal y a extender la organización obrera y popular, formar milicias nucleadas en los cordones, frente a la ofensiva del empresariado nacional e imperialista.
El rol del imperialismo en la clase dominante
El golpe fue expresión de la influencia del imperialismo en la defensa de los intereses del régimen capitalista Chileno. Con la CIA, que por medio de financiamiento a grupos de extrema derecha como patria y libertad, el apoyo a sectores conservadores en el ejército como el general Vioux, campañas políticas por medio de “El mercurio” y el boicot económico, buscaron defender el régimen capitalista. Los intereses del empresariado nacional no distaron de las ordenes de Washington.
En este sentido los sectores de la izquierda que promovieron una alianza con el empresariado nacional, chocaron contra los poderes reales del empresariado Chileno.
La ofensiva de la burguesía
Frente al proceso de cuestionamiento y asecnso de masas que se vivía en Chile desde la década de 70. El empresariado chileno no dudo en utilizar todos los métodos para cuidar sus intereses. El “respeto a la democracia” fue una herramienta hipócrita que la utilizan solo a su medida.
En octubre de 1972, la SOFOFA, la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), junto a los gremios patronales del comercio minorista y la pequeña industria y organizaciones del transporte privado (camioneros y locomoción colectiva) organizaron un paro en contra de la UP con el objetivo de obligar a Allende a renunciar a las reformas o dimitir. Esta acción fue apoyada por Estados Unidos a través de la CIA, que una vez más contribuyó con financiamiento económico.
Mientras tanto, en las calles, el Partido Nacional (máximo referente de la derecha chilena) y grupos de extrema derecha como Patria y Libertad organizaron marchas y cortes de calle contra el gobierno.
Ya consumada la desestabilización, del cual todos los partidos conservadores fueron parte incluida la democracia cristiana, El paro patronal de octubre de 1972 contó con el apoyo directo de la DC, siendo uno de sus mayores impulsores al interior del partido, Patricio Aylwin Azócar, futuro Presidente de la República de Chile en 1990. Consumada la desestabilización, el golpe fue inminente.
La ubicación de vanguardia de la clase trabajadora y un embrión de poder obrero
Frente a este escenario la clase trabajadora cumplió un rol estratégico para buscar enfrentar la ofensiva patronal.
Los “cordones de la muerte” eran el miedo de Pinochet. La creación de organismos embrionarios de poder obrero, que frente al desabastecimiento, la inflación y el bloqueo económico, diesen una respuesta desde la organización obrera a las crecientes necesidades de los sectores populares.
Es al calor de la lucha contra la derecha que nace el Cordón Cerrillos, un conjunto de más de 250 fábricas del sector Sur de Santiago, y que frente a la experiencia del paro patronal de Octubre, ven en la auto-organización de los trabajadores y la independencia de los patrones -que han abandonado los lugares de trabajo- una respuesta directa a la crisis abierta. Así hasta mediados de 1973, se habrán creado alrededor de 31 Cordones Industriales en todo el país, perteneciendo 8 de ellos solamente a Santiago.
Será por medio del poder de los cordones industriales, que en conjunto con los Comandos Comunales -comités de coordinación territorial- sirvan como un puente que permita dar solución a la alimentación, la salud, la educación, transporte, etc. Será desde estos organismos donde se formarán comitivas de trabajadores, dedicadas a ayudar a campesinos y trabajadores del sector rural a la apropiación y toma de terrenos, esto sin embargo obstaculizados por la barrera del carácter del estado burgués que aún se mantiene.
Coordinaban fábricas expropiadas bajo gestión de sus trabajadores, conectadas con los barrios populares, para tratar de satisfacer todas las necesidades. Y no sólo organizaban a trabajadores sindicalizados del campo y la ciudad sino también a los sectores marginados: los pobres y desocupados.
Estos eran claramente el verdadero enemigo de EEUU y de la oposición, porque cuestionaban abiertamente la propiedad privada.
En Chile, hizo falta un partido revolucionario basado en una estrategia de independencia de clase que se propusiese desarrollar estos embriones de poder obrero, en alianza con los sectores populares y la juventud. Una estrategia insurreccional de masas con hegemonía de la clase trabajadora. No solo como defensa frente a la política de los empresarios, cada vez mas hostil y abiertamente reaccionaria, si no como órganos de un nuevo gobierno.
El MIR ya en los 70 llegó tarde para esta tarea. Pasaron de un abstencionismo con respecto al surgimiento de la unidad popular a un “apoyo crítico” a Allende durante los años 70, sin sostener una política de independencia de clase de forma coherente, presos de un militarismo impotente para responder al asenso de masas que planteó perspectivas de poder obrero. |