“Ten paciencia, mujer que eres oscura”
Alfonsina Storni
La docencia es un oficio con mayorías femeninas. Se la consideró históricamente una extensión de las tareas “naturales” de las mujeres. Se habló y se habla de la maestra como “segunda madre”, muchas veces para justificar que las asalariadas tengan que suplir con buena voluntad y muchas horas extras la precarización y vaciamiento general de la educación pública, así como la situación de miseria a la que son condenadas millones de familias trabajadoras. Hasta una canción de María Elena Walsh, que no es precisamente una tipa conservadora, le pone esta mochila a las maestras, aunque lo haga con buena intención.
A contrapelo de este mandato social, muchas mujeres vieron en la docencia una vía de acceso al mundo de la cultura y la literatura. José de Maristany señala en su artículo “Maestras que escriben” que desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX para las mujeres que no provenían de familias pudientes e ilustradas, la docencia -junto con el periodismo- era la única forma de convertirse en escritoras, y lograr, con ello, algún tipo de independencia económica e intelectual. Hay una larga tradición de escritoras argentinas que se desempeñaron como docentes o se recibieron de profesoras de Letras, entre ellas Carlota Garrido de Peña, Alfonsina Storni, Amelia Biagioni, Olga Orozco, Elsa Bornemann, Laura Devetach.
Desde estas posiciones introdujeron una especie de lado oscuro al oficio, algo que no termina de concordar con el rol que se esperaba de ellas, sea porque hacían una literatura “subversiva” (según decía la dictadura de los cuentos infantiles de Bornemann o Devetach, que Videla prohibió) o ajena a las modas (Biagioni) o desafiante de los mandatos patriarcales (Storni).
Hoy es común que mujeres que tienen hijos o que deben trabajar muchas horas opten por carreras de magisterio, menos exigentes en horas y años de cursada que las carreras universitarias. También es común que en cada seccional docente haya maestras y maestros que editan libros propios o ajenos, participan de la vida cultural de sus ciudades y provincias, a la par que piensan formas creativas de desarrollar contenidos literarios en las escuelas. Gran parte de la cultura y el arte se mantiene y se trasmite gracias a los maestros y las maestras.
Por eso duele tanto ver en Chubut a una patota del sindicato petrolero sacando las maestras de la ruta, mientras el gobernador no les paga los sueldos. Por eso duele que el día del maestro la policía reprima familias de desocupados en pleno centro porteño, mujeres con hijos a cuestas, hijos que no necesitan gases sino escuelas.
Parece que en esta resistencia al ajuste no solo se juegan salarios, puestos de trabajo y la posibilidad de poner un plato de comida en la mesa. También se juega la cultura toda, la posibilidad de hacer de la vida no solo una lucha constante y brutal por sobrevivir sino una experiencia verdaderamente humana, fraternal, pensante, emocional, conciente, profunda.
Por eso, en homenaje a los y las valientes que se resisten a ser objetos sumisos de opresión, publicamos maestras que escriben, desde Alfonsina Storni hasta algunas compañeras que escriben hoy en día, mientras patean aulas o estudian en terciarios docentes.
Sin más, los invitamos a pispear los textos:
La docente y astillera Nora Buich nos regala un retrato íntimo que muestra el lado B de la docencia. Ese atravesamiento que se sostiene con vocación, amor propio y conciencia de clase. Cuando ser docente es mucho más que las horas frente a clase o bancarla en el piquete.
Poeta y docente mendocina, Nora Bruccoleri nos habla de confiarle cimas al río de montaña. También de trabajadores, atrevidos y capaces; de Santiago Maldonado, dando de a cucharadas su sol de adentro y de las maestras de Chubut, con sus fogatas de valor.
Aquella que Borges llamó “la comadrita chillona” fue convocada por la editorial Espasa Calpe a hacer una selección de su propia obra. Alfonsina seleccionó en contra de la opinión de la crítica y el mercado editorial de su momento. Aquí publicamos el prólogo a esa selección y dos poemas de los que ella reivindicaba contra la opinión de “hombres sabios” de su época.
Desde Rosario, la docente y especialista en literatura infantil Ivana Acevedo nos invita poesía con olor a cedrón y lavanda, túnicas que destiñen noches estrelladas, mujeres que curan con yuyos y rezos, faenas rojas, vagones abandonados y algunas fotos, mitad piedra, mitad pájaro, atrapadas entre un ayer y hoy.
Ornella Meroi tiene 23 años. Estudia profesorado de Nivel inicial a la par que comienza a escribir poesía. Aquí comparte algunos versos que hablan de temas incómodos y de paso también desmitifican eso del rol de madre. |