La sala del Teatro Cervantes estaba colmada por personas de todas las edades, manipulando auriculares para oír la traducción en vivo o pequeños cuadernos para tomar apuntes.
Lorrie Moore y Santiago Llach salieron al escenario pasadas las 20.30hs y luego de una introducción comenzó la entrevista.
“Queremos leer sobre gente que comete errores. Si no cometieran errores sería muy aburrido”, respondió Lorrie mientras repasaban el núcleo de Self-help (Autoayuda), su primer libro de narrativa breve publicado en 1985 y escrito en segunda persona a modo de “sátira sobre la industria de la autoayuda”.
Las influencias no tardaron en salir a la luz: “Chejov, Carver y Hemingway definieron lo que hoy conocemos como el cuento corto norteamericano”. La autora tampoco se privó de mencionar autoras contemporáneas. Su favorita, la canadiense Alice Moore y su nuevo descubrimiento, la argentina Samanta Schweblin de quien reivindicó en particular el cuento “La valija de Benavidez”, por la crudeza y audacia a la hora de relatar un femicidio escabroso.
“Ese cuento de Schweblin me recuerda a algunos de tus cuentos de Like life (1990)”, indagó Llach, a lo que Lorrie respondió, con ironía “¿En serio? Que yo recuerde allí no muere nadie”.
Las historias de Like life tienen un tema común: personajas que lidian con los mandatos de la maternidad y el matrimonio y que por supuesto fracasan en el intento. “En literatura, siempre trabajamos con nuestros errores y fracasos, y quizá esto contiene alguna llave que abre una puerta”.
—¿Y cómo lidiaste vos con esos mandatos?, preguntó Llach.
—Bastante mal. Probablemente me casé con la persona equivocada, probablemente tomé los trabajos equivocados y cometí muchos errores, pero sobreviví. Lo bueno de los errores es que en el momento no te das cuenta de que los estás cometiendo. Te das cuenta después que algo fue un error. Yo trabajé de abogada en Nueva York en los 70. Mucha gente me pregunta cómo era estar en esa ciudad, en ese momento y simplemente les contesto “igual que acá”. Hoy me preguntaron y les dije “es igual que Palermo”, pero porque hay un mito demasiado grande sobre la ciudad en esos años. Después me fui a la Universidad de Cornell, donde estudié dos años y di clases otros dos años. Y finalmente terminé en Wisconsin, a los 27 años y me quedé 30 años allí dando clases. Me casé con un chico de Wisconsin, crie un chico de Wisconsin, me divorcié de un chico de Wisconsin, salí 11 años con otro chico de Wisconsin. Creo que ya estoy harta de los chicos de Wisconsin, son muy lindos, pero ya tuve suficiente de ellos.
—¿Y alguna vez hiciste algo que sabías que era un error solo para escribir sobre eso?
—No. Vas a cometer suficientes errores, no es necesario que los inventes.
El relato “Balbuceo canónico” va de una madre a quién la asalta la culpa una vez que a su bebé le diagnostican cáncer. El relato tiene un final que podría considerarse “inconcluso”. Es que “no hay ningún final limpio y cerradito para una vida, la mayoría de los finales son abiertos” (…) “la remisión en el cáncer es como una pausa indeterminada, y en la vida se tiene eso, una remisión de la mala suerte, pequeñas pausas”.
“Con Trump estamos yendo para atrás en temas como el aborto”
Una gran parte de la entrevista fue dedicada a repasar su novela “¿Quién se hará cargo del hospital de ranas?” (1994), próximo a republicarse en español y resignificado en estos tiempos de movimientos de lucha por los derechos de las mujeres.
La historia va de las adolescentes Berie y Sils, que lidian con un intento de abuso y un aborto.
“Quería escribir un libro serio sobre la amistad de dos adolescentes, cosa que no había leído nunca. Cuando tomás esos problemas como problemas serios, la obra se convierte en feminista. La historia está ubicada en 1972, cuando recién se legalizaba el aborto en Estados Unidos y no era sencillo encontrar un lugar donde se pudiera realizar el procedimiento de forma segura. Y ahora, con Trump, estamos yendo para atrás. En Wisconsin solo hay un lugar donde podés realizarte un aborto. He visto en Madison a una mujer que atiende una clínica y debe usar chaleco antibalas. Sé que en Argentina está siendo difícil obtener siquiera la legalización. En Irlanda recién se logró el año pasado. En el momento en que escribí la historia no tenía intención de generar conciencia sobre el tema del aborto, porque en ese momento en EEUU no había una lucha por eso. Sí quería revelar la vida secreta de las chicas adolescentes. Hoy veo que los adolescentes están mucho más dispuestos a satisfacer a sus padres. Nosotros éramos chicos y chicas de los 60 y 70, no teníamos ninguna intención de gustarle a nuestros padres y manteníamos más secretos”.
—¿Se podría decir que Hospital de ranas es una versión femenina de El guardián entre el centeno, de Salinger?
—Suena muy bien, pero probablemente no podría decirse —respondió y acto seguido contó una anécdota para fans de Salinger: — En 1949 salió publicado un relato de Salinger en una revista para amas de casas. Ese relato luego no fue incluido en ninguno de esos libros y prácticamente no se conoce. Es un relato brillante sobre el Holocausto. Quise publicarlo y le escribí al hijo, Matt Salinger, que es actor y productor de cine, muy exitoso. Me contestó de forma horrible, algo así como que “este pedido evidencia que usted no entiende para nada la obra de mi padre”. Así que habrá que aguantarse hasta que Matt decida dar a conocer esa historia.
“Los editores me piden que piense en los traductores, pero no se puede escribir así”
Aunque probablemente Moore no quiso presentar la cosa como una crítica a la industria editorial de nuestros tiempos, en una parte de la entrevista reveló que existen ciertas presiones para autores que llegan al mercado internacional. Su escritura, para quienes la conocen, es muy coloquial y hace uso de términos del habla cotidiana en Estados Unidos.
“Los editores me piden que piense en los traductores, pero no se puede escribir pensando en eso. La traducción es otro trabajo de escritura. Y lo que siempre se pierde en la traducción es la poesía y el humor. Hay cosas que son graciosas en un idioma y en otro no funcionan. Por ejemplo, una vez escribí un chiste que iba ‘¿cómo llamas a una mujer que se casa con un hombre sin brazos ni piernas? Carrie’, jugando con la sonoridad del nombre que es igual que la palaba “carry’ (en inglés, cargar, llevar en andas). Pero cuando lo tradujeron al francés pusieron ‘¿cómo llamas a una mujer que se casa con un odontólogo desempleado?’, Carie” 😕
Otro dato que suma a esta reflexión tiene que ver con su último libro de relatos, publicado en 2014 bajo el título de Bark (o sea, ladrar o ladrido) pero que fue traducido al español por la editorial Seix Barral como Gracias por la compañía. En fin.
Para finalizar, Lorrie dio unos concejos para todes aquelles que quieren dedicarse a la escritura: “Si escribís ficción tenés que escribir algo que no viviste pero que está cercano a lo que viviste. De ese modo formas parte pero a la vez logras experimentar algo nuevo. Yo prefiero la ficción. Inventar cosas es una manera de hacer la vida más excitante, pero también te habilita a decir la verdad. En la autoficción muchas veces surge el miedo “no puedo poner esto, se va a ofender”, la ficción libera para decir la verdad. (…) No hay ninguna poción mágica, simplemente hay que sentarse y escribir. También hay que leer mucho, pero no las cosas que se supone que “tenés que leer”, hay que leer lo que te da placer y escribir las cosas que te gustaría leer”.
PD: Esta nota peca probablemente de lo mismo que critica. Esta hecha en base a apuntes traducidos rápidamente, pedimos disculpas si no se ajusta a los dichos literales de la autora, pero confiamos en que respetamos lo esencial de sus palabras y que en ningún momento hemos confundido el concepto de ladrido ni metido odontólogos donde había brazos amputados 😅 |