Es viernes. Ignacio* acaba de salir del laburo y piensa en las ganas que tiene de ver a su pequeña recién nacida. Antes tiene que pasar por la oficina para que le den el destino desde el lunes próximo y así organizarse un poco el fin de semana. Ignacio no es piloto de avión, no es camionero ni transportista. Ignacio es uno de los casi 300 trabajadores precarizados del Banco de Córdoba. Hace las tareas típicas de un trabajador bancario –atender en la caja cuando extraés o depositás dinero, cuando cobrás un cheque, cuando comprás moneda extranjera–, pero con jornadas muy particulares.
Bancor cuenta con 150 sucursales, 83 Centros de Atención y 150 Puntos de recaudación BANCOR en toda la provincia. Casi un tercio de estas sucursales, según denuncian los trabajadores, cubren sus puestos con “cajeros volantes” (como le llaman en la jerga interna).
Como otras tantísimas veces, Ignacio volvió a a tener “mala suerte”: le toca Corral de Bustos, a 350 km de Córdoba capital. El único colectivo que le permite llegar a las 7 de la mañana a destino sale a las 6 de la tarde del domingo. Tendrá que tener todo listo a las 16 y pedirle a su hermano que lo lleve hasta la terminal. Menos de 48 horas le quedan para ver a su beba, hacerla dormir, descubrirle gestos nuevos mientras crece. Menos de 48 horas de descanso para que, otra vez, la empresa para la que trabaja (la transportadora de caudales Bacar) lo mande a girar por la provincia, a pesar de que él es un trabajador que hace una tarea fija, idéntica a sí misma, idéntica a cualquier cajero de un banco. Ignacio trabaja así desde hace 10 años.
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Graciela había trabajado toda la semana en la capital cordobesa, donde vive. Esta vez ella sí tuvo suerte, pero no por mucho tiempo. Para Graciela, el destino fijado la próxima semana era Mina Clavero. Sin embargo, cuando le dieron el detalle el panorama empeoró: tenía que prestar servicio allí el lunes, miércoles y viernes. Martes y jueves le tocó en Salsacate, a 54 kilómetros de distancia. Fue una odisea: pasar la noche en Mina Clavero, dejar el hotel, llevarse la valija al trabajo y deambular con ella a cuestas hasta que el colectivo a Salsacate partiera. Ingresar a otro hotel y a la mañana siguiente la misma situación de deambular con la valija de acá para allá hasta tomarse el colectivo y así simplemente porque esas son “las necesidades del banco”.
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Julieta es otra trabajadora cuyo destino era Etruria, una localidad a 210 km de Córdoba. Al llegar, la dirección del hotel asignado era incorrecta, la empresa “se equivocó” de destino. No es un caso aislado: una vez, a Pedro le pidieron que se presentara a trabajar un lunes a las 7:45 en la sucursal de Villa María. Error: le correspondía trabajar 65 kilómetros más allá, en Bell Ville.
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Son apenas algunos casos de los que cualquier laburante de Prosegur o Bacar contratados por el banco de la Provincia de Córdoba puede narrar. A esto se suma que no son reconocidos como trabajadores bancarios sino de comercio; que los salarios son la mitad de los que percibe un bancario; que están menos cubiertos ante los “fallos de caja” y que son el chivo expiatorio de la patronal ante los faltantes, que deben cubrir con su bolsillo. Todos estos ejemplos muestran el desprecio de la patronal por los derechos de los y las trabajadoras, por sus condiciones de vida y de trabajo, por su salud.
Trabajar en estas tercerizadas es casi un alivio si antes tuviste que pasar por las consultoras: para los y las “azafatas”, como llaman a quienes te ayudan a operar con el cajero automático y sus vericuetos, la situación es peor. Cobran casi un cuarto de lo que cobraría un trabajador bajo convenio bancario; como todas esas empresas truchas que vemos en diversas dependencias estatales cubriendo servicio de limpieza o maestranza, un día el dueño decide “cerrar” el negocio, te pide la renuncia y te vuelve a contratar sin antigüedad y sin derechos adquiridos, con diferente “razón social” pero con la misma estafa. Pueden pasar dos, cuatro y hasta seis años así.
Hipocresía patronal en tiempos de Ni Una Menos
Pasarla mal. El temor de ellas es Huinca Renancó; que te toque este destino es pasarla mal con seguridad. “Huinca” es la última localidad al límite con La Pampa, territorio frontera. Como si el topónimo remitiera a una conocida historia de vejaciones sobre las cautivas y los pueblos originarios, como si ladrón, hombre blanco, dueño o patrón se fundieran como amenaza permanente sobre las trabajadoras, sobre las “cajeras volantes”.
El hotel asignado es alguno de los dos que están sobre la Ruta Nacional 35, parada casi obligada de viajantes y camioneros. A ellas, aún en épocas de grito en la garganta bajo la consigna Ni Una Menos las seguían mandando allí. Hubo quejas, planteos, reclamos de las trabajadoras. Ser mujer y joven; ser mujer y andar sola en un hotel a la vera de la ruta es estar al borde del peligro. Cuando las movilizaciones estallaron en todo el país para denunciar todas las formas de la violencia machista, la patronal hizo de cuenta que atendía a los reclamos. Demagogia, una vez más. “La semana que viene me toca Huinca”, dijo Andrea y su boca fue una mueca, la respiración contenida para que no se notara su incomodidad. “Y sí, alguna vez me tenía que tocar”.
Las situaciones límite y la exposición a la que se ven sometidas las trabajadoras son brutales. Alguna vez a Jimena le tocó trabajar en Guatimozín. La localidad fue noticia de los periódicos a principios de este año. Un hombre se suicidó chocando contra un árbol después de asesinar brutalmente a su pareja.
Allí, el atraso no sólo se mide en la falta de hoteles y colectivos que ingresen o el aislamiento en que queda el pueblo ante las lluvias. Para llegar, se ingresa por la ruta provincial A70 y la localidad más cercana es Arias. Fue en aquella ocasión que Jimena aceptó el ofrecimiento de un chofer del correo para acercarla hasta la terminal con el tiempo justo para regresar a Córdoba. Jimena tuvo que soportar el acoso y pedido de favores sexuales, el insistente chofer tenía “todo listo” en la camioneta para recibir la moneda de cambio.
La precarización bancaria y su violencia machista
Como relata Nicolás del Caño en su libro Rebelde o precarizada, la precarización laboral afecta mayormente a las mujeres trabajadoras, quienes cobran alrededor de un 27,5 % menos por igual tareas que sus compañeros varones. En situaciones de crisis, esa precariedad del trabajo no registrado o con menos derechos laborales como entre los y las tercerizadas impacta de lleno sobre las mujeres, que además cumplen una doble jornada de trabajo por las tareas del cuidado que recaen en sus manos por causa de los estereotipos de género. No hay excepciones a esta regla entre las trabajadoras bancarias.
Así, mientras los cerebros de la administración del Banco de Córdoba hacen cuentas por las complicaciones que puede acarrear el uso de los recursos en la bicicleta financiera del Estado Nacional, descargan la amenaza del despido encubierto sobre las cajeras que son madres. Quieren hacerlas girar por la provincia igual que a cualquier cajero volante, desandando una conquista de los y las trabajadoras mismas: que quienes tengan hijos e hijas pequeñas desempeñen sus tareas en las sucursales de la capital.
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Es una poco amable invitación a la renuncia para las trabajadoras que son sostén de hogar. Las ganancias patronales no saben de derechos de género, a pesar de que hipócritamente los gerentes y directivos del banco hayan firmado un acuerdo con la Comisión Gremial Interna para desterrar las “prácticas violentas” en el ámbito laboral.
Violencia es lo que ejerce la patronal bancaria (en complicidad con la transportadora de caudales) cada vez que obliga a padres y madres a estar lejos de sus familias. Cuenta Romina que estuvo, durante años, haciendo las tareas escolares junto a su hija por Skype; que son numerosos los casos de abortos espontáneos por el estrés que pasan y las situaciones que sufren bajo estos ritmos de trabajo. Cuenta Romina que, también a ella, le tocó pasar por eso.
Las anécdotas se suceden una tras otra para quien se sienta a escuchar unos minutos a estos trabajadores y trabajadoras. Pero ni a la patronal ni a las conducciones sindicales estos relatos les quitan el sueño por las noches. No son ellos, ni sus esposas, ni sus hijas o hijos quienes se exponen cada vez a las peores condiciones de trabajo y sus riesgos.
¿Y el sindicato?
Mientras estos secretos a voces circulan entre los y las trabajadoras bancarias, las conducciones gremiales miran hacia otro lado. No es casual que lleven años y años trabajando así. La Bancaria, conducida por Sergio Palazzo a nivel nacional, acaba de dar su apoyo como “radical k” al candidato Alberto Fernández, mientras despliega estrategias para transformarse en “el Moyano del sistema finanaciero” incorporando a trabajadores de las fintech bajo el convenio bancario, según declaraciones que hizo al diario Clarín. Sin embargo, de los tercerizados de limpieza, maestranza, de los contratados que revisten tareas en los mismísimos bancos, ni una palabra.
A nivel local, es Raúl Ferro quien conduce el gremio, para no contradecir a Palazzo. En Córdoba, la denuncia sobre el negocio de las tercerizadas también brilla por su ausencia en el pliego de reclamos. Menos aún aparecen a la vista acciones concretas para lograr el pase a planta. Apenas si una tibia mención se observa en las demandas de la Comisión Gremial Interna del Banco de Córdoba.
Cuentan los trabajadores que, con la excusa del pase a planta, al igual que Palazzo ahora, las conducciones gremiales han llamado a votar durante todos estos años al candidato peronista que tuvieran por delante: desde Cristina Fernández a Juan Schiaretti, de De la Sota a Fernández; y sin embargo ellos siguen bajo la misma condición laboral. Evidentemente, allí no hubo grieta. La precariedad laboral y la división entre trabajadores de planta y tercerizados, precarios y en negro, mujeres y varones, fue piedra basal de todos los gobiernos.
Por eso, se vuelve urgente la necesidad de una organización políticamente independiente de los trabajadores frente a las variantes que siempre beneficiaron los negocios de la gran banca, sea privada o estatal para pelear por el pase a planta de todos los trabajadores y trabajadoras tercerizados y contratados. Los banqueros vienen haciendo fortunas a costa de la especulación y negocios de espaldas al pueblo trabajador.
Por eso, son los trabajadores y trabajadoras quienes confiando en sus propias fuerzas pueden darle una salida estructural a sus propias condiciones de trabajo y a las necesidades populares peleando por un banco estatal único que concentre todas las riquezas nacionales, garantice condiciones de trabajo para todos los empleados en igualdad y ponga los recursos a disposición de las necesidades de vivienda, educación, salud, lucha contra la violencia machista y todas y cada una de las necesidades populares.
* Los nombres de trabajadores y trabajadoras son ficticios para proteger su identidad. |