No soy un admirador incondicional del cine de Alejandro Amenábar. Pero “Mientras dure la guerra” me parece su película más bella y ajustada, digna y comedida hasta la fecha.
Una mirada a la historia de España a través de la figura de Miguel de Unamuno. Todo en una aproximación intimista al personaje que no escamotea la presencia de los gerifaltes del “golpe de estado” que causó una larga guerra civil capitaneada por el general Franco y sus secuaces, retratados sin compasión.
La aproximación a la cotidianeidad del protagonista se entrelaza con la “Historia” con mayúsculas que va a producir un gran giro en el pensamiento del escritor y rector de la Universidad hasta entonces a la gresca con la II República.
Amenábar muestra sus signos de puntuación es una sabia dosificación del suspense, en el uso de la iluminación pictórica de Alex Catalán, en una espléndida dirección de protagonistas (con un inmenso Karra Errejalde encarnando al atormentado protagonista) y secundarios. Pero logra su trabajo más equilibrado entre el fondo y la forma, lejos de las ínfulas de Hypatia de Alejandría o de sus thrillers más ambiciosos y centrándose en una historia personal que va a adquirir los tintes de una lucha colectiva que acaba de comenzar contra los abusos del fascismo y una contienda bélica que pone a Unamuno ante evidencias cada vez más claras de lo que realmente se está fraguando.
No falta humor e ironía en el cuadro familiar y social de una gran tragedia personal que es el reflejo, en ocasiones distorsionado y cambiante, de una gran tragedia histórica que se cierra con el famoso discurso del hombre de letras ante un auditorio hostil de los que empiezan a ganar una guerra que se convertirá en una larga dictadura sin un fin claro ni evidente.