El equipo de Gallardo se llevó la primera semifinal. Con un tanto de penal de Santos Borré y una gran combinación que coronó Nacho Fernández, fue 2-0 para el local. La revancha, el 22 en La Bombonera.
Este River Plate del Muñeco Gallardo, que se agranda cuanto más duro es el desafío, que se acostumbró a las noches de copas, tiene además un atributo que exhibe al aire libre: juega muy bien. Es un gran equipo. Y pese a cierto recambio en relación al campeón del año pasado, lo que habla de un mérito de su DT.
Dicho esto: ¿por qué ensuciarle la fiesta con un pésimo uso del VAR? Imposible hacer una ucronía y reconstruir qué hubiera sucedido, si el resultado hubiera sido distinto si no se cobraba ese penal insólito que favoreció a River a los 5 minutos de comenzado el encuentro. Santos Borré convirtió el 1-0 y Boca quedó en desventaja desde muy temprano como para desplegar el plan original. A pesar de eso, Boca jugó un buen partido en ese primer tramo y tuvo reacción. River tocaba y se imponía pero parecía un poco atropellado para terminar las jugadas, lo que aprovechaba el equipo de Alfaro. Pudo empatar el xeneize en una contra comandada por Wanchope Ábila y desperdiciada increíblemente por Capaldo que la revoleó por encima del travesaño.
Pero River fue el dominador de un muy buen partido que brindaron ambos equipos. Tuvo una muy buena labor el arquerito Esteban Andrada (muy sólido y seguro), pero el local se fue afirmando y empezó a dar la sensación de ser letal. Llegó un momento en el que –parafraseando a los relatores de boxeo- se veía madurar el nocaut. Y estiró la ventaja a los 24 minutos del segundo tiempo de la mano de Nacho Fernández que tras descargar en Suárez convirtió el centro preciso que le regaló el ex Belgrano.
Para ese momento del partido, Boca ya estaba desarmado y aunque pudo haber descontado –lo que lo hubiera dejado mucho mejor posicionado para la revancha- iba con más empuje que fútbol. River era claro y si ampliaba el resultado nadie se hubiera extrañado.
La gran tarea de De La Cruz en el medio y Casco en el fondo de River y un Nacho Fernández que se encendió en la segunda etapa, fueron parte de los varios argumentos del equipo vencedor. Alfaro arriesgó y terminó el partido con Tévez (intrascendente y lento), Wanchope y Zárate en cancha, pero no resultó la fórmula de apuro.
El partido lo volvió a cerrar un uso insólito del VAR: un planchazo leve de Capaldo contra Enzo Pérez que el árbitro Claus evaluó como tarjeta amarilla, terminó en la roja y expulsión del volante xeneize por intervención del VAR. Para ser justos, era una jugada para tarjeta anaranjada pero la pregunta es ¿porqué el VAR interviene retrotrayendo las decisiones del referí? Si hay un error de evaluación después se puede calificar el árbitro pero ¿por qué enmendar sus decisiones cuando no se trata de reclamos de ninguno de los dos equipos? El VAR es una tecnología que puede ser un gran aporte, pero si se utiliza sin arbitrariedades. De lo contrario es parte de un show que empaña el espectáculo. River ganó bien, pero a un buen partido le metieron innecesariamente polémica en el VAR.