Como el propio Nicolás lo aclara al comienzo, Rebelde o Precarizada no es ni busca ser un libro académico. Pero debemos aclarar que tampoco estamos frente a un libro exclusivamente testimonial. Es un libro heterodoxo, que combina al menos cuatro géneros de escritura: un primer género es el autobiográfico, ya que el libro está escrito en primera persona, desde la mirada del autor a partir de su propio itinerario político y personal. Un segundo género es el de las historias de vida: cada uno de sus capítulos está acompañado de testimonios de jóvenes que narran sus experiencias laborales y de vida, su devenir en las nuevas formas de trabajo y también, en algunos casos, sus propias experiencias de militancia política. Un tercer género está relacionado con su base empírica, puesto que estamos ante un libro provisto de gran cantidad de datos, de estadísticas, de informes de organismos internacionales que sirven para sustentar un análisis sobre las características asumidas por el capitalismo contemporáneo. Un cuarto género es el de la literatura militante, que enlaza con una tradición de intelectuales y de militantes políticos que utilizaron la letra escrita para difundir ideas, denunciar, explicar y convencer. El hilo conductor que vertebra y permite unir estos cuatro géneros es doble, y se remite a las nociones de clase trabajadora y de juventud, unidas por la emergencia de lo que Nicolás, junto a Nick Srnicek, denomina como capitalismo de plataformas. Este supone una modalidad de acumulación del capital que combina a nivel mundial una alta tecnología con la superexplotación del trabajo juvenil. Este capitalismo de plataformas, que se ve representado en lo que algunos autores denominan el modelo Amazon, implica una serie de características: en primer lugar, la extensión de contratos temporales cortos. Esto se refleja en el libro con ejemplos como el español, donde muchos jóvenes pueden tener 30 o 40 contratos laborales al año de una extensión temporal muy breve, incluso de pocos días. Por otro lado, este modelo supone también un trabajo full time, donde la disponibilidad del tiempo de trabajo es cuasi absoluta por parte de las empresas. Por último, otra característica que se destaca y considero significativa es la existencia de modalidades de contratación que implican una gran rotación del personal. En mi lectura, esta rotación supone, además de un mecanismo de explotación, un mecanismo de control social, en tanto tiende a evitar y obstaculizar una sociabilidad cooperativa que siempre necesita de tiempo para desarrollarse. Esta cuestión fue muy significativa históricamente en las experiencias organizativas de la clase trabajadora. Por ejemplo, este año se cumplieron los cincuenta años del cordobazo, y podemos pensar en cómo vivían aquellos sectores que fueron sus principales protagonistas. Los obreros de SMATA estaban nucleados en los barrios del sudoeste de la ciudad de Córdoba como Santa Isabel, Barrio Comercial, Villa El Libertador; mientras que los obreros de la FIAT pertenecían a los barrios del sudeste cordobés como Ferreyra y Empalme. Estos trabajadores no solo eran compañeros en la fábrica sino que también eran vecinos que lograron articular una sociabilidad colectiva en sus procesos de lucha y organización. La capacidad para generar respuestas a la explotación necesita de lazos que maduren en el tiempo, y eso es también lo que busca evitar este modelo de precarización del trabajo y de la vida. Esta mirada le permite a Nicolás combinar en el libro un conmovedor fresco de la juventud precarizada de nuestra época, en muchos casos sobrecalificada por tener estudios universitarios o terciarios, pero subempleada por tener empleos precarios de diverso tipo, con interesantes debates actuales. Uno de ellos es el que se da en torno a la visión del autor inglés Guy Standing que plantea la categoría de “precariado” como una nueva clase social diferente a los asalariados. Comparto la visión que sostiene el libro en torno a que lejos de constituir una clase social nueva los trabajadores precarizados son parte del mundo de los trabajadores, en unas condiciones de precariedad que tienden a estabilizarse y a formar parte indisoluble del modelo de acumulación del capital vigente en nuestros días. Esta cuestión, desde mi punto de vista, abre también nuevos interrogantes: ¿cómo pensar conceptos tales como clase en sí y clase para sí en este mundo laboral inestable, precario? ¿Qué variaciones hubo respecto al sujeto histórico revolucionario en la tradición marxista, que históricamente fue pensado en torno al obrero industrial? En los años 60’, al compás de la adaptación de los viejos partidos obreros reformistas europeos -como los Partidos Comunistas y Socialistas- al ascenso capitalista de postguerra, hubo intelectuales que sostuvieron que los nuevos sujetos históricos eran los movimientos sociales tales como el feminismo y el ecologismo. En las últimas décadas hubo otros intelectuales que creyeron ver el sujeto histórico en los movimientos territoriales de América Latina como el campesinado, en una mirada que, a la postre, también presenta dificultades, como el planteo de una producción basada en la pequeña propiedad. Por lo tanto, la existencia de esta masa de trabajadores precarios, de jóvenes que quizás nunca conocieron un trabajo en blanco como se narra en múltiples testimonios en el libro, abre nuevos interrogantes acerca del sujeto histórico de cambio social y sus posibles vías de organización.
Por último, considero muy adecuado que el libro retome el concepto de desarrollo desigual y combinado presente en el pensamiento de León Trotsky. Este aporte teórico es de gran utilidad para pensar la coexistencia entre un capitalismo de las plataformas, digital, basado en una tecnología de punta, con otras formas de producción tales como las maquilas existentes en México, El Salvador, y en distintos países latinoamericanos. Talleres en los cuales se emplean mayoritariamente mujeres, con ritmos de trabajo agotadores, procesos de producción eminentemente manuales, donde se ensamblan productos para las grandes multinacionales, que contrastan con otros procesos productivos que se sirven de alta tecnología. Este concepto nos sirve para comprender el modo en que distintos mecanismos de acumulación de capital pueden combinarse en una misma formación social, y como el capitalismo contemporáneo se sirve de múltiples formas de explotación para su beneficio.
* El autor es: Doctor en Historia. Investigador Conicet. Director Maestría en Partidos Políticos del CEA-UNC |