Esta situación ya no sorprende puesto que desde el año 2010 la UNAM sólo ha aumentado su infraestructura para poder aceptar a un millar de aspirantes, mientras que la demanda de lugares aumenta en 6 mil aspirantes cada año. Esto nos da muestra de la carencia en infraestructura y presupuesto que sufre la educación superior en nuestro país.
Una pregunta cabe hacernos ante esta situación ¿A dónde van a parar los más de 115 mil estudiantes que se han quedado sin lugar en la UNAM? Las opciones para la juventud son cada vez más reducidas: quedan caminos que, en lugar de fomentar un desarrollo integral de las y los jóvenes, propician para ellos un ambiente de desconcierto ante el porvenir.
Quienes corren con “suerte” y cuentan con el apoyo de sus padres (quienes son explotados de forma cotidiana en sus centros de trabajo), se limitan a “seguir intentándolo” y “a esforzarse un poco más” para poder obtener un lugar y continuar sus estudios. Lamentablemente, estos casos no son la norma sino una excepción. Muchos jóvenes empiezan a buscar alternativas dentro de su entorno inmediato y es ahí, en la vida de sus colonias, acechados por la inseguridad, el narcotráfico, las redes de trata, la delincuencia organizada, en donde pueden encontrar una solución rápida a la precariedad de su situación.
En México, el narcotráfico es una de las principales opciones inmediatas que tienen estos jóvenes, debido al ambiente de inseguridad y descomposición social en que viven las grandes mayorías y a lo relativamente sencillo que es entrar a ese ambiente. El narcotráfico ha ofrecido a cientos de jóvenes el empleo que el Estado les ha negado y ha cobrado la vida de miles en el país. Quienes mueren son los nuestros y el Estado pone las balas.
La prostitución y el riesgo de caer en alguna red de trata son otros de los riesgos a los que se expone la juventud precarizada en nuestro país. Víctimas de engaños y de extorsiones, día con día cientos de mujeres viven el infierno de la trata.
Ante la precariedad de su situación y la necesidad de aportar al gasto familiar, miles de jóvenes se ven obligados a aceptar trabajos informales en los cuales se les paga a destajo, sin ninguna prestación o seguridad social. Solamente tienen la capacidad de vender su fuerza de trabajo y ser explotados por sus patrones, sin ninguna posibilidad de organizarse bajo un sindicato que vea por sus intereses.
Estos son sólo algunos ejemplos de la situación que vive la juventud mexicana en su día a día. La privación de una educación universitaria para las y los jóvenes mexicanos va más allá de las estadísticas, puesto que ellos representan una vida, ilusiones, sueños que se ven truncados ante la imposibilidad de poder continuar sus estudios.
El fenómeno de los rechazados de la universidad es un problema de fondo de la juventud mexicana y así debe de ser atendido. La educación no es un lujo, es un derecho que nos hemos ganado a partir de luchas históricas y por lo cual debemos de exigir su universalidad para que la juventud pueda desarrollarse de forma integral y armónica. |