Contra la opinión de que resulta un plagio de la empalagosa Stranger Things, esta serie alemana, guiada por el equipo creativo de Baran bo Odar y Jantje Friese, de excelente y prolija producción desmiente estos rumores a poco de iniciar. Transitando ya su segunda temporada, toma al tiempo como excusa para desnudar las miserias cotidianas de un pueblo pequeño y rutinario.
La finitud de la vida humana, su transcurrir inexorable hacia lo que llamamos futuro, hace que el tiempo sea el bien más valioso que posee el ser humano. Y la certeza de que todo instante no se repetirá nunca hace que el espíritu se llene de interrogantes: ¿qué es la realidad? El pasado que te define, ¿fue la única opción que tuvo tu tiempo? Esa persona que tú crees que eres, ¿puede venir de una realidad simultánea? Si aún no lo hemos hecho, todos nos haremos estas preguntas pronto.
Cuando pensamos que lo que llamamos realidad es una de entre muchas capas, entonces lo que conocemos como pasado y futuro no es más que una jerarquía de la linealidad de nuestra propia existencia. ¿Descubriremos algún día que tenemos la posibilidad de husmear, al menos, la apariencia de esas otras costras? La serie alemana Dark nos hace un gesto decididamente afirmativo.
En un bosque sigiloso y frío de la ciudad alemana de Winden, una caverna oscura se abre como una garganta voraz. En sus proximidades y en una noche lluviosa, un niño (Mikkel) es visto por última vez. Las circunstancias de su desaparición son, por demás, extrañas. A poco de iniciada la desesperada búsqueda, un niño es encontrado muerto en la hojarasca húmeda. El padre, un policía local, confirma que no es su hijo ausente y que no conoce a esa criatura desdichada. Ni él ni nadie sabe quién es. A partir de aquí, en este pueblo pequeño y opresivo, la inercia de las costumbres, las infidelidades y las vilezas se sacuden. Comienzan a salir a flote, como si de un cuerpo descompuesto se tratara, relaciones fracturadas, dobles vidas, bullying, desidias familiares, tapaderas empresariales: el pasado entremezclado de cuatro familias que viven allí y que está relacionado con los niños desaparecidos. No hay como una buena desgracia para acabar de un plumazo con las hipocresías pueblerinas.
Sin embargo, este destino incierto del niño perdido no es el inicio de las paradojas. Todo ha comenzado “antes”. Al parecer, el oficial de policía Ulrich Nielsen (Oliver Msucci) no sólo es el padre del extraviado Mikkel sino también el hermano de otro niño desaparecido hace 33 años. Además, para acrecentar aún más esta maraña de incertidumbres, un misterioso encapuchado aparece en el bosque y se pierde casi tan rápido como el aliento en la niebla. Y todo este misterio, vigilado por las torres de refrigeración de una central nuclear, cercana al recuerdo de Chernóbil.
Este lugar es un valle inquietante. Un aliento frío que hiela los dientes. Como si se tratara de una sugerida metáfora social, este pueblo germinado en medio de una flora espesa es un universo muy parecido al nuestro: aquí, las ambiciones empresariales delinean el presente, moldean nuestro tiempo.
Al contrario de lo que sucede con la mayoría de los dramas engreñados, en los que el devenir de los indicios y los días viene a desenredar, de a poco, el ovillo de la confusión, en ”Dark”, el paso del tiempo, el descubrimiento de nuevos datos, filiaciones e identidades no hace más que ovillar el desconcierto. Pero es necesario tener paciencia: cada capítulo va encastrando datos esenciales como si de piezas de un rompecabezas se tratara, datos que nos son útiles para desentrañar la trama.
No saber qué pasa, incluso detrás de tu propia puerta, puede envilecer, y efectivamente lo hace en Winden, la estabilidad de cualquier rutina; pero percibir que nuestro tiempo se ha desfigurado, que se ha torcido el paño del espacio, definitivamente puede oxidar cualquier tipo de fe. No es otra cosa lo que, a la postre, terminará goteando en las conciencias de estos personajes, de este pueblo.
“Dark” interpela: si la naturaleza de la realidad es flexible, ¿tu mundo puede ser la única alternativa? ¿Dónde quisieras estar? ¿Tal vez aquí y ahora o en algún tiempo de tus destinos alternativos? ¿Son las fantasías que has acunado más potables que el tiempo de tus días? Cuando la dicha de una realidad reconocible se altera, ¿nuestros sueños se quedan sin esperanzas?