Macri, Pichetto, Bullrich y el sueño del panóptico total. Alberto Fernández Dietrich o como presionar para levantar la huelga de los pilotos. La izquierda en la 9 de Julio: un programa para enfrentar la crisis. La CTA y la unidad con los mejores aliados del ajuste.
Juan José Gómez Centurión debió mirar la pantalla con malestar. Del otro lado, sonriente, Patricia Bullrich se paseaba por la estación de trenes de Retiro. A su lado, efectivos de la Federal frenaban a quien pasara “para pedir documentación”.
Desde siempre, el sueño húmedo de la derecha ha sido convertir al país en un gigantesco panóptico, donde nada escape al control de los llamados “agentes del orden”.
Sin embargo, la medida tiene marca de agua de la campaña electoral. La catarata de promesas que Macri lanza constantemente (“un anuncio por día”) se complementa con la búsqueda desaforada de los votos más conservadores del mapa político nacional.
Amén de recrear el lazo con su núcleo duro electoral, los ojos de la coalición oficial miran ese casi 5 % obtenido por Espert y Gómez Centurión en las PASO. La esperanza de forzar el balotaje se cimenta, en parte, en ese cálculo.
La búsqueda de lo que -de manera simplista- hemos llamado voto botón no es privativa del macrismo. Si el Frente de Todos no despliega el arsenal punitivista es, sencillamente, porqué no lo necesita. La importante diferencia obtenida en las PASO permite esquivar esta cuestión.
Este jueves por la noche, en un coqueto departamento de Puerto Madero, se empezó a resolver la suspensión del paro de los pilotos de Aerolíneas Argentinas y Austral. Sin la sonrisa impostada ante las cámaras, Alberto Fernández Dietrich volvió a presionar a la dirigencia sindical. Ya lo había hecho públicamente en los días previos. Dos veces. El apriete conjunto del gobierno nacional y el candidato del Frente de Todos surtió efecto. El paro entró en modo suspenso.
El cálculo electoral inmediato acompaña una mirada de mediano plazo. La “desobediencia” de los pilotos a los pedidos del candidato anticipó las tensiones y los límites del tan publicitado Pacto Social. La futura autoridad presidencial se empezaba a probar desde antes, incluso, de las elecciones generales.
El pedido llegó, además, a solo 36 horas de la reunión con los empresarios agrupados en la UIA (Unión Industrial Argentina). Este viernes por la noche, cuando los pilotos suspendieron la medida, el rostro adusto de Cristiano Ratazzi debe haber mutado a, por lo menos, una sonrisa.
La “modernización” de las normas laborales -léase precariedad y mayor explotación- exigida por el gran capital, requiere del orden y las calles vacías que propone Alberto Fernández. Sobre ese trasfondo hay que leer su activa participación en imponer el levantamiento de la medida de fuerza.
La complicidad del silencio
La cifra es estremecedora. Se mire por dónde se mire. Las 16 millones de personas que habitan la pobreza en el país sufren las consecuencias de un brutal ajuste, que se desarrolla bajo la batuta del FMI, con aceitada ejecución del macrismo y los gobernadores peronistas.
La sociedad tiene, en su polo opuesto, a los grandes triunfadores. Basta solo decir que, en lo que va del año, las ganancias mensuales de los bancos equivalen al salario de más de 600 mil trabajadores. En las alrededor de 20 manzanas que componen la llamada City no hay lugar para la tristeza.
Esta realidad es la que volvió a desnudar la izquierda este sábado, durante el masivo acto que protagonizó en la 9 de Julio. Allí, desde una tribuna montada de espaldas al Obelisco, los referentes del Frente de Izquierda Unidad denunciaron esa verdad que las fuerzas políticas tradicionales callan, en abierta complicidad con el gran capital.
La “herencia” de pobreza y desocupación que dejará Macri no tiene porqué ser naturalizada. Las posibilidades para invertir esa situación están en las calles, en la organización y la lucha, tal como lo planteó Nicolás del Caño frente a miles de trabajadores, estudiantes, mujeres y jubilados.
Relatos de unidad
Este jueves, en el Microestadio de Lanús, Hugo Yasky reivindicó “la independencia y la autonomía de clase”. La afirmación suena, como mínimo, extravagante. Proviene de un dirigente notoriamente oficialista durante los años del kirchnerismo en el poder.
Llega, agreguemos, desde la conducción de una central que no dudó a la hora de doblegarse ante el “Hay 2019”, esa estrategia desmovilizadora destinada a sacar a Macri por medio del voto, dejándolo hundir al país mientras tanto.
Básicamente, la idea de la independencia de clase...es ser independiente de las fuerzas políticas patronales. Un requisito que la conducción de la CTA no cumple.
El Congreso de esta central fue presentado como histórico. Y lo es. Equivale a bajar la persiana de la autodenominada central alternativa, para someterse formalmente a la conducción cegetista, que tanto favor ha hecho a Macri garantizando la gobernabilidad. De hacerse efectiva, hoy equivaldría a subordinar la estructura sindical a quiénes han dado su aval para la ampliación de la pobreza y el hambre.
La unidad de las cúpulas burocráticas no equivale, ni por asomo, a la unidad de las filas obreras, objetivo necesario para la pelea contra el ajuste que, bajo otra modalidad y otros signo político, está por continuar. Aportar a esa tarea estratégica está en manos de la izquierda y los sectores combativos del sindicalismo. Esos que este sábado coparon la avenida más conocida del país.