Cristina Fernández de Kirchner está en campaña. La imagen de este martes asistiendo al lanzamiento del nuevo modelo que Honda producirá en el país es una postal que ilustra para quien gobernó el kirchnerismo. El balance de la “década ganada” deberá incluir la persistencia de una presencia abrumadora del capital imperialista en las principales ramas industriales. El ejemplo más nítido es la industria automotriz, que es prácticamente un enclave extranjero en territorio nacional.
Varias terminales, como Renault y Nissan, cuyas inversiones Cristina anunció orgullosamente la semana pasada, se están beneficiando de la flexibilización laboral y la reducción salarial: en Córdoba contarán con nuevos trabajadores que ingresarán a trabajar sin categoría, cobrarán un salario 30% inferior y podrán ser reubicados en cualquier puesto. El visto bueno por supuesto viene del jefe supremo del SMATA. Es la extensión del “modelo” Lear. Allí el gobierno se mostró, junto con Ricardo Pignanelli, como el mejor el mejor gendarme de la empresa “buitre” contra los “indomables” despedidos por negarse a firmar un convenio similar.
En su discurso, la presidenta pidió a las empresas que resignen un “chiquito” de lo que ganan. Pero la realidad es que la rentabilidad del capital más concentrado está tonificada. En 2014, las ganancias de las 30 principales empresas del país se elevaron 30,8%, aun después de descontar el efecto inflacionario. El movimiento ascendente de la Bolsa porteña es un síntoma del “estado de salud” de los beneficios patronales.
Detrás del crecimiento bursátil opera la burguesía nacional y extranjera a la espera una regularización de las relaciones con el capital financiero internacional para después de las elecciones. Argentina goza de una suerte de “ventaja del atraso” que le otorgó estar relativamente desvinculada de los “mercados”. Las acciones de las empresas argentinas son atractivas y los títulos de deuda, a pesar que persiste el litigio con los fondos buitre, pagan rendimientos que difícilmente se encuentren en otras latitudes. El “modelo” productivo atraviesa el último año de gobierno kirchnerista con generosas ganancias financieras y la economía estancada.
El “enfriamiento” es consecuencia de la política oficial que subastó el crecimiento a cambio de la estabilidad cambiaria. Pero también de una situación internacional compleja. Este martes, el FMI pronosticó en su informe de Perspectivas Económicas Globales que nuestro país seguirá estancado en 2015. Claro que el crecimiento global continúa siendo moderado. La crisis mundial abierta en 2008 no termina de encontrar la puerta de salida. Las políticas de ajuste impuestas por el FMI, como parte de la troica, en los países europeos tienen su parte de responsabilidad. Es decir, que quien pronostica la enfermedad del crecimiento global moderado está sospechado de mala praxis.
La tasa global de crecimiento que se espera es de 3,8%. Contrasta con la situación económica nacional que cerraría el año más cercano al 0%. Brasil atraviesa una complicada situación económica. Dilma Rousseff hizo campaña contra el fantasma de la derecha y termino poniendo al frente de la política económica a un hombre de las finanzas que se puso al hombro el ajuste. Hay que mirar con atención al vecino país porque es la receta que preparan en Argentina los candidatos patronales.
Pero no sólo por el mundo y Brasil se explica la situación local. Kicillof anestesió la economía dando incentivos para colocaciones financieras (como los bonos “dollar linked”), reteniendo importaciones y, fundamentalmente, atacando el salario de los trabajadores. En 2014, entre el gobierno y las patronales lograron erosionar el poder de compra popular con la combinación de techo salarial de 29% en paritarias más inflación de 36,8%, según estima el Centro Cifra que responde a la CTA oficialista. La consecuencia es la caída del salario real de 4,8%. El Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina (que responde a la CTA opositora de Pablo Micheli) en su informe anual de 2014 sobre “Negociación Colectiva, Conflicto Laboral y Mercado de Trabajo” ratifica ese análisis y dice que el salario real cayó 3,8% en el promedio general. Es la pérdida más importante desde la crisis del 2001. Todas las cadenas nacionales semanales con infinidad de planes para incentivar la demanda no revierten la caída del consumo popular por la depresión salarial.
Paritarias ¿otra vez el “ancla salarial”?
El gobierno no logra que se cierren varias paritarias importantes como la UOM, bancarios y comercio. Frente a este escenario estaría evaluando postergar los acuerdos hasta junio. Buscaría ganar tiempo para hacer alguna modificación en el impuesto al salario que baje las expectativas del aumento a sellar en los acuerdos paritarios. También buscaría acercar el efecto de la modificación lo más posible a las elecciones de agosto, como alejarlo (también lo más posible) del paro del 31 de marzo. Es “peligroso” que pueda leerse como un triunfo de la lucha de los trabajadores. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, pidió quitar "dramatismo". Se ve que no vive como la mitad de los asalariados que cobra menos de $5.500, según reconoce el propio INDEC. Muchos de ellos ni siquiera acarician el “dramatismo” de la paritaria porque están en “negro”.
El año pasado el oficialismo comenzó hablando de techos menores al 20%, deseo que rápidamente tuvo que abandonar gracias a que la gran huelga docente en la Provincia de Buenos Aires ayudó a mejorar la posición de negociación de la clase obrera. Este año, el kirchnerismo querrá que una vez más el “ancla salarial” sea el factor que permita defender las ganancias empresariales. Esgrime el argumento que la inflación se desaceleró. Es cierto, tanto como que se mantiene en un nivel elevado, que por ahora no baja del 30% anual. Cualquier negociación que no parta del 40% implicará que los trabajadores perderán poder de compra frente a la inflación acumulada entre el año pasado y el actual.
Las patronales no quieren de ninguna manera retroceder en la ventaja que sacaron en 2014 en la carrera entre salarios e inflación. El presidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, ya anticipó una respuesta con toda la prepotencia de clase que tenía a mano: "Si nos piden un aumento del 43%, los vamos a sacar corriendo". Da una medida de la predisposición de lucha que tiene que contraponer la clase obrera para conquistar una verdadera recuperación salarial. Como es evidente, ni la dirigencia sindical que apoya al gobierno ni la que llamó al paro (y está entrando en vacaciones nuevamente), quiere dar esa pelea. La tarea queda en manos de los propios trabajadores. El informe antes mencionado de la CTA Micheli destaca que los gremios que vieron recuperar el poder de compra del salario son aquellos donde hubo luchas intensivas (alimentación, subte, aceiteros, camioneros, entre otros). La izquierda combativa tiene un rol que asumir.
El juego electoral: disimular el ajuste en curso y el que se viene
Miguel Bein, el gurú que escucha Daniel Scioli, tuvo un ataque de honestidad brutal no aconsejado para épocas de campaña electoral. En el programa Plan M Económico, de Maximiliano Montenegro, planteó levantar el “cepo” para las empresas, arreglar con los buitres, endeudarse y limitar el acceso de la clase media al dólar ahorro.
Tal vez, si el programa hubiera seguido, planteaba bajar los salarios, aplicar un tarifazo y devaluar la moneda. No era necesario. Si se husmea en los documentos de su consultora se puede encontrar el paquete de ajuste completo. Si estaban presentes Roberto Lavagna (ahora en las filas de Sergio Massa, antes ministro de Néstor Kirchner) o Adolfo Sturzenegger (macrista, antes secretario de Política Económica de la Alianza) lo aplaudían de pie. Daniel Scioli tuvo que reprenderlo. El presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, lo cruzó por Twitter.
Un desliz similar tuvo Guillermo Nielsen, el candidato de Sergio Massa en la Ciudad de Buenos Aires: "Cualquiera que gane la elección va a tener que devaluar", dijo un mes atrás. También fue llamado al orden. Es que hay que disimular hasta octubre el ajuste posterior a diciembre. El espejo es el programa económico anti obrero de Dilma Rousseff en Brasil. Llamativamente Scioli visitó a Lula la semana pasada: "Brasil y Argentina nacieron para estar unidos y no hay forma de que no estén conectados”, sostuvo el ex presidente brasileño. Del encuentro participó Bein, quien escuchó atentamente los consejos.
La derecha que asecha al “modelo” está adentro y afuera de la coalición kirchnerista. Los cruces electorales reflejan sólo matices. El Frente de Izquierda y los Trabajadores es el único que encara la campaña con una agenda que parte de defender un programa obrero y socialista. |