El titular de la Cámara de la Alimentación (Copal), Daniel Funes de Rioja, se refirió al anuncio de campaña de Alberto Fernández de "Argentina contra el hambre" para desplegar todo el pliego de reivindicaciones empresarias y así "darle la rentabilidad que necesitan para sus inversiones". De ello habló este lunes en un programa radial de Futurock.
Allí se afirmó que la propuesta de una "donación" de un 1 % de la producción por parte de las empresas alimenticias, con destino al Plan contra el hambre, partió de un empresario de Syngenta a Alberto Fernández y éste ya la había adelantado en una reunión con la Unión Industrial Argentina (UIA). Sería el eventual ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, en caso de asumir Fernandez en diciembre, quien implementaría este programa.
De manera que los roles se invierten: ahora serían los empresarios quienes auxilian con "su esfuerzo" a paliar la situación de emergencia alimentaria, y por ello incluso se deberá rendir un agradecimiento en especie: mayores ventajas y beneficios impositivos, reducción de costos y hasta una mejora de los precios relativos mediante una devaluación.
Estos empresarios son en realidad los virtuales creadores del hambre, con capacidad para imponer precios en la cadena de producción, mientras gran parte de su producción, como bien admiten, tiene como destino la exportación y no la satisfacción de las necesidades de la población.
No es un acto de bondad, es una negociación sobre cómo se repartirán las ganancias y las pérdidas en un eventual futuro gobierno de Fernández. Más aún si se tiene en cuenta que la riqueza generada es fruto del trabajo de los obreros, no del "esfuerzo" empresario.
La reivindicación de los intereses de las patronales, utilizando como chantaje el acto caritativo, fue planteada en forma muy clara Funes de Rioja, afirmando que "los empresarios están abiertos a dialogar si se pone en el centro del debate al consumo interno y al fomento de exportaciones". Esto último, en el lenguaje empresarial argentino, es un sinónimo de mayores devaluaciones.
"Esta es una industria fuertemente exportadora. Se llegaron a exportar alimentos industrializados por más de 30.000 millones de dólares y hoy se exportan por 25.000 millones, afectando fundamentalmente economías regionales. No estoy hablando de commodities sino de alimentos", dijo.
En momentos en que queda al desnudo la irracionalidad del capitalismo de miles de familias bajo condiciones de indigencia y de hambre, y de más de un tercio de la población en la pobreza en un país productor de alimentos, la caridad de los empresarios (en especial los del sector de la alimentación) sólo busca evitar los cuestionamientos.
Al respecto, el titular de la Copal también reconoció que el sector productor de alimentos tiene parado el 50 % de su capacidad productiva. Pretende de esta forma justificar la necesidad de mayores beneficios y reducciones impositivas. ¿Pero cuál es el nivel de las ganancias de las empresas del sector?
Eso no fue mencionado. El riesgo de dejar expuesta la desproporción entre las ganancias y una supuesta donación de sólo el 1 % de la producción es demasiado elevado. Más aún, si lo que quieren es seguir sacando provecho de la crisis y obtener mayores beneficios fiscales y laborales.
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