Pensar en un sindicato o una asociación muchas veces es pensar en dirigentes vendidos, quienes se arreglan según sus propios intereses, o en una institución que debe responder al bienestar, en la lógica más clientelista ante las necesidades materiales que el sistema nos arrastra.
Hay muchas cosas que pensamos que son inamovibles, que funcionan de cierta manera y no pueden ser modificadas. Sin embargo, el funcionamiento de los sindicatos y asociaciones responde a que hoy se rigen según las normas y legislación laboral, lo que impone límites a la hora de potenciar la organización de las y los trabajadores y, muchas veces, terminan siendo organismos serviciales a los intereses del Estado y jefes, promoviendo e impulsando la desarticulación de los trabajadores, alejando la posibilidad de conquistar organismos de defensa, unidad y solidaridad en sus luchas y reivindicaciones sociales.
Tener un directorio de 5 o 7 personas, que toman las decisiones y administran la organización de los trabajadores apunta a concentrar el poder en unos pocos, sin permitir una mayor politización y participación del conjunto de los trabajadores, es por esto que la pelea por un cuerpo de delegados es fundamental para empoderar a las y los trabajadores. La democracia sindical presupone el derecho a la libre expresión de cada trabajador/a y de sus posiciones políticas, un espacio donde se exprese la plena libertad de tendencias con el objetivo de la defensa de los intereses de las y los trabajadores.
Plantearse un cuerpo de delegados es pensar en entregar herramientas a los trabajadores para ser actores políticos, un espacio de deliberación democrática, donde cada cual pueda vibrar y defender sus posiciones, dejando de ser espectadores, y convertirse en protagonistas.
Sin embargo, la organización administrativa de un sindicato o asociación de trabajadores y trabajadoras y el impulso y creación de un cuerpo de delegados no garantiza que pueda ser un organismo de lucha, pues sabemos que también hay cuerpos de delegados que las empresas forman para llevar a cabo sus intereses o donde el Estado también coopta con sus políticas. En ese sentido, la discusión de cómo se organizan los sindicatos no es solo cómo administrar, no es solo pensar de manera más o menos democrática un espacio de organización, si no que también apunta a abrir un proceso de politización de parte de las y los trabajadores. Quienes puedan convertir sus propios cuerpos de delegados organismos de lucha para la conquista de sus demandas y dónde plantear sus necesidades. Por ejemplo, ante la discusión nacional de la reducción de la jornada laboral, ¿por qué los trabajadores debemos esperar a ver que sucede en la cámara de diputados o el parlamento en octubre?
Nosotros también queremos ser protagonistas de nuestros destino y poder discutir cuáles son las mejores vías para lograr esta demandas, es por ello que los cuerpos de delegados pueden ser un espacio de deliberación política, democrática, donde las decisiones no recaigan en un núcleo cerrado de dirigentes quienes llaman a movilización, a replegarse, o marcan la línea de los pasos a seguir, esto también tiene que ser decisión de todas y todos.
Es fundamental que podamos abrir esta discusión en cada lugar de trabajo, fortalecer nuestros espacios de organización, ampliando la democracia de nuestra asociación con la elección de un cuerpo de delegados y delegas por cada servicio del hospital. Delegada/os que puedan manifestar las necesidades y problemáticas de todas y todos los funcionarios, y con posibilidad de revocabilidad y cambio cuando las bases lo consideren necesario.
Es una discusión importante para pensar una nueva práctica en los espacios de organización sindical. |