En enero de 1968, la cárcel estatal de Folsom, en California, se convirtió en algo más que una prisión. Después de que Johnny Cash diera su memorable show, este centro de reclusión pasó a la historia grande del rock y se estableció como una referencia obligada con el músico estadounidense. El testimonio de época cuenta (y algunas imágenes también) que el “hombre de negro” tocó en la cafetería de la prisión. Aquel show fue revelador y emotivo por donde se lo mire. Los presos, en su mayoría blancos y nativos, guardaron en su retina y en sus oídos cada acorde tocado y por un rato exorcizaron las penas de vivir en la sombra.
La guitarra del rey del country, como su historia la describe: siempre fuera de la ley, además de acercar la libertad a los barrotes de Folsom, a partir de ese show se liberó de ciertas ataduras para conseguir buenas tomas de grabación dentro de un estudio y logró que la impronta de aquel vivo quedara registrada en un disco: At Folsom Prison. Se podría decir, entonces, que la alegría fue por partida doble. Por un lado, los presos escucharon las canciones de Cash en una de sus mejores versiones y por el otro, el “songwritter” de Tennessee se despachó con un disco que todo amante de la música debería escuchar alguna vez.
Los Tigres Del Norte - Mi Sangre Prisionera (Live At Folsom Prison)
Marshall Grant, miembro original de los Tennessee Three – banda que acompañó por más de 25 años a Cash -, en una entrevista que le realizó la Rolling Stone estadounidense, lo primero que recordó del show en Folsom, en alusión a la reticencia que estaba teniendo Cash al estudio, fue lo siguiente: “Fue una forma de hacer que sacara algo, porque no lo podíamos meter en el estudio. Y cuando lo metíamos en el estudio, no estaba para nada preparado. Entraba y empezaba a componer canciones ahí. No podés hacer eso, porque cada parte de nuestra carrera demuestra que, especialmente con nosotros y con él, tenés que tener las canciones, trabajarlas, tenerlas listas. Bueno, no podíamos hacer que hiciera eso. Así que salió la conversación: Hagamos un disco en la cárcel de Folsom".
Cash, como se sabe, ya no está más en este mundo y la cárcel de California a esta altura ya no es la misma, aunque no deja ser un lugar oscuro y una cárcel al fin. La mítica cafetería donde se habían agolpado todos los presos para escuchar sonar I Still Miss Someone, Dirty Old Egg-Sucking Dog o la mismísima Folsom Prison Blues (que dato aparte, fue compuesta 13 años antes de que el cantante de Tennessee arribara a Folsom), luce totalmente remodelada. Pero que el tiempo haya pasado no significa que la memoria no esté activa. Los Tigres del Norte pusieron sus instrumentos a sonar, con el fin de revitalizar el legado de aquel hito histórico y cinco décadas después, esta vez en el patio de la cárcel de Folsom, volvió a sonar música. Con la dirección del cineasta neoyorkino Tom Donahue, este concierto se convirtió en un documental que hoy se puede ver en Netflix bajo el nombre de Los Tigres del Norte en la prisión de Folsom.
Después de Cash, los de Sinaloa fueron el único grupo autorizado para tocar dentro de Folsom. En la cárcel de California (dato que se detalla en el documental) sus residentes fueron cambiando. A finales de los setenta los que iban a cumplir condena eran norteamericanos, hoy la población que espera sentencia o ya la está cumpliendo, en su mayor porcentaje son latinos.
Los Tigres del Norte en muchos de sus testimonios para este documental, que dura un poco más de una hora, lamentan esto y además de su confeso homenaje al músico estadounidense, su intención fue llevarle su música “a los que no pueden ir donde están ellos”. “Hemos venido a la prisión de Folsom a estar con los que se perdieron en el camino y han sido olvidados. Venimos para traerle nuestra música a sus vidas”, dice la voz en off de Jorge Hernández (acordeón y vocalista) al comienzo, mientras el quinteto se va acercando cada vez más a la entrada de Folsom. “Siempre hemos sentido un vínculo profundo con Johnny Cash y su música. La música de Johnny Cash, así como la nuestra, versa sobre los que luchan, los marginados y los que no tienen voz”, agrega Hernán Hernández (bajo eléctrico y coros), reforzando la idea de por qué están ahí.
Frente a un público que los esperaba ansioso con carteles en sus manos que rezaban “Viva Los Tigres del Norte”, detrás de una soga que intentaba poner algún tipo de distancia, realizaron dos shows: uno en la cárcel de hombres y otro en la de mujeres. La apertura fue justamente con Folsom Prison Blues – legendaria canción en la que Cash retrata la crudeza de la muerte, cuando describe el gusto por las armas de una persona que le dispara a otra solo para verlo morir- pero en una versión traducida al español con la colaboración de su hijo John Carter Cash y su nuera Ana Cristina Cash. Y después siguió con un repertorio de temas propios. Los Tigres del Norte, a modo de crónicas sonoras, han sabido convertirse en el puente para historias de robos, narcotráfico, culpabilidades no definidas y marginalidad. Y todas las historias estaban ahí. En Folsom. En el documental muchos de los que cumplen condena dan su testimonio y cuentan los motivos que los llevaron hasta la legendaria prisión. Algunos coinciden en la condena de los tres strikes (para la ley de California esto es cadena perpetua), otros ya están por finalizar su sentencia, pero todos confluyen en una misma pasión que los eleva por encima de los muros de la prisión: la música.