Una semana de furia se está viviendo en las estaciones del Metro de Santiago. Las evasiones masivas al metro organizadas por grupos de estudiantes secundarios se transformaron en un hecho político. Las acciones partieron en algunas estaciones del centro de Santiago, casi exclusivamente realizadas por secundarios. Luego se fueron extendiendo a múltiples estaciones y al horario punta, pasando a ser decenas las estaciones cerradas. Este jueves el hashtag #EvasionTodoElDia se ubicó en el primer lugar de las tendencias en Chile de Twitter.
Miles se solidarizan con la muestra de descontento, la comparten en sus redes sociales. Si se encuentran con las manifestaciones en las estaciones al volver del trabajo a la casa, muchos se suman, aprueban con su rostro, se contagian de los gritos de los secundarios.
Muchos otros ven con desconfianza y rechazo los dichos de los políticos del régimen, esos privilegiados que quieren dar cátedra y llaman a la responsabilidad, sin siquiera pisar el transporte público ni saber cómo es que se viaja. Esos políticos y empresarios que ganan millones y no tienen idea lo que es costear el elevado precio del transporte público con los bajos salarios.
Con el último aumento del pasaje, el Metro en horario punta alcanzó los $830, mientras que el horario valle pasará a $750. Está dentro de los pasajes más caros de Latinoamérica. Desde el 2010 el pasaje ha aumentado alrededor de un 70%. Los sueldos reales durante ese mismo período, menos de un 40%. El Transantiago sigue entregando un servicio humillante para la gran mayoría.
Prometieron “tiempos mejores”, más y mejores empleos. Nada de eso sucede. Lo que aumentan son las cuentas y el pasaje. De la épica del crecimiento pasaron a la épica del sacrificio, llaman a ajustarse el cinturón, madrugar y esforzarse más. Cómo no enrabiarse si la recompensa son unos gramos de caviar, un helado y un chocolate, como publicaba El Mercurio ante los dichos del ministro Fontaine. Cómo no enrabiarse si el llamado viene de gente como Piñera. Cómo no enrabiarse con la arrogancia prepotente de tipos como el presidente del “panel de expertos” sobre pasaje, diciendo que “cuando suben los tomates, el pan, todas las cosas, no hacen ninguna protesta". Hasta que llegó la protesta.
El clima de simpatía a estas muestras de descontento por parte de amplios sectores de la clase trabajadora es un punto de apoyo importante. Ese apoyo de masas también se expresó en la lucha docente. La adhesión a la reducción de la jornada laboral y el proyecto de las 40 horas es parte de ese clima. Todavía es más bien un clima social y no un proceso de organización y movilización.
La obsesión de Piñera con las y los estudiantes secundarios
El sector activo, los que dan el ejemplo, son nuevamente las y los estudiantes secundarios. No es casualidad. La juventud sigue siendo uno de los blancos de ataque predilectos del gobierno. De hecho, este miércoles justo cuando las acciones de evasión iban en aumento, la Cámara de Diputados votó el control preventivo de identidad para menores de edad, como una forma de darle mayores atribuciones a Carabineros y blanquear los abusos policiales. Vaya casualidad.
Aula Segura, discusión sobre toque de queda juvenil, control de identidad preventivo, represión y criminalización de estudiantes del Instituto Nacional. Esos son algunas de las medidas del gobierno contra las y los secundarios.
“Son verdaderas bandas, hordas llegan a lugares y generan escenarios de violencia” dijo el subsecretario Ubilla. “Verdaderos delincuentes, eso es lo que son”, dijo la ministra vocera de gobierno. Y para completar el círculo, Felipe Harboe, senador de la ex Nueva Mayoría, calificó de “expresión millennial inaceptable”, acusando a los secundarios de “querer todos los derechos y ningún deber”. “¡Quieren todo gratis!”, le faltó decir. Pero les desconcierta y les enoja que aunque la tarifa escolar no fue modificada, sean las y los estudiantes quienes tomaron la batuta.
La respuesta fue la de siempre, una verdadera “militarización” con Fuerzas Especiales de Carabineros en las estaciones de metro, incluso con uso de bombas lacrimógenas dentro de los túneles del metro para reprimir a los manifestantes. Y ya salieron parlamentarios del oficialismo a proponer incluir en el Código Penal las sanciones a la evasión, endureciendo las penas.
Mientras el gobierno y el régimen reprime y criminaliza, más odio acumula la juventud. Se trata de un cóctel explosivo que años anteriores ya ha dado resultados. Recordemos que el 2006 los estudiantes secundarios de ese entonces nos tomamos los liceos en todo el país porque el gobierno de Bachelet no nos dejaba marchar y la Alameda se transformaba en una cacería de estudiantes, llegando al récord de mil detenidos en una sola jornada. No se nos olvida que el 2011 dio un salto el 4 de agosto, cuando Piñera prohibió la marcha de secundarios e impuso en los hechos un estado de sitio, lo que horas más tarde generó una enorme respuesta de masas con manifestaciones y cacerolazos en todo el país.
¿Un nuevo “pingüinazo”? Es lo que varios se preguntan. Lo más potente del 2006 fue que los secundarios se organizaron en asambleas y coordinadoras en todo el país. Se levantó la Asamblea Nacional de Estudiantes Secundarios, que respondía a la auto-organización de miles de secundarios. Llegó a tal punto su fortaleza, que las conferencias de prensa en donde se comunicaban las resoluciones tomadas a mano alzada por cientos de delegados, eran transmitidas por todos los canales de televisión en vivo. El 2011, que marcó un antes y un después en Chile, fue sostenida por las tomas y asambleas de universitarios y secundarios.
El rol de las organizaciones estudiantiles y sindicales
El gran problema estratégico planteado es que las muestras activas de descontento y el apoyo de masas, no son sostenidas por un nivel de organización equivalente. ¿Cómo es que existiendo esa tradición de organización, hoy las movilizaciones sean inorgánicas y no estén articuladas? Las principales organizaciones estudiantiles y sindicales no han hecho ninguna convocatoria de movilización que esté a la altura. No lo han hecho ahora, ni tampoco para rodear de solidaridad a los estudiantes secundarios duramente reprimidos por Fuerzas Especiales. Tampoco lo hicieron cuando cientos de miles de docentes copaban las calles a mitad de año.
Hay muchos que se entusiasman con la energía rebelde de las y los secundarios, pero se quejan de la supuesta actitud sumisa de la sociedad chilena. ¡Por qué no podemos ser como el pueblo ecuatoriano! Pero es cosa de recorrer la última década para toparnos con la rebelión del movimiento estudiantil; las radicales luchas regionalistas contra la carestía de la vida en Magallanes y Aysén; las combativas movilizaciones de trabajadores subcontratistas y portuarios; las masivas movilizaciones contra las AFP o la verdadera marea que han sido las movilizaciones del movimiento de mujeres.
El discurso autoflagelante oculta que la pérdida de capacidad de convocatoria de las principales organizaciones estudiantiles y sindicales no cayó del cielo. El Frente Amplio y el Partido Comunista han parlamentarizado organizaciones como la CONFECH, transformándolas en cáscaras vacías. Los sindicatos intervienen como base de maniobra de las iniciativas de sus parlamentarios, mientras que por abajo mantienen la rutina gremial. Por ejemplo, la CUT no se ha propuesto impulsar movilizaciones de masas por la reducción de la jornada laboral y coordinadoras que se organicen desde lugares de estudio y trabajo con base territorial, apoyándose en el enorme apoyo de masas al proyecto de 40 hrs. Más bien, la llevan detrás de su estrategia de “unidad de la oposición” con los viejos partidos del progresismo neoliberal como el PS o la DC.
El sindicato de trabajadores del Metro hizo un gesto político importante y declaró su solidaridad y el rechazo a las alzas de pasaje, rechazando la “militarización” de las estaciones. Pero la solución que proponen es una “salida política” en donde el gobierno se siente en una mesa con los estudiantes. Qué distinto sería si convocaran a acciones y asambleas comunes con estudiantes secundarios. La posibilidad está planteada.
Impulsar asambleas y coordinadoras comunes entre trabajadores y estudiantes para frenar las alzas, exigir el fin a la represión y luchar por un sistema de transporte público estatal y gestionado por trabajadores y usuarios, permitiría iniciar una poderosa alianza, con la potencialidad de convocar el apoyo de los millones que rechazan las alzas. Convocar a una movilización nacional es un paso indispensable en esa dirección. Lo que está en juego es que las muestras de descontento no queden en la impotencia o como actos de “desobediencia civil” como han planteado desde el Frente Amplio, sino que puedan triunfar. Lo que está en juego es desarrollar la auto-organización como una vía para renovar y recuperar las organizaciones estudiantiles y sindicales. |