Las ultimas jornadas de protestas han puesto en jaque no sólo al gobierno sino a todo el régimen, transformándose en las más importantes desde la dictadura militar, no sólo por su extensión y la radicalidad de sus métodos, sino también por la brutal respuesta del gobierno sacando a los militares a la calle nuevamente a sofocar de manera directa conflictos sociales (pues hasta el momento sólo habían salido ante catástrofes naturales como el terremoto del 2010) e imponiendo un estado de emergencia con toque de queda en varias regiones del país.
Esto ha hecho para muchos inevitable el paralelo con otros momentos históricos, por lo que acá profundizaremos en torno a los 2 con los cuales se han hecho más de una comparación: la Revuelta de la Chaucha y la Batalla de Santiago.
La “Revuelta de la Chaucha” de 1949: muestra de unidad combativa de obreros y estudiantes
En 1946 llega al gobierno el radical Gabriel González Videla, en los inicios de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, con el apoyo del Partido Comunista (PC), de la mano de su histórica política de alianza con políticos empresariales supuestamente “progresistas”, el Frente Popular.
Videla prometía un gobierno de reformas y cambios. Muy lejos de ello, rápidamente giró a una alianza con la derecha y el imperialismo norteamericano, tomando partido en el contexto internacional, por lo que en 1948 transformó al propio PC en su enemigo mediante la “Ley de Defensa Permanente de la Democracia” o llamada “Ley Maldita”, proscribiendo y persiguiendo a su militancia.
Luego, el 15 de agosto de 1949, el Director General de Transporte y Tránsito Público, general Oscar Reeves, decretó un alza en las tarifas de la locomoción pública, en 20 centavos, popularmente conocido como “una chaucha”, subiendo los pasajes de 1 peso a $1,20 en los autobuses y tranvías, y $1,60 los microbuses y trolebuses.
De esta manera, se caía la máscara “progresista” de Videla con estos ataques y persecuciones al pueblo trabajador y los sectores populares. Pero los obreros, empleados y estudiantes no se dejaron atacar, iniciándose así la “revuelta de la chaucha”.
Así durantel 16 y 17 de agosto de ese año se desencadenaron en la ciudad de Santiago violentas protestas y manifestaciones contra el alza del pasaje. “Micros a un peso” fue la consigna que levantaron estudiantes y trabajadores. Desde la Universidad de Chile, los estudiantes encabezaron las manifestaciones. Apoyados por obreros y empleados organizados en la JUNECH (Junta Nacional de Empleados de Chile) cortaron calles, levantaron barricadas, marcharon, incendiaron autos, volcaron micros, derribaron tendido eléctrico, destruyeron vitrinas y se apedrearon fábricas.
El 17 de agosto fue una convulsión total en las calles del centro de Santiago. Miles de estudiantes y trabajadores, apoyados por decenas de miles de transeúntes marchaban gritando su consigna. Desbordando al gobierno, enfrentaban en las calles el alza del transporte público. Ante la subversión, la Intendencia y La Moneda cerraron sus puertas.
El vespertino “Las noticias de última hora” habló de “asonada obrero-estudiantil”. El reaccionario diario El Mercurio señalaba: “Bochornosos incidentes se registraron ayer en diversos sectores de la capital (…) Desde mediodía estudiantes ayudados por otros grupos iniciaron una enérgica acción contra los autobuses (…) Grupos universitarios organizaron ayer diversos actos de protesta por el alza de las tarifas de los servicios de autobuses y buses destinados a la locomoción colectiva. Los manifestantes iniciaron un desfile al mediodía, avanzando hasta la Plaza de Armas y luego se repartieron por las calles Catedral, compañía, Bandera, Morandé, Teatinos, San Antonio, Huérfanos, Agustinas, Ahumada y Moneda. Los estudiantes iniciaron el desfile pidiendo la derogación de la medida que autorizó el alza de las tarifas, pero luego algunos elementos exaltados empezaron a atacar a los microbuses, lanzando piedras al paso de dichos vehículos por el centro de la ciudad. Esta iniciativa se generalizó y extendió rápidamente a otros puntos...”.
Mientras el Ministro de Educación amenazaba con cancelar la matrícula a los alumnos que no concurran a sus colegios, el gobierno respondió con una durísima represión, a la vez que González Videla pidió al Congreso “facultades extraordinarias”. La policía, con armas de fuego, custodiaba las micros y los empresarios del transporte las retiraban de las calles. Sobrepasados, el gobierno llamó al Ejército a intervenir. Los soldados dispararon fusiles y ametralladoras contra los manifestantes. Se llega a hablar de 30 muertos y cientos de heridos producto de la feroz represión.
El 18 de agosto durante la mañana, el Presidente radical da marcha atrás al decreto de aumento del transporte y rebaja el transporte escolar.
El filósofo y escritor Albert Camus, en una gira Latinoamericana por Brasil, Argentina y Chile, se encontraba en Santiago haciendo una conferencia en el Instituto Chileno Francés de Santiago. Anota en su diario, que aquel “Día infernal” “La tropa con casco y armada ocupa la ciudad. A veces dispara al blanco. Es el estado de Sitio. Durante la noche oigo disparos aislados”. “Día de disturbios y revueltas. Ya ayer hubo manifestaciones. Pero hoy esto parece un temblor de tierra”.
La Batalla de Santiago de 1957: La Revuelta obrera estudiantil que sepultó al Dictador
Corre el año 1957. Carlos Ibañez del Campo, el dictador, se encuentra por segunda vez en el gobierno, y nuevamente atravesado por serios problemas económicos, tal y como en su mandato anterior que dejó abandonado en 1931 para luego exiliarse.
El gobierno de Ibañez intentó controlar la crisis pero ninguna medida prosperó, y por esta razón el ejecutivo contrató a la misión Klein-Sacks, una comisión de economistas estadounidenses que propuso un paquete de medidas liberales que impuso -entre otras cosas- que se congelaran los salarios y que se eliminara la fijación de precios en algunas áreas, un verdadero ataque contra las condiciones de vida de los obreros y los sectores populares.
En este contexto de crisis, el gobierno tomó la decisión de subir el precio del transporte público. En respuesta, en Valparaíso se había constituyó un Comando Contra las Alzas, formado por la CUT, las federaciones de estudiantes de las universidades Católica y de Chile, la Confederación Marítima, el Frente de Acción Popular, el Partido Radical, la Falange Nacional, la Federación de Estudiantes Secundarios y la municipalidad porteña. El comando confeccionó un plan de acciones que el miércoles 27 de marzo de 1957 se inició con mítines relámpago de obreros y estudiantes. Se repitieron el jueves y viernes. El sábado 30, masivas marchas recorrieron las principales calles del puerto. Culminaron con un mitin en la Plaza O’Higgins, a pesar de que las autoridades habían negado la autorización. Irrumpió la policía disparando contra los manifestantes y quedaron numerosos heridos y un muerto.
La represión no impidió que las protestas prosiguieran. El Comando Contra las Alzas organizó una serie de paros progresivos. El lunes 1º de abril hubo paralizaciones de una, dos y tres horas. El martes 2, un paro de 24 horas. Fue total en Valparaíso y Viña del Mar. Ese mismo día, se efectuaron los funerales del trabajador fallecido. Participaron miles de personas en una nueva expresión de fuerza y decisión.
En la capital las acciones contra las alzas tuvieron mucho de improvisación y espontaneísmo. No existía un comando, como en Valparaíso. La CUT, el FRAP y otros partidos de oposición fueron sobrepasados por los acontecimientos.
La lucha contra las alzas en Santiago la iniciaron los estudiantes universitarios y secundarios. Salieron a la calle el 1º de abril formando rondas, cantando y lanzando consignas contra la carestía, en abierto desafío a la policía.
Al caer la noche se agudizó la represión. Manuel Vásquez Ferreira, estudiante secundario de 15 años, fue gravemente herido, mientras que la estudiante de medicina Alicia Ramírez muere asesinada por la polícía.
La noticia del asesinato, lejos de calmar los ánimos, aumentó la indignación. Poderosas marchas recorren las calles el día 2 d abril. La policía se vio impotente para contener a los manifestantes. La intervención policial derivó en que los manifestantes comenzaran a destruir locales comerciales, vehículos de transporte público, y otros bienes públicos y privados. Nuevamente, esto quedó plasmado en la prensa burguesa de la época, como La Tercera, propiedad de El Mercurio dónde describía que “Turbas incontrolables llegaron hasta Plaza de Armas y empezaron una metódica destrucción de bancos, casetas y faroles. Pequeñas fuerzas de Carabineros opusieron sus armas. Y aquí la gente tuvo la primera y engañosa sensación de victoria. Los uniformados escaparon casi con humillación. Vi cómo un grupo de unos 30 carabineros arrancaron de la plaza hacia Compañía seguidos de una lluvia de piedras. Se parapetaron en las puertas y en el Teatro Real. De allí disparaban al aire todavía”.
Ante esta situación, Ibáñez del Campo resolvió suspender provisoriamente las sesiones del Congreso y decretó Estado de Sitio. Entonces, el gobierno sacó tropas del ejército a la calle, al mando del general Horacio Gamboa Núñez, jefe de la Guarnición de Santiago. La clase alta se encontraba impotente y atemorizada ante la fuerza demostrada por esta unidad de la clase trabajadora, los estudiantes y los sectores populares, y ante eso no dudaron en otorgarle a Ibáñez del Campo, tal como en 1927, todos los poderes dictatoriales para aplastar el alzamiento. El diario La Nación, reflejando este miedo, escribía que “Hechos sintomáticos se produjeron durante la asonada de ayer. Las turbas, en su afán sedicioso, no respetaron ninguno de los poderes constituidos del Estado. Pretendieron asaltar La Moneda y atacaron de hecho los edificios en que funcionan el Congreso Nacional y los superiores Tribunales de Justicia. La prensa no escapó, tampoco, a este afán destructor…”
Las tropas se unieron a la policía para enfrentar a los manifestantes. El saldo fue trágico: 18 muertos y un centenar de heridos. Al día siguiente, la policía civil allanó y requisó elementos de medios de prensa opositores al gobierno. Días después, el Gobierno fue investido de nuevas facultades extraordinarias por parte del Congreso, lo que le permitió detener, encarcelar y relegar a los dirigentes opositores, sin embargo Ibáñez del Campo se vio seriamente afectado y terminó por ver sepultada su carrera política tras estos hechos.
Las principales lecciones para hoy.
Estos procesos nos plantean varias lecciones. En primer lugar, la importancia de la unidad obrero-estudiantil y con los sectores populares. Esta alianza “explosiva” fue clave para enfrentar los ataques del gobierno de turno. Con enorme apoyo popular, fue esta unidad la que imprimió un nuevo carácter de lucha a las protestas. Lejos de la “colaboración” o alianza con gobiernos empresariales, ésta unidad demostró que puede plantear la defensa frente a los ataques y permitir una confluencia hacia la conquista de nuestras demandas. Esa unidad combativa es la que hoy nuevamente temen los empresarios, el régimen y sus partidos y el principal motivo para imponer medidas completamente autoritarias como el estado de emergencia y el toque de queda.
Qtra clave fue esa unidad en las calles utilizando métodos combativos de lucha y sin ninguna confianza en los métodos parlamentarios ni en el gobierno de la época, mostrando una capacidad concreta para controlar la ciudad territorialmente cuestionando al mismo Estado burgués y la propiedad privada. Este potencial es el que temen los empresarios y por eso se apresuran a criminalizar y perseguir a través de la ley y los medios de comunicación.
En último lugar, que ningún gobierno empresarial, por más que se precie de “progresista”, podrá otorgarnos nuestras demandas. Igual que ayer, aunque parezcan “reformas”, atacan directamente nuestras condiciones de vida, aumentando el transporte y los servicios básicos y negocian cualquier demanda con los corruptos parlamentarios, que defienden la herencia de Pinochet. Por eso, hoy como ayer, la política de conciliación con el “progresismo” burgués, como la que llevan adelante tanto el Frente Amplio el Partido Comunista con la Democracia Cristiana por citar un ejemplo, sólo sirve para encubrir la defensa de los intereses de los grandes empresarios, lo que vuelve utópico cualquier tipo de resolución por la vía parlamentaria, la verdadera cueva de ladrones del capital. De la misma manera que ni el más mínimo aumento salarial se puede lograr sin afectar las ganancias del empresario, no se puede cambiar el saqueo a nuestros recursos y nuestros salarios sin afectar sus privilegios.
Hoy está planteada la huelga general, para sacar a los militares de las calles, para terminar con el estado de emergencia y el toque de queda, y avanzar a derribar al gobierno de Piñera y la Constitución Pinochetista que es la consagración de los privilegios empresariales poniendo en pie una Asamblea Constituyente basada en la movilización de los trabajadores, los estudiantes, las mujeres y los sectores populares que hoy se encuentran en las calles. |