Ramírez, politólogo y profesor de la UNAM, intentó analizar el campo intelectual mexicano apelando a conceptos que referenció en el pensamiento del marxista italiano Antonio Gramsci. Se refirió a Hernán Gómez Bruera (quien fue defensor de la 4T hasta su ruptura reciente) como un ejemplo de los intelectuales “tradicionales”: “aquellos que cambian sus posiciones con el solo fin de criticar el poder no importa quién esté allí”. Los intelectuales de la actual derecha conservadora -en particular los que se agrupan en la revista Letras Libres-, que como sabemos fungieron como los ideólogos del neoliberalismo y sus gobiernos en México, fueron definidos como “inorgánicos sociales”, debido a que carecen de comprensión sobre el momento actual que vive el país.
Intelectuales de la 4T, orgánicos… ¿A qué?
En cambio, la intelectualidad lopezobradorista fue presentada como “orgánica”. Ramírez presentó una visión vaga de lo que define a esa organicidad en los tiempos actuales. Aunque en su interpretación general de los conceptos gramscianos planteó que eso estaba vinculado a la defensa del interés de un grupo social, cuando habló en términos concretos del lopezobradorismo, vinculó el concepto a la pertenencia a un “bloque transformador” que no aparece asociado en su definición a un grupo social. Y definió además a López Obrador como su principal intelectual orgánico.
Este desplazamiento en los conceptos que él mismo invoca, no es casual ni un error en su exposición. Efectivamente, hay una identidad (o, si se quiere, una organicidad) entre el proyecto lopezobradorista y los ideólogos que lo defienden. Sin embargo, el “bloque transformador” del cual habla Gibrán Ramírez sostiene un programa que, bajo un discurso “antineoliberal” y de supuesto cambio, mantiene lo esencial de la estructura económica y social predominante en México. En aspectos parciales y puntuales, su agenda inmediata puede diferir de la derecha conservadora, pero en otros, los fundamentales, representa tanto una continuidad de las estructuras existentes como de políticas específicas reaccionarias, a lo cual nos referiremos más adelante en este artículo.
Si el gobierno demostró gran habilidad para montar un relato que pretende ocultar la realidad de su política —como lo muestra la misma idea de la 4T como un nuevo momento de una “larga marcha” que inició con la Guerra de Independencia—, sus ideólogos hacen lo mismo. Se postulan como intelectuales orgánicos de un supuesto “bloque transformador”, ocultando que bajo el actual gobierno no está puesta en cuestión las causas de la explotación y opresión que afectan a la mayoría de la población, esto es, la dominación capitalista. En lugar de propugnar una transformación real y radical, terminan siendo son los predicadores de la resignación ante el orden social existente.
Orgánicos y acríticos del continuismo
En la participación de Gibrán Ramírez resaltó también la idea de que los intelectuales orgánicos de la 4T son los exponentes de una nueva intelectualidad crítica. Esto estaría dado porque para los mismos, la fidelidad ya no es al poder en sí, sino a los ideales de la 4T. El invitado al programa “John y Sabina” intentó ejemplificar esto cuando expresó su oposición particular a la reforma al sistema de pensiones que se discute en el Congreso de la Unión con mayoría de Morena, por considerar que la misma representaría una traición al ideal transformador.
Sin embargo, la reforma previsional no es un hecho aislado. Y la realidad es que los intelectuales críticos de la 4T, no han estado muy críticos con las políticas conservadoras llevadas adelante por el gobierno de López Obrador. Más bien, las han justificado.
Pongamos solo algunos ejemplos: la Guardia Nacional fue presentada por John Ackerman y otros como el comienzo del fin de la militarización del país, haciéndose eco del nuevo relato histórico de AMLO, que consideró a los militares como “pueblo armado” y al ejército como “revolucionario y del pueblo” . Desde su creación, la GN actuó claramente como un cuerpo represivo contra los migrantes y personifica la continuidad de la militarización, sin que Ackerman y sus compañeros hayan rectificado su postura.
En otro orden, desde la campaña electoral sostuvieron el carácter transformador del lopezobradorismo en tanto ataque frontal a la corrupción. Pero la realidad está en oposición al discurso de los ideólogos. La austeridad republicana continuó la precarización y los ataques contra quienes laboran al servicio del estado. Cientos de miles de trabajadores que no tienen acceso a derechos laborales y sociales básicos, son despedidos con argumentos sacados del más recalcitrante diccionario neoliberal, tales como que no son trabajadores, sino “prestadores de servicios”. Mientras tanto, los altos funcionarios (muchos provenientes del Morena, y otros tantos tránsfugas de la llamada “mafia del poder”) cobran salarios de más de 100 mil pesos: es el caso de Esthela Damián, directora del DIF, responsable del despido de trabajadoras embarazadas.
No podemos dejar de mencionar como ejemplo de esto, que hace pocos días, el gobierno nacional realizó en Culiacán una operación que terminó en un estrepitoso fracaso para detener al hijo del Chapo Guzmán, después de que agentes de la agencia antidroga estadounidense estuvieron presentes en la zona. De todas las justificaciones, la que más llamó la atención fue la que hizo el intelectual “crítico” John Ackerman. Según él, se demostró la independencia y soberanía del gobierno mexicano contra el intento injerencista de Washington. Pero la realidad es que como han planteado distintos periodistas, se incrementó la presencia de agentes estadounidenses en México y finalmente el destino de extradición para el narco junior era Estados Unidos. Todo esto es parte de la subordinación a la Casa Blanca, que la actual administración continúa en lineas generales, más allá de algunos gestos con los que pretende diferenciarse de los gobiernos neoliberales previos. Su actitud ante los migrantes aceptando los dictados de Trump, el nuevo tratado comercial y el respeto de la deuda externa son muestra de esto.
Cuando Ramírez habla de una ubicación crítica ante políticas determinadas (como la mencionada en torno a la reforma de pensiones), subyace la idea de que éstas no responderían a la política de AMLO, sino a que en el Morena y en el entorno del presidente hay fuerzas conservadoras actuantes. Es evidente que hay alas en el partido de gobierno y el gabinete. Pero los ideólogos de la 4T deberían explicar un hecho evidente: las principales políticas del gobierno -como las que mencionamos antes- forman parte de la agenda del presidente y de su círculo más cercano. Pero esto requeriría un posicionamiento independiente y un cuestionamiento frontal a la política del gobierno.
Transformación y conservadurismo
En su participación, Gibrán Ramírez resaltó el supuesto pluralismo y democracia que impera desde el gobierno en el debate de ideas con los llamados conservadores, a pesar del accionar de los grandes medios de comunicación que dependen de los “poderes fácticos”.
Es evidente que este debate entre la Cuarta Transformación y la derecha ilustrada existe. Sin embargo, es notorio también que tienen acuerdo en algo fundamental: no se cuestionan los intereses económicos de la clase dominante ni el status quo en la relación del país con el imperialismo estadounidense, tampoco se pone en duda los beneficios que obtienen las transnacionales que controlan sectores fundamentales de la economía nacional. En esto, el consenso entre los ideólogos lopezobradoristas y los referentes de la derecha es esencial.
Sin duda, en ese marco, la rebelión que recorre América Latina es un hecho sumamente incómodo para la intelectualidad de la 4T. En “John & Sabina”, en una breve mención, contrapusieron las movilizaciones con la realidad mexicana al aseverar que “allá se destruye, acá se construye” y que aquí “contamos con una vanguardia, López Obrador”, el mismo que pocos días después, volvió a mencionar que el FMI estaba “cambiando”, sin siquiera denunciar la brutal represión ni amenazar con romper relaciones diplomáticas con el gobierno de Sebastián Piñera, lo mínimo que podría hacer un gobierno que se reclama progresista.
Es incómodo porque marca la entrada en escena de la lucha de clases y las grandes mayorías obreras y populares para enfrentar, desde Chile hasta Ecuador, una situación de padecimientos y explotación, que es común desde el Río Bravo hasta Tierra del Fuego. Es también incómodo porque amenaza cuestionar el status quo que los intelectuales lopezobradoristas no quieren ni mencionar: el saqueo de los recursos naturales y la subordinación a los intereses imperialistas.
Evidentemente, la noción de que “allá se destruye, acá construimos con AMLO” no resiste la crítica. Las rebeliones, jornadas revolucionarias y revueltas en la región, abren la posibilidad de frenar y derrotar los planes de las clases dominantes y el Fondo Monetario Internacional, para lo cual se requiere sin duda una estrategia y un programa para triunfar. La apelación de Ramírez y Ackerman a que AMLO es la “vanguardia”, pretenden convencer de que las aspiraciones de cambio de millones en este país deben esperar a la acción del gobierno, e incluso sugiere la idea de que la experiencia de AMLO puede ser un ejemplo para aquellos paises. Sin embargo, López Obrador está administrando en México el orden capitalista y de sujeción a los Estados Unidos. Experiencias similares a AMLO ya se dieron en la primera década a inicios de este siglo en América Latina con los llamados gobiernos posneoliberales, los cuales no pusieron en cuestión la dominación imperialista ni afectaron los intereses fundamentales de las grandes empresas, abriendo el camino en muchos casos al ascenso de la derecha.
Una intelectualidad que busque una transformación social debe darle la espalda a la resignación ante el orden existente, y adoptar una perspectiva revolucionaria. Se requiere una crítica radical de la política del gobierno como de la oposición derechista, bregando por la entrada en escena de los explotados de México como el sujeto del cambio; así como un posicionamiento internacionalista que apueste al desarrollo de la lucha de clases en el continente, como la vía para resolver las aspiraciones populares largamente postergadas. Se trata de construir una estrategia que apueste a destruir el orden existente, a partir de la acción de la clase trabajadora junto al resto de los oprimidos, para construir una sociedad sin explotadores ni explotados. |