Miles de viviendas fueron bombardeadas, obligando a huir a 3000 residentes sin un destino fijo.
La situación resulta desesperante. Hace poco más de seis meses que no hay agua potable ni medicinas, y las salas de atención que funcionaban a modo de hospital de campaña hace tiempo están clausuradas. Los mercados para abastecer de alimentos cerraron definitivamente sus puertas. Los gatos y las ratas asadas se convirtieron en bocados de lujo. Por si fuera poco, la asistencia proporcionada por la UNWRA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, tampoco provee de las más elementales necesidades a miles de parias. La crudeza de las imágenes presionó sobre el bolsillo de la Unión Europea, la que se comprometió a aportar 2,75 millones de euros en carácter de ayuda humanitaria.
Situado a pocos kilómetros de Damasco, el campo de Yarmuk fue creado en 1957 a raíz de la Nakba, cuando las milicias sionistas del naciente Estado de Israel expulsaron a casi un millón de campesinos palestinos, obligados a partir al exilio. Tras la Guerra de los Seis Días, miles de palestinos nutrieron un nuevo contingente de refugiados que finalmente se afincó en ese campo.
Con las mismas características que un gueto, Yarmuk alcanzó a alojar a mas de 250 mil palestinos hacinados en condiciones humillantes. La falta de perspectivas de la cuestión nacional palestina ante el paso del tiempo transformó las viviendas precarias en hogares permanentes y desarrollo pequeños comercios, esfuerzos de 58 años que terminaron dilapidados.
Si bien hace dos años que el gobierno de Bashar Al Assad bloqueó Yarmuk sometiendo a sus residentes a terribles penurias, la ocupación de importantes zonas estratégicas del campo por parte de los milicianos del Estado Islámico (EI) terminó de abrir las puertas del infierno. En una orgia de sangre, los jihadistas del EI sembraron el terror asesinando en un santiamén a más de 1000 palestinos, incluyendo un imán relacionado con Hamas, decapitado públicamente por herejía, según la denuncia trazada por el legislador palestino israelí Ahmed Tibi. La masacre alcanzó tal grado de ferocidad que fue consagrada como una “nueva Srebrenica”, en referencia al genocidio de 8000 musulmanes bosnios cometido impunemente por las milicias servias en 1995.
En la pugna con el EI, el gobierno de Assad declaró que los soldados sirios prestarían apoyo a los palestinos de Yarmuk, abriendo un sendero para que pueda llegar la asistencia humanitaria. Sin embargo, según Lira Khativ, una especialista del centro Carnegie Middle East de Beirut, fue el mismo Assad el que consintió la avanzada del EI sobre Yarmuk con la finalidad de desgastar al islamista Frente Jabhat Al Nusra (vinculado a Al Qaeda) que combate a la resistencia palestina y pelea contra Assad en otros lugares clave de Siria.
Del mismo modo que su padre Hafez, Assad suele utilizar las demandas del pueblo palestino para legitimar su régimen asesino de decenas de miles de sirios. Cabe recordar que en 1976 Hafez Al Assad llevó adelante la carnicería palestina en los campos de refugiados de Tal Al Zaatar, Jesr Al Basha y Dbayeh, colaborando más tarde con las milicias libanesas cristiano maronitas y las tropas israelíes que no ahorraron sangre en los suplicios de Sabra y Shatila en 1982.
Presionado por miles de palestinos que buscan a sus familiares desaparecidos, el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas elevó la voz en auxilio de Yarmuk. Ya en 2013, ante las devastadoras consecuencias de la guerra civil siria, Abbas propuso la partida de los palestinos de Yarmuk a los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania. “Condoliéndose” de la situación, el premier derechista Benjamin Netanyahu (en consonancia con EE.UU.) respondió afirmativamente a la solicitud de Abbas con la condición de que renunciaran públicamente al derecho de retorno a sus tierras originarias (hoy el Estado de Israel), un ultimátum vergonzoso que fue rechazado inmediatamente. La ironía es que la Autoridad Palestina que encabeza Abbas surgió como resultado de los acuerdos de 1993, sostenidos sobre la misma negación del derecho de retorno, la principal demanda democrática del pueblo palestino que afecta a 7 millones de personas que residen en la diáspora.
Las lágrimas de cocodrilo y las buenas intenciones sostenidas por la ONU abonan el camino de ese infierno. |