Con el punk instalado y con bandas como Los Ramones, The Clash, Blondie o Sex Pistols como sus cancilleres, decía presente este trabajo del trío inglés. Para ese entonces – año 1978 - el disco del grupo conformado por Sting (Gordon Matthew Sumner), Andy Summers y Stewart Copeland, no estaría solo en la lista de novedades y se vería acompañado por otros discos publicados ese mismo año: Parallel Lines de Blondie; Darkness on the edge of town de Bruce Springsteen; Powerage de AC/DC; The Scream de Siouxie and the Banshees; Street Hassle de Lou Reed y Some Girls de Los Rolling Stones, son algunos de ellos.
Su debut en el ambiente de la música causó cierto estupor. Algunos críticos se preguntaban en donde encasillar a estos jóvenes que en la portada del disco se mostraban extremadamente rubios, blancos, casi prototipos de modelos para publicidades. En términos actuales: faltos de rock. Pero claro, toda esa presunción solo era posible si uno se quedaba mirando la tapa y no pasaba a lo importante: la escucha de las diez canciones que lo conforman. Ni bien empieza a girar el disco, todos los prejuicios pegan un timonazo y lo que queda no es más que un cross a la mandíbula de rock, punk y, si se quiere, pop, tocado con una rabia que parecía devolverle la vida a una juventud que estaba pronto a verse en manos de un sistema que de a poco se iba adueñando de los acordes de Anarchy In The UK.
Cualquier banda que se esté iniciando desearía arrancar con un disco así: repleto de hits y con la desfachatez (recuerde la época) de no tener vergüenza a sonar alivianado. Y a las pruebas me remito: So Lonely, Roxanne (tema que Sting le dedica a una prostituta ficticia después de dar una vuelta por la zona roja de Francia: Roxanne / No tienes que encender la luz roja/ Esos días han terminado/ No tienes que vender tu cuerpo a la noche), Peanuts o Can’t Stand Losing You. Canciones que con el paso del tiempo – sobre todo Roxanne – se convirtieron en referencia obligada para el listado de grandes canciones del rock.
Pero antes de llegar a esa opera prima que le cambiaría la cara a la música y la pondría en conexión con el rock, el reggae y el jazz sin problemas, e incluso los empezaría a convertir en el conjunto de mayor renombre en la new wave (termino, que según cuenta la historia, fue acuñado por uno de los hermanos Copeland. Precisamente por Ian Copeland), hubo que calibrar algunos detalles. En términos históricos cuando la banda empezó a hacer sonar los primeros acordes, el guitarrista del momento no era Summer. Ni bien se iniciaron quien ocupaba las seis cuerdas era Henry Padovani. Con él llegaron a grabar un single de título Fall Out y buscaron abrirse camino en el punk. Copeland estaba entusiasmado con ese movimiento pero Sting no. El bajista de voz prodigiosa creía (y con mucha razón) que su amplitud compositiva iba más allá de ese sonido cargado de distorsión, cocinado en garages.
Como la presencia de Padovani estaba limitando la frontera de las composiciones, cuando se toparon con Summer, que ya venía de largas experiencias en otros grupos como Soft Machine o The Animals, lo invitaron a sumarse. La experiencia como cuarteto duró poco. Summer quería ser trío, estaba confiado que solo de esa manera podría salir algo bueno. Alguien tenía que irse y la historia dejó en claro a quien invitaron a retirarse. Una vez establecido el núcleo duro - que dicho todo seguido podría sonar a la delantera poderosa de algún equipo: Sting, Summer, Copeland - las cosas tomaron su cauce y con la ayuda económica de Miles Copeland (manager de la banda), ocuparon las horas vacías del Surrey Sound Studios y dieron a luz Outlandos d’Amour sin ningún productor que les diera una mano.
La ponderada canción Roxanne, en la que se escucha una entrada fallida de piano y la risa de Sting al inicio, ni bien salió no fue muy bien recibida por los medios ingleses y se negaron a pasarla por la temática que la abrazaba. Sin embargo Miles la supo olfatear como un hit apenas la escuchó y apostó por ella. “Era la primera vez que veía la prostitución en las calles, y esas mujeres eran realmente hermosas. Tenía una melodía dando vueltas en mi cabeza y me imaginaba enamorado de una de esas chicas”, supo declarar muchos años después Sting. Por esa canción The Police logró contrato con el sello A&M y pudo empezar a poner un pie en las rutas.
John Pigdeon, periodista inglés que en aquella época tenía su columna de singles en la revista Melody Maker, ni bien escuchó Roxanne se sintió tentado a escribir una crítica, que entre otras cosas, decía lo siguiente: ni Elton John, ni Pil, ni Bruce Springsteen podrán igualarlo. Tras esa columna a Pigdeon le sonó su teléfono. Del otro lado A&M Records lo invitaba a sumarse a la primera gira que en 1978 The Police realizaría por Estados Unidos.
Varios meses después de transitar la ruta con la banda y verlos en vivo, mientras se preparaba para volver a casa, escribió el primer párrafo de su crónica donde arriesgó lo que hoy finalmente ya es historia sabida: “The Police no es punk. The Police no es disco. The Police no es Heavy Metal. The Police no es power pop. The Police es la mejor banda de rock and roll que he visto en años”.