Lula dedicó gran parte de su discurso a agradecer a los militantes que mantuvieron un campamento frente a la comisaría por casi 600 días. Ante la militancia, Lula hizo un discurso que fue caracterizado por la prensa local como emotivo. Pero para quienes conocen su habilidad oratoria, fue evidente que además de ser un discurso agradecido, fue muy tenso, distinto al habitual, con una expresiva contención gesticular. Emotivo por la salida de la cárcel, lleno de agradecimientos, pero también contenido en las señales políticas. Y las señales fueron divergentes.
El discurso estuvo permeado por una tensión interna, con palabras y gestos medidos. Por un lado, la crítica a una elección robada, violenta crítica a la "pandilla de la Policía Federal, de la operación judicial, de Moro", críticas a Bolsonaro y a la situación económica del país. Por otro lado, la afirmación de que no guarda rencor, según sus palabras, "quiere amor para volver a levantar al país".
Por un lado, Lula se refirió nuevamente a las elecciones de 2018 como robadas. Tuvo varios adjetivos para la operación judicial Lava Jato y llegó a compararla con una pandilla. Hizo diversas críticas e ironías a Bolsonaro, entre la explícita referencia a "mentir por Twitter", a que ni siquiera es capitán del Ejército, y también por tener un ministro de Educación que pretende destruir las universidades, golpeó con el aumento de la desocupación y la precarización laboral "desde que fui preso". Criticó también el congelamiento del salario mínimo en las nuevas medidas anti obreras presentadas por Guedes y Bolsonaro al Parlamento. Por otro lado, prometió que su orientación es de "amor" y que no guarda rencor. Hay quien quiere ver en esa frase al "Lula paz y amor", conciliador con el FMI y con el régimen, como del 2002 en adelante.
Esa tensión interna en el discurso ilustra una posible tensión de la propia orientación política de Lula y del PT, todavía es temprano para definirlo, y habrán más muestras en el discurso que dará mañana en el Sindicato de los Metalúrgicos de San Bernardo do Campo, en San Pablo.
Si por un lado, Lula busca alimentar una oposición más fuerte a Bolsonaro, y para eso anuncia caravanas por todo Brasil, pone el dedo en la herida económica y social y hasta menciona la entrega del país. Por otro lado su virulencia verbal contra la operación Lava Jato fue aun más fuerte que las palabras que dirigió por la situación económica del país y hacia Bolsonaro, que ganó las elecciones robadas.
Ese tono "más arriba" contra el juez Sérgio Moro y el fiscal Deltan Dallagnol, personeros de la operación Lava Jato, resuena en su discurso en São Bernardo hace casi 600 días atrás, y también muestra un camino intermedio entre el despertar de la lucha de clases y la conciliación: anti Bolsonaro sí, pero sobre todo violentamente anti Lava Jato. ¿Un camino para atraer a parte del centro político, incluyendo a la mayoría de la Corte Suprema, y ofrecer un proyecto político que prometa menos austeridad sin insuflar la resistencia de los trabajadores y la juventud?
Lula puede trazar puentes tanto hacia la izquierda como hacia la derecha, la tensión en su discurso parece indicar un intento en ese sentido: unificar alrededor de su figura más movimientos juveniles y de los trabajadores por un lado, y más conciliación como promueven los gobernadores de su partido. Estos últimos, no solo intentaron extender la reforma previsional a los empleados provinciales y municipales sino que concilian con Bolsonaro promoviendo la militarización de las escuelas, como está haciendo Rui Costa, gobernador de Bahia.
¿Es posible ser oposición de Bolsonaro sin despertar la lucha de clases en un nivel que ponga en riesgo los puentes a construir con el centro?
Más allá de Lula, ¿cómo van a encarar sectores de las masas cada ataque a Bolsonaro ahora que fue eliminado uno de los mayores símbolos del golpismo, la prisión arbitraria de Lula? ¿Pueden sentirse fortalecidos y más a tono, aunque en forma distinta y distorsionada, con las revueltas que vimos explotar en Ecuador y en Chile?
Lula siempre fue un habilísimo domador de palabras, de insuflar y contener a la vez. Para la juventud y los trabajadores, hay que recordar que fue el PT en el gobierno que empezó los ajustes que la burguesía quizo acelerar violentamente con el golpe, y que cada fuerza golpista crucial, desde los medios hasta el Poder Judicial, del agronegocio a las bancadas de la bala (mano dura) y de la biblia (evangelistas), cada uno de esos sectores fue alimentado por el PT con su conciliación, cediendo cargos, recursos, abandonando políticas que chocaran con ellos. La moneda de cambio eran los derechos de los trabajadores, de la juventud, y sobre todo de las mujeres, además de la lucha contra la degradación ambiental capitalista.
Hay que tomar cada parte más agresiva del discurso de Lula y hacerla valer en la lucha de clases. Si queremos aprovechar la debilidad del golpismo en medio de esta inmensa derrota de uno de sus pilares, la Lava Jato, y de esa manera enfrentar con todo los ataques en curso, hay que romper la tregua que las centrales sindicales, orientadas por Lula y el PT, le están dando a Bolsonaro. Ataques históricos están pasando sin ninguna resistencia. La debilidad de la Lava Jato es la oportunidad para avanzar a poner todo en juego. Para eso hay que ir más allá de los discursos e imponer un plan de lucha que rompa con la tregua y la conciliación. |