La imagen de un grupo de golpistas que entraron al Palacio de Gobierno y con la biblia en la mano, luego la quema de la Wiphala, símbolo de los pueblos originarios, es una muestra del racismo y la xenofobia de la alianza de la derecha política, empresarial, clerical y policial que llevó a cabo el golpe de Estado, con el aval de las Fuerzas Armadas.
El domingo se consolidó en Bolivia un golpe de Estado. Unos minutos antes de que las Fuerzas Armadas pidieran la renuncia de Evo Morales, el derechista y racista jefe del comité cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, entraba al Palacio de Gobierno con la biblia y una bandera boliviana, asegurando que "Dios volvió al palacio". Consumado el golpe de cívicos y policías, con el visto bueno de los militares, se vio a grupos de golpistas retirando la Wiphala, bandera símbolo de los pueblos originarios, del Palacio de Gobierno, e incluso otros que las quemaban. Una imagen que pinta de cuerpo entero a la derecha que está detrás del golpe y que generó indignación en gran parte de la población.
A diferencia de octubre de 2003, cuando el pueblo trabajador, campesino, indígena y popular tuvo que soportar a la Policía y al Ejército disparando por semanas y semanas, hoy, cuando se trata de un sector de la sociedad acomodada, clase media y empresarios, estas fuerzas bajaron sus armas, apoyando de esta manera el golpe de Estado.
Se ha difundido mucho por redes sociales que diversos grupos empezaron a saquear tiendas y casas en diversas zonas de El Alto. En respuesta inmediata a esto, los vecinos empezaron a auto-organizar su defensa. Esto se extendió también a varias ciudades del país, los medios contribuyen a generar y extender un ambiente de pánico ante lo que calificaron como una amenaza de grupos vandálicos y robos. Esta situación de crisis se desarrolla ante un escenario de vacío de poder y disgregación estatal de ahí que cientos de comités vecinales hayan determinado organizarse para garantizar la seguridad de sus barrios. La situación de pánico alentada por los medios televisivos provocó que la Policía solicite que las FF.AA se una a ellos para “poner orden y evitar derramamiento de sangre”. El cerco mediático que también fue denunciado ya no mostró que durante la jornada de ayer en la noche lo que se instaló en el país fue un clima de estado de sitio y represión.
Video difundido en Youtube por "Jujuy Dice"
Hay que marcar sin embargo un elemento importante que no se dice. La indignación que se despertó fue cuando se quemó la Wiphala, símbolo de las comunidades y de los pueblos originarios del país, y esto generó una inmediata reacción popular contra las manifestaciones simbólicas racistas homogeneizantes y enemigas de los pueblos indígenas. Los intentos de calmar la emergencia de las movilizaciones y focos de resistencia ante la derecha, condujo a que se vuelva a hizar la Wiphala en la plaza Murillo, arengas policiales en aymara y en quechua pidiendo disculpas y el pedido de disculpas y tolerancia ante los símbolos de Camacho pero que no fueron suficientes para detener las movilizaciones que surgieron la jornada de ayer lunes 11 de noviembre.
La oposición cívica, clerical y policial y pro imperialista, busca que se pueda dar curso a las salidas constitucionales y de sucesión de mando para poder instalar sesión en la Asamblea Legislativa, esto para poder seguir dando una cobertura "democrática" al golpe. Aún no queda claro como se desarrollará durante la jornada de este martes este hecho, considerando elementos como el consumado exilio de Evo Morales y también la salida de las FF.AA para poner orden. Ante esta incertidumbre frente a cómo se impondrá el nuevo régimen, lo cierto es que éste será más duro contra los derechos democráticos de las y los trabajadores, de las mujeres y de las diversidades sexuales, de los campesinos, indígenas y el pueblo pobre.