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La Izquierda Diario
15 de noviembre de 2019 Twitter Faceboock

El Telescopio
La guerra por el agua, la insurrección y la chispa que arde
Vera García

Son días de convulsión en Latinoamérica y en el mundo.

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En el año 2000 se dió en Bolivia un proceso llamado la Guerra del Agua, cuando el pueblo de Cochabamba se reveló contra la impunidad del poder. No sería la primera vez.

En aquellos tiempos el gobierno quiso imponer la privatización del servicio, con cifras exorbitantes. Empresas multinacionales tenían su interés garantizado. Pero no. Cochabamba tembló y emergió de tanta resignación. Una vez más el pueblo oprimido dijo basta, al igual que esta sucediendo hoy día en experiencias recientes masivas como Chile, y otros países como Francia y Ecuador, solo por poner ejemplos.

El caso es que estos días de convulsión recordé la escena de una película, que vi hace unos años. Un grupo de cineastas viaja a Cochabamba en medio de la guerra del agua. Quieren recrear en el film la llegada de los españoles a América, y contratan a nativos del lugar como actores. Uno de ellos resulta ser activista en la lucha contra el impuesto al agua. Los cineastas le advierten que "no se meta en líos" (era su actor principal) con promesas de buen pago. Sin embargo, termina detenido en el marco de una manifestación. Cuando lo van a ver en prisión, ante el reproche por la promesa incumplida, el responde convencido: "sin agua no hay vida. No lo entienden"
Efectivamente, Daniel (el personaje de la película) llevaba la razón. Estaba peleando por el recurso más básico para la existencia de la vida. Un recurso que aparece en todas sus formas a nuestro alrededor, en ríos, mares, brota de entre las piedras, en las lagunas. Pero ahora Daniel peleaba por él: el agua es un bien ajeno por el que hay que pagar.

Pues si. Bolivia forma parte de un mundo saqueado. Saqueado en sus bienes, pero también en sus valores y simbología. El poder tiene fundamentos y sustentos ficticios, operación ideológica para llevar a cabo su plan. Todo puede justificarse con un Dios que impone la palabra (seremos "bienaventurados") y dispara el combo de culpa y resignación. Hoy otra vez la cruz quema banderas. Las balas siempre llegan al mismo lugar.

Esa resignación que se impone al mundo con la fuerza y la palabra se me representa en la cabeza como un volcán que está en ebullición. De un momento al otro explota en todos los sentidos y la rabia se organiza. La clase se desata y la insurrección se muestra tan bella como esa flor que brota de un cactus. La aridez es parte del resurgir que vendrá.

Son días de convulsión en Latinoamérica y en el mundo.
Ojos expectantes miran y toman lecciones. El pisoteo del imperialismo sobre las cabezas de la clase trabajadora puede ser resistido. Es posible. Somos quienes movemos este mundo que se impone ajeno.

"...Aunque sofoquen la llama,
La chispa arde agitada
Y, a través de la noche al cielo
La nueva llama triunfa..."

(Karl Liebknecht)

 
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