Como una “última apuesta” fue catalogado el acuerdo por la paz y una nueva constitución aprobado por la derecha, la exNueva Mayoría y sectores del frente amplio.
El documento que implementa una verdadera trampa democrática, basada en plebiscitos desmovilizadores y condiciones que mantienen los anclajes antidemocráticos de la dictadura, ha significado una nueva burla a los millones de manifestantes y la revuelta popular en Chile.
Esto es un buen inicio para la UDI, donde celebra el acuerdo mediante los medios como El Mercurio, donde habla de un “gran esfuerzo” mientras su único rol fue mantener el criterio de los dos tercios para las votaciones fundamentales, imponiendo uno de los aspectos más cuestionados de la constitución de Jaime Guzmán.
Tal como declaró Van Rysselberghe en una entrevista donde argumentó que “esta es la Constitución de 2005, está firmada por Ricardo Lagos. No era esa nuestra preocupación, era más bien el hecho de generar un marco estable hacia adelante(...) Podrá ser el fin de la de 1980, pero esta va a ser la Constitución de Sebastián Piñera”.
Asegurando la impunidad de la constitución pinochetista con la cual relegan las demandas de la calle a segundo plano, Rysselberghe, sin tapujos, manifestó al matutino que “este acuerdo para una nueva Constitución no resuelve "el tema de la salud, de la calidad de la educación, de las pensiones. Sí resuelve las diferencias políticas. Este no es el fin de la crisis, pero sí ayuda a sacar a la gente de la calle".
Contrariamente a lo planteado, miles de movilizados siguen repletando las principales plazas y calles del país demostrando que el acuerdo del congreso solo servirá para mantener con vida la herencia de la dictadura y un salvataje para el debilitado gobierno de Piñera. |