Hablar de Aki Kaurismaki, es referirse –probablemente- al director más popular e importante del cine finlandés de nuestro tiempo. Ya son más de 35 años de carrera donde el cineasta, con un modo particular y reivindicando a los grandes maestros como Buñuel, Ozu o Bresson, ha forjado un cine que no sólo rescata la desolación de la humanidad atravesada por un mundo adverso, sino también, la confrontación de esa misma humanidad, encarnada en la clase obrera. |
El siguiente año se cumplirán 30 años desde que diera vida a su más afamada saga «La trilogía del proletariado» compuesta por «Sombras en el paraíso», «Ariel», y «La chica de la fábrica de fósforos», donde él mismo la ha catalogado como la trilogía de los «perdedores», puesto que no trata tan solamente de la vida de los trabajadores sino que coloca a sus personajes ante la complejidad de una vida sometida a la opresión y a la explotación, condenados a vivir los reductos de un sistema capitalista que va en ascenso o simplemente se desploma.
La trilogía
En «Sombras en el paraíso», del año 1986, podemos ver la historia de Nikander e Ilona, un trabajador del aseo y una trabajadora de supermercados respectivamente, quienes en esos cruces del destino –lógica habitual en el cine del finlandés- se enamoran profundamente, pero cuyo amor se verá puesto a prueba por los prejuicios de la sociedad, las ilusiones y las aspiraciones de una vida que pareciera traicionarlos.
Por otro lado en «Ariel», del año 1988, encontramos a Taisto, un joven que luego de quedar sin empleo en una mina ubicada en un sector rural apartado de Finlandia, y que tras el suicidio de su padre –dejándole su auto convertible- decide emigrar a la ciudad en busca de una mejor vida, lamentablemente sólo encuentra lo peor de una sociedad brutalmente individualista, mercantil y policial, donde sólo el amor mantendrá sus esperanzas por seguir viviendo.
Por último «La chica de la fábrica de fósforos», del año 1990, trata la historia de Iiris, una joven finlandesa que vive junto a sus padres bajo una tormentosa relación. Iiris trabaja diariamente en una fábrica de fósforos y ocupa las noches para salir a divertirse y tratar de conquistar a algún muchacho, sin embargo es cotidiano terminar por lo general desilusionada por el constante rechazo. Esto, antes de un hecho particular que cambiará su vida.
De emociones y frialdades
Kaurismaki es un director caracterizado por un estilo de cine particular, donde combina por un lado una frialdad que impregna a los personajes puestos en la pantalla pero adjudicándoles una ternura indescifrable, donde el espectador termina conmoviéndose por la rigidez de sus protagonistas quienes se encuentran puestos a la deriva de una situación crítica pero de algún modo -por más pequeña que pareciera- esperanzadora.
Los encuadres, el silencio, el tiempo absorbido por una elipsis, hacen del corto tiempo que duran sus películas en general un espacio para sufrir y reír generándose un nudo en la garganta, que solo desaparece en el último segundo donde podemos esperar la fatalidad de una historia acumulada de miserias y contradicciones, o una pequeña salida donde los personajes consiguen vislumbrar un futuro con nuevas oportunidades de rehacer su vida.
Genios como Kaurismaki, nos muestran las calamidades del periodo abierto por la restauración burguesa, si es que tomamos en cuenta que hechos trascendentales, como la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS, han puesto en cuestionamiento la idea rol histórico del obrero y el comunismo. Es así como se palpa entonces una clase obrera que se resiste a desaparecer, y que sufre cada día las miserias del sistema capitalista, donde el cariño y la esperanza, son una batalla cotidiana. Es una invitación a la paradoja de maravillarnos y emocionarnos hasta la médula por la brutalidad que viven los trabajadores todos los días pero que se niegan a dejar de soñar. |