[Desde Bolivia] La Unión Revolucionaria del Magisterio (URMA), que dirige el magisterio de La Paz y Cochabamba, junto con el POR [1] y pequeños grupos como el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores, expulsado de la LIT-CI), el grupo de César Lora, “Patria Insurgente”, entre otros, durante el golpe de Estado en Bolivia se sumaron de manera militante al grito de “fuera Evo” a las movilizaciones cívicas encabezadas por el empresario Camacho −y el ex vice de Goni, Carlos Mesa− que promovieron el golpe cívico, policial, clerical y racista. Al bloque golpista, encabezado por los cívicos, los agroindustriales y esas “democráticas” organizaciones como la Iglesia Católica y los credos evangélicos, se sumó el componente militar con el pronunciamiento del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, y alcanzó su objetivo el domingo 10 de noviembre con la renuncia de Morales. Luego, con el gobierno de la autonombrada presidente Jeanine Áñez, repitieron y agrandaron las calumnias y mentiras contra la movilización alteña y contra la resistencia en general, afirmando que se trataría de narco-terroristas, vándalos, agentes pagos del MAS y otras. Cuando ya se pasó la cifra de 30 personas asesinadas por el nuevo régimen y el gobierno que ayudaron a encumbrar, tímidamente repudiaron la represión, pero para afirmar que se debe continuar la persecución política al MAS.
Rodrigo Echalar, maestro y presidente del comité cívico de Sucre, junto a una fracción del Comité Cívico Popular de Cochabamba piloteado por Miguel Lora y José Luis Álvarez de la FDTEULP (Federación Departamental de Trabajadores en la Educación Urbana de La Paz) han sido fundamentales en el rol del POR para fogonear el movimiento cívico.
Esta participación estuvo antecedida por su llamado por el voto negativo junto a toda la oposición de derecha el 21F del 2016 y luego, ante el desconocimiento del resultado electoral por parte de Evo Morales y el MAS mediante una sentencia constitucional, se sumaron al movimiento de las plataformas ciudadanas del 21F. Esta posición estuvo justificada, según los militantes del POR, en los múltiples agravios que el MAS ha infligido a sectores del movimiento obrero, como en ENATEX (Empresa Pública Nacional Textil), los intentos de imponer el Estatuto del Funcionario Público en las empresas y reparticiones estatales para prohibir derechos laborales y de organización, o la criminalización de la protesta social y la judicialización de los dirigentes sindicales opositores. Asimismo, estos agravios se extendieron a sectores del movimiento indígena como en el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure), Chepete, la Nación Qara Qara, y otros, así como sectores del movimiento campesino, como sucedió con los cocaleros de los Yungas de La Paz, Achacachi, entre otros. La denuncia de fraude y la calificación del gobierno de Evo Morales como “fascista” y “dictatorial” abrieron el camino hacia su participación en la movilización junto a Carlos Mesa, los cívicos y las iglesias.
El POR se caracterizó por sostener una lógica de construcción partidaria basada en el sindicalismo y en el obrerismo, cuyo eje de acción son las demandas estrechamente sindicales y corporativas, razón por la cual la elaboración teórica para la comprensión de la realidad queda absolutamente devaluada desde el primer momento que para pedir salario no hace falta conocer el mundo exterior. Su estrecho sindicalismo le hizo subestimar y devaluar la importancia de la cuestión nacional indígena o de los pueblos originarios y por lo mismo no ver la importancia para los mismos de su inclusión en el texto constitucional y la emanación de derechos nacionales y culturales así como en la administración de justicia según usos y costumbres. La negativa a ver la existencia de naciones y pueblos oprimidos que ven amenazadas conquistas que, aunque formales, tienen una enorme significación simbólica, no solo se basa en la absoluta incomprensión de cómo puede construirse la alianza obrera y campesina para pensar la revolución socialista, ya que sin esas masas indígenas y campesinas hoy movilizadas no habría alianza obrera campesina y, por lo tanto, tampoco revolución. Es un problema estratégico central. El POR, sin embargo, esta vez no solo llegó a subestimar el problema indígena sino que formó en el flanco izquierdo de la falange derechista y clerical empresarial de Camacho, contra nada menos que uno de los sujetos estratégicos si se piensa en términos de revolución socialista.
La denuncia de fraude como legitimador de la asonada derechista
El movimiento cívico detonado en la noche del 20 de octubre luego de la suspensión de la transmisión de datos del TREP se apoyó en la convicción de una nueva vulneración de la legalidad estatal por parte del gobierno y en la posibilidad de existencia de un fraude por parte del MAS para evitar una segunda vuelta que podría darle el triunfo a Carlos Mesa. Hay varios interrogantes que es necesario responder: ¿Hubo fraude? ¿Qué se buscaba con el fraude? ¿Cuál era y es el contenido del voto por Comunidad Ciudadana? ¿Ante la verosimilitud de la existencia de fraude, es suficiente esto para sumarse a un golpe reaccionario y de derecha?
Empecemos por la primera pregunta, si hubo fraude o no. Desde la LOR-CI no depositamos ninguna confianza en la transparencia del proceso electoral, ni tampoco en Evo Morales y el MAS, a los cuales hemos visto violentar diversas normativas para asentar un régimen crecientemente personalista y autoritario. Sin embargo, así como no le podemos creer a Morales, menos que menos a un organismo al servicio del imperialismo como la OEA que, al mando de Luis Almagro, fue la punta de lanza de la ofensiva imperialista en Venezuela y Cuba. Que cívicos, agroindustriales, empresarios, iglesias y partidos de derecha hayan aceptado la afirmación de la OEA sin más, obedece a la naturaleza de clase y política de los mismos; pero que el POR o el MST o ex dirigentes sindicales lo hagan, muestra una bancarrota absoluta de esta izquierda.
El resultado de la auditoria de la OEA que detonó la renuncia de Morales es un informe que ni siquiera tenía firmas al momento de ser publicado.
¿Por qué una organización revolucionaria debería creer los informes de un organismo que alienta la injerencia imperialista en la región? No lo sabemos, pero individuos, intelectuales, académicos y partidos de izquierda tomaron la auditoria de la OEA como argumento “irrebatible”. La LOR-CI no. Somos antimperialistas y anticapitalistas, y nos educamos en la profunda desconfianza y odio a todo lo que emana de estos organismos. Pero, si hubo fraude, ¿que se buscaba con el mismo? Si lo hubo era para no llegar a una segunda vuelta con Carlos Mesa; es decir, pese a lo aborrecible de las prácticas fraudulentas, el MAS de Evo Morales sigue siendo la primera fuerza del país, la mayoritaria y, por lo tanto, el golpe de Estado de cívicos, policías, iglesias y militares, condimentado por la izquierda golpista, estuvo dirigido contra la gran mayoría del país, aunque no le guste a la iglesia católica, los evangélicos, cívicos o policías. Los hechos son los hechos. La jugada impuesta por los golpistas y aceptada por los cobardes parlamentarios del MAS de anular las elecciones y reconocer la “sucesión constitucional” de Áñez es la búsqueda de desconocer el voto rural y campesino, intentando en nuevas elecciones poder disminuir la diferencia o eventualmente ganarle al MAS. El POR y los demás fogonearon un movimiento al servicio de Áñez, Mesa o eventualmente Camacho. ¿Cuál era el contenido del voto supuestamente vulnerado a Comunidad Ciudadana impidiendo la segunda vuelta? Eso está más que claro con lo sucedido en los días previos a la renuncia de Morales y en los días posteriores: un programa neoliberal clásico como se evidencia en el desguace de las empresas estatales como BOA (Boliviana de Aviación) y los nombramientos en AASANA (Administración de Aeropuertos y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea) y SABSA (Servicios de Aeropuertos de Bolivia) al servicio de empresas como Amaszonas y amigos de Camacho; un programa racista y conservador como se evidenció en las agresiones a las mujeres de pollera, a la wiphala; y las decenas de asesinatos producidos en Sacaba, Senkata, Betanzos y Montero, entre otros. El POR y demás grupos e individuos que apoyaron el golpe no tomaron en cuenta en ningún momento el contenido del voto que defendían, es decir, un contenido anti obrero y anti campesino, de carácter clerical y empresarial. Todo lo que acabamos de señalar nos lleva a que, incluso si se pudiera verificar la eventualidad de un fraude por parte del MAS para evitar la segunda vuelta, eso no puede justificar de ninguna manera un golpe de Estado, que en sus formas es contra Evo Morales y el MAS pero en su contenido es un golpe contra el movimiento obrero campesino, indígena y popular.
El ni siquiera haberse formulado estos interrogantes, y como continuidad de una concepción burdamente sindicalista, el POR terminó abandonando el terreno de la clase obrera y del marxismo adoptando un comportamiento y una política liberal democrática de izquierda, al no tomar en cuenta el contenido de clase y las relaciones de clase bajo la consigna de "¡fraude!". En nuestras condiciones, esta denuncia del fraude se tradujo en un golpe de estado de ultra derecha bajo la bandera de... ¡la Biblia! Bárbara contradicción. La amalgama de que quien se oponga al golpe es “masista” “narco-masista” o “terrorista”, lenguaje muy al gusto de la ultra derecha y adoptada por la izquierda gorila, tiene el objetivo de esconder el golpe al movimiento de masas, presentándolo como una limpieza de la corrupción de la “narco dictadura fascista del MAS”, alimentando ese esfuerzo por presentarse como demócratas mientras van dejando decenas de muertos y heridos en el camino.
Cuando se denuncia el golpe, no se protege un partido, se defiende el derecho democrático de tener el candidato que se les dé la gana a uno de los sectores oprimidos más grandes del país, los hombres y mujeres del campo. Cuando se denuncia el golpe, se está defendiendo el derecho democrático de los pueblos originarios a sus símbolos, creencias y a su identidad cultural y nacional, hoy doblemente amenazadas por la Biblia en palacio y la idea reaccionaria del retorno a la “República de Bolivia” como simbolismo del enseñoramiento blanco-mestizo y sus prerrogativas de casta encubiertas bajo una falsa homogeneidad nacional. Cuando enfrentamos primero la asonada cívico derechista y luego el golpe, defendemos el derecho de las mujeres y del movimiento de mujeres, así como del movimiento LGBTIQ y sexo diversa a mantener sus posiciones conquistadas ante un nuevo régimen y gobierno basado en las organizaciones anti derechos, de las iglesias y de las instituciones armadas. Cuando se denuncia el golpe se está defendiendo y alertando sobre la inminente privatización de empresas estatales como ya se anunció. Cuando se denuncia el golpe, se está alertando sobre los próximos ataques a la economía popular, como fue la reciente liberación de límites a la exportación de productos agroindustriales, y la inmediata suba de precios en el mercado nacional.
Las negociaciones entre la federación de cooperativas mineras y el ministerio golpista de economía versan en la posibilidad de eliminar la llamada “maquila”, remedo de impuesto a la extracción de mineral que estableció Morales. En suma, un régimen como el que quiere implantar el gobierno de Áñez requiere el creciente protagonismo de las FF.AA y de los aparatos de represión y, por eso, denunciar el golpe es defender los derechos de protesta, de organización, de expresión, de libertad y de la vida, hoy amenazados por una camarilla golpista que esta cebada en su odio racial y de clase. Para finalizar este punto, hay que señalar que diversos intelectuales de izquierda o progresistas se niegan a hablar de golpe amparados en todo lo malo, feo, sucio y antidemocrático que tuvo el régimen de Evo Morales, diluyendo el significado del hecho concreto sucedido entre el 20 de octubre y este 22 noviembre -que empieza la desmovilización general- en toda una historia de agravios de los últimos años. En esta línea se encuentran tanto Raúl Zibechi, como Rolando Astarita o Luis Tapia, solo por mencionar algunos conocidos. La dilución del golpe de la derecha en toda una historia de agravios como el TIPNIS, los acuerdos del MAS con la agroindustria, etc, solo embellece el golpe, y contribuye a la campaña de estigmatización y difamación de las marchas de la resistencia que van mucho más allá del partido de Morales.
Por otro lado, del heroísmo en la resistencia del pueblo alteño y particularmente del distrito 8, Senkata, el POR no puede decir una sola palabra. La historia lo encontró en la misma barricada que la OEA, Trump, los agroindustriales, la CAO (Cámara Agropecuaria del Oriente), la CAINCO (Cámara de Industria y Comercio), y las bandas paramilitares fascistas de la Juventud Cruceñista o la resistencia de la juventud cochala. En cambio si puede hablar de los bloqueos de la UJC (Unión Juvenil Cruceñista) en Santa Cruz, o del matonaje motorizado de la juventud cochala, especializados en agredir mujeres de pollera, quemar sedes sindicales o el de Calacoto de la zona sur de La Paz, bloqueos con ayuda de 4x4, hablando en inglés y vomitando racismo y misoginia por todos los poros. Terminamos señalando que la colaboración del MAS con los golpistas en el parlamento es una prueba suficiente de que este cambio de régimen, apoyado fundamentalmente en las FF.AA, va dirigido contra el movimiento de masas, obrero, campesino e indígena más que contra el partido de Evo Morales.
El POR pasó de sostener que “las ilusiones democráticas están agotadas en Bolivia”, a la defensa del voto con los cívicos empresariales
El POR, luego de presentarse a elecciones en 1985 y obtener poco menos de 10.000 votos, extrajo una extraña conclusión: las “ilusiones democráticas” (no las del POR, sino la de las masas de Bolivia) estaban “agotadas” históricamente. En fin, que la democracia burguesa era ya imposible en Bolivia, y esa caracterización la han sostenido sin importar que todos los planes de ajuste neoliberales y todos los ataques a los trabajadores y al pueblo durante el ciclo neoliberal se realizaron bajo el manto y la cobertura de la democracia burguesa durante los últimos 37 años. Incluso desde el ascenso de Evo Morales y el MAS en las elecciones del 2002, pasando por las elecciones del 2006 que le permitieron llegar al gobierno, el POR continuó sosteniendo esta afirmación afiebrada.
El completo divorcio entre las afirmaciones del POR y la realidad, que no merecerían ni siquiera unas breves líneas, sin embargo estuvieron al servicio de mantener una política estrechamente sindicalista magisteril y estudiantil que facilitaban una abstención sectaria en la lucha política y que preparaban, como vemos hoy, alianzas con sectores de la ultra derecha cívica. La afirmación de esta teoría del “agotamiento de las ilusiones en el voto”, no le impidieron llamar a votar NO en el referéndum del 21F, con lo que habrían estado alimentando las “ilusiones democráticas” ya agotadas.
¿Buscó, con esto, el POR sacar esas ilusiones de su agotamiento? Inútil buscarle coherencia entre palabras y hechos. Luego formó parte del movimiento en defensa del voto negativo del 21F junto a las plataformas ciudadanas, la gran mayoría de ellas desde posiciones liberales hasta las abiertamente semifascistas y bolsonaristas. Las elecciones del 20 de octubre y el posterior movimiento en defensa del voto abriendo la crisis política más grave de los últimos 11 años pusieron en evidencia la importancia que la población y el conjunto de las clases sociales otorga a los procesos electorales y a las formas “democráticas” en la gestión del Estado. Lejos de intentar corregir las burradas afirmadas estos casi 40 años, el POR se sumó al movimiento cívico en defensa del “voto ciudadano” y de las “ilusiones democráticas” que ya “no existen”. Inconsistencia ideológica, aventurerismo, y carencia de principios.
Los “fascistas” Camacho y Mesa serían para POR el mal menor ante el “fascista” de Evo Morales
El POR, en estas últimas décadas, ha encontrado un atajo que le permite esquivar las molestas y dificultosas tareas del estudio teórico del marxismo y de la realidad con el adjetivo de “fascismo” que es aplicado sin distinción tanto a las últimas dictaduras militares de los 80, a los diversos gobiernos neoliberales, a los gobiernos de Evo Morales y el MAS sin tomarse siquiera la consideración de determinar la naturaleza de clase y composición de los diversos partidos, sus programas, las diversas relaciones de fuerzas entre las clases, las diversas relaciones con el imperialismo, las diversas relaciones de estos gobiernos y/o partidos con respecto a la clase obrera, o el movimiento campesino, o el movimiento indígena, o con respecto a las mujeres y las diversidades sexuales. A despecho de la vida, y haciendo gala de una altanera y atrevida ignorancia, todo cae en la bolsa negra del fascismo, repitiendo de manera caricaturesca la política del Partido Comunista en Alemania en los años ’30 (bajo el mando de Stalin) que calificaba al Partido Socialdemócrata alemán como “social fascismo”, poniendo un signo igual entre el gobierno sostenido por los socialdemócratas y los nazis de Hitler. Aquello terminó abriendo el camino a los nazis al poder.
El POR reconoce el carácter burgués de los campos enfrentados y, desde ese punto de vista, por su naturaleza de clase serían lo mismo. Sin embargo si son lo mismo, es incomprensible sobre qué bases el POR eligió como “mal menor” a uno de los “fascistas”, en sus palabras, es decir, nada menos que a la Juventud Cruceñista con Camacho al frente. Ahora, si se analizan los dos campos “burgueses” desde el punto de vista de los trabajadores y sus organizaciones, así como sus derechos laborales, étnicos, culturales, etc, salta a la vista que para los trabajadores, los campesinos, o la amplia mayoría de pueblos indígenas no son lo mismo. El MAS reconoció derechos democráticos de manera formal, pero no menos significativa para los pueblos indígenas. El otro campo busca la homogeneización en la “bolivianidad” y en el cristianismo como fe. El MAS se sostuvo sobre las organizaciones sindicales, cooptando y corrompiendo a sus dirigentes, pero los otros prefieren eliminar las organizaciones sindicales o intervenirlas, como sucedió con la COD (Central Obrera Departamental) de Santa Cruz apenas confirmado el golpe con ayuda de dirigentes sindicales afines al golpismo. Estas diferencias básicas, reconocibles a cualquier trabajador con sentido común, sin embargo para el POR no lo eran. Esto tampoco significa que el MAS era el mal menor, pero la sociedad capitalista necesita de todas estas variedades políticas para funcionar, recurriendo a los socialdemócratas en ocasiones y en otras a los fascistas.
Trotsky, refiriéndose a la criminal política del Partido Comunista alemán en los ’30, que terminó apoyando el referéndum de los nazis contra Brüning, lo formulaba de la siguiente forma:
Entre la democracia y el fascismo no hay diferencias de clase. Esto debe significar, evidentemente, que tanto la democracia como el fascismo tienen un carácter burgués. Nosotros adivinamos lo mismo incluso antes de enero de 1932. Sin embargo, la clase dominante no habita en el vacío. Mantiene unas relaciones determinadas con las demás clases. En una sociedad capitalista desarrollada durante un régimen "democrático" la burguesía se apoya en primer lugar sobre la clase obrera controlada por los reformistas (...). En el régimen fascista, al menos en un primer estadío, el capital se apoya en la pequeñoburguesía para destruir las organizaciones del proletariado. ¡Italia por ejemplo! ¿Existe diferencia en el "contenido de clase" de los dos regímenes? Si se plantea la pregunta a propósito solo de la clase dominante, no existe diferencia. Pero si se toma la situación y las relaciones recíprocas entre todas las clases desde el punto de vista del proletariado, la diferencia es muy grande [2].
Finalmente, Trotsky cuestionaba duramente al Partido Comunista alemán, que gracias a su orientación estalinista sectaria había hecho unidad de acción con los nazis facilitando el ascenso de Hitler y preparando la derrota de la clase obrera y el pueblo alemán. El POR debería saber que es precisamente esta política criminal la que llevó a las filas de la Oposición de Izquierda Internacional, el agrupamiento de Trotsky, a la conclusión de que la III Internacional no podía ser recuperada y que era necesario poner en pie una nueva internacional de los trabajadores, la IV Internacional. Finalmente concluía de la siguiente forma sus análisis sobre la política del estalinismo alemán, que fue similar a la que lamentablemente el POR sostuvo en la actual crisis política, convirtiéndose en el ala izquierda del movimiento golpista:
Salir a la calle con la consigna de "¡Abajo el gobierno de Brüning y Braun!", en un momento en que, según la relación de fuerzas, solo puede ser sustituido por un gobierno de Hitler y Hindemburg, implica el más puro aventurerismo. La misma consigna sin embargo adquiere un significado totalmente diferente si se convierte en el preludio de la lucha directa del proletariado por el poder. En el primer caso, los comunistas aparecerían a los ojos de las masas como los ayudantes de la reacción [3].
Es evidente que los poristas son vistos como elementos de la derecha, que, lejos de extraer conclusiones del enorme error estratégico cometido, lo profundizan, exigiendo que el nuevo gobierno de Áñez empiece la persecución penal contra el MAS. ¡Vergonzoso papel de una organización que en el pasado fue referente de los trabajadores y hoy alienta la persecución política estatal contra los opositores!
La necesidad de poner en pie un nuevo partido de la clase obrera, revolucionario, internacionalista y socialista
Uno de los argumentos “fuertes” del POR era que estaban al interior del movimiento disputándole la dirección a Camacho, que fue el primero en convocar al paro cívico y que las masas estaban en las calles luchando y que los revolucionarios tenían su lugar ahí. Sin embargo, para los marxistas, no se trata solo de ver “masas” en las calles, sino ver cuál es la naturaleza de clase de esos movimientos, cuales sus objetivos políticos explícitos y no explícitos y cuál es su programa. Ya mencionamos que el contenido del voto a Mesa y el movimiento ciudadano detonado el 20 de octubre era un movimiento conservador y reaccionario.
Pero, ¿qué clase social estaba en las calles? Fundamentalmente clases medias acomodadas, es decir, aquellas que históricamente han formado parte de la casta blanco-mestiza, y algunos trabajadores de cuello blanco como son los servicios de telecomunicaciones, bancarios, médicos, y algunos maestros dirigidos por la URMA. Sin embargo, el grueso de la clase obrera se mantuvo al margen debido al rol de sus dirigentes comprometidos con el golpe, como Huarachi de la COB. La bancarrota golpista del POR y diversos grupos, plantea la urgente tarea de empezar a discutir la estrategia, el programa y los métodos de organización y lucha de un nuevo partido revolucionario de la clase obrera que extraiga las lecciones revolucionarias de los acontecimientos de los que nos ha tocado ser parte. Llamamos particularmente a los amigos de El Alto del centro cultural Jacha Uru, a los compañeros de Cochabamba agrupados en Maestros por una Propuesta Educativa que tomaron distancia de URMA, a los y las compañeras que han visto con repulsión el papel del POR en la asonada golpista, a los estudiantes que se movilizaron y colaboraron con las movilizaciones del pueblo alteño y cochabambino a empezar a discutir las formas para avanzar en poner en pie una nueva organización revolucionaria en Bolivia. Desde la LOR-CI estamos a disposición de las iniciativas que vayan en este sentido. |