A contrapelo de los tiempos que corren Martin Scorsese reaparece con su sello propio y como representante de una generación de directores que ponen bien en alto la bandera del cine entendido como arte.
Esta es la historia de Frank Sheeran (Robert De Niro), quien luego de servir en la Segunda Guerra Mundial, abandona su trabajo como camionero para convertirse en soldado de la mafia a las ordenes del “Jefe” Russell Bufalino (Joe Pesci). De esta forma, Frank será un personaje que a fuerza de algunos notables asesinatos se inmiscuirá en la historia de Estados Unidos. Son 209 minutos que no defraudan y que parecen ser la antesala de la despedida de un gran director. La fuerza de la cinta se centra en un sólido guion que discurre con fluidez, interpretado con maestría por De Niro y Pesci y que alcanza su techo con la aparición de Al Pacino (Jimmy Hoffa).
Se define a la mafia como una organización clandestina de criminales que ejerce su poder mediante el chantaje, la violencia y el crimen. Sin embargo, esta organización parece no entrar en conflicto con los intereses de clase del Estado y opera más bien como una forma de estado dentro del Estado. La violencia y el crimen siguen los carriles de la lógica capitalista puestos a disposición de la política y hasta de la burocracia sindical.
El ascenso de Kennedy como presidente y su asesinato, la invasión financiada por la CIA en La Bahía de Cochinos, el escándalo de Watergate y la misteriosa desaparición del sindicalista Jimmy Hoffa, son hechos que sirven de marco para una trama siempre interesante.
Scorsese no deja de lado ninguno de los tópicos del género. Así ingresamos en ese mundo que desde El Padrino nos es tan familiar. La amistad, la familia, la religión, los códigos, el dinero, la traición, la política, el asesinato y el paso del tiempo. El tiempo, protagonista implacable que se lleva vidas, se lleva la juventud y que al final del viaje nos hace cargar con el peso de nuestras decisiones. Frank, al igual que el Raskolnikov de Crimen y Castigo (Dostoyevski), al llegar el final de la historia, nos develará en sus acciones y en su rostro un profundo sentimiento de culpabilidad que ninguna condena podrá jamás saldar.
El lobo de Hollywood
En los últimos tiempos, Scorsese hizo declaraciones al respecto de su opinión sobre el cine de superhéroes que generaron gran polémica. Dijo al New York Times: “Me hicieron una pregunta sobre las películas de Marvel. Dije que intenté ver algunas de ellas y que no son para mí, no creo que sean cine”, "Para mí, para los cineastas a los que llegué a amar y respetar, para mis amigos que comenzaron a hacer películas casi al mismo tiempo que yo, el cine trataba de revelación: revelación estética, emocional y espiritual. Se trataba de personajes: la complejidad de las personas y su naturaleza contradictoria y a veces paradójica, la forma en que pueden lastimarse unos a otros y amarse y de repente encontrarse cara a cara con ellos mismos".
La profundización de la mercantilización del arte y su instrumentación como difusor de discursos hegemónicos, cada vez dejan menos margen para ciertas temáticas que van a contra pelo de la historia oficial, es así que hasta Scorsese se vio forzado a realizar El Irlandés, para la más famosa de las plataformas de streaming, difícil imaginar obras como Taxi Driver (1976), Toro Salvaje (1980) o Buenos Muchachos (1990) exhibidas en los cines solo una semana, lo que en este caso solo fue el cumplimiento de un requisito burocrático que le permite a este film participar de la premiación de los Oscars del próximo año. A poco de estar disponible, algunos entusiastas en las redes, apabullados por la extensión de la película aconsejaron verla en episodios como si fuera una serie. Fue el propio Scorsese quien sin despreciar las posibilidades del formato serie tuvo que aclarar que: “Absolutamente no. Nunca pensé ni por un momento en ello porque todo el punto de la película es la acumulación de detalles. Es este efecto de suma de acontecimientos lo que provoca que funcione el final de la película. Esto significa que tienes que verla desde su principio hasta su final”.
Así, en tiempos de explicar lo obvio, entre la financierizacion de la economía y también del arte, los viejos cinéfilos (tal vez también por una cuestión generacional), andan en busca de quizás, una nueva experiencia epifánica (en palabras de Walter Benjamin), que de una forma estética y única nos pueda abrir los ojos para despertar del tedio sin fin que nos impone el sistema.