Mano a mano con la rapera, productora y beat maker. Activismo político y feminista. Trayectoria musical e historia de vida. El presente de la juventud y la cultura hip hop. Mirá los videos.
Cámara y fotografía: Mili Micaela Realización audiovisual: Florencia Sciutti
Desde que llegó a Capital Federal en 2014 nunca se fue del todo, pero se escapó varias veces. Vivió seis meses en La Plata y recorrió Latinoamérica. Estuvo en Chile, Perú, Brasil. Ahora no sabe cuánto tiempo más podrá seguir atada a Buenos Aires. Su terapeuta le dice que debería trabajar en ello. Kris Alaniz se atreve a dudar: quizás no haya problemas en seguir siendo nómade.
Nació en Buenos Aires, en 1989. Cuando tenía un año la llevaron a vivir a Catamarca. Allí se crió con su mamá adoptiva, una enfermera incansable y cinco hermanas. Su vagabundeo por el mundo empezó cuando tenía 15 años. Le dijo a su mamá que quería irse. Ni siquiera había terminado la secundaria. Agarró sus cosas y marchó para Salta. Ahí aguantó un año. Se fue para Tucumán, donde vivió tres años y terminó la escuela. Un día siguió la voz de unos pibes chilenos que estaban improvisando, a través del pasillo del hostel donde se hospedaba. Lo intentó y disparó sus primeras rimas: no paró de rapear desde ese día. Cuando tenía 19 se fue para Córdoba, tierra que la cobijó durante seis largos años. Demasiado.
“Cuando me fui para Córdoba mi vieja me dijo basta y se me terminó el ’subsidio’... Tuve que empezar a trabajar”, cuenta y se ríe. Consiguió trabajo como camarera y conoció el rigor del empleo gastronómico. Después empezó a trabajar en el bar de quien era su compañero, músico, de familia de músicos. Allí empezó a dedicarse a la producción de eventos con bandas y artistas que tocaban en el lugar.
A la hora de su desembarco a la Capital Federal, ya era toda una profesional. Había formado parte de bandas en los distintos lugares donde vivió. Ya había subido a muchos escenarios sola. Había grabado Conexión Natural (2013), nombre que eligió en honor a lo que la hermanaba con las raperas y los raperos que cantan con ella en ese primer disco. Ya había grabado Vagabunda Original (2015), nombre que eligió pensando en una amiga colombiana que tuvo que volverse, aburrida de buscar trabajo y suerte en Argentina. Ya había producido Malas Lenguas (2016), el primer disco que compila canciones de 16 raperas mujeres grabado en Argentina. El segundo disco del estilo grabado en Latinoamérica. Ya había producido a muchos otros músicos. Ya era beatmaker. Ya había filmado videos y dado muchas entrevistas.
Canta en público desde los 7 años. Toca la guitarra desde los 11. Hoy tiene 30. Conduce Derrape, un programa de radio sobre rap, “con bajada de línea feminista”, en FM Oktubre. Y está a punto de lanzar un nuevo disco, En Línea. “Decidí ponerle así porque creo que tiene una connotación bastante positiva, esto de estar en línea, como encaminado. También está la parte negativa, de todo lo que está sucediendo actualmente con las redes sociales. Estamos todo el tiempo en línea, en todas las plataformas que existen. El disco viene muy terrenal, muy de raíz, pero también con todo lo que es la locura y el desborde”, dice.
Referente indiscutida de la cultura hip hop en Argentina. Es una mujer con mucha suerte o siempre tuvo demasiado claro lo que quiere.
“No me gusta cuando callas”
“En el pueblo esperaban a ver cuál de las Alaniz se embarazaba primero. Pero siempre tuvimos muy buena educación sexual. Mi vieja nos educó muy bien”, dice. El rol de su mamá adoptiva es una de las claves en el camino trazado por Kris. Pero hay cosas que ella está segura que siempre llevó en la sangre. De chica se preguntaba por qué era la única apasionada por la música en la familia. Era la que más actividades hacía por fuera de la escuela, como danza, canto o guitarra. A los 8 años supo que era adoptada. En la adolescencia supo que su mamá biológica había sido cantante de cabaret y que había ejercido la prostitución en un lugar llamado Alexis. El segundo nombre de Kris, es Alexandra.
En sus canciones Kris le habla a las mujeres que al igual que su madre biológica, su madre adoptiva y sus hermanas, la marcaron con sus historias. Como la amiga que refugió en su casa cuando tenía 17 años, que había huido de su padre y de su madre porque la golpeaban. Llegó a su casa con la espalda marcada con cintazos. Como su amiga colombiana, que ejercía la prostitución en su país y vino a la Argentina a buscar un mejor futuro, cosa que finalmente no encontró y tuvo que volverse. Como las decenas de colegas que enfrentaron situaciones de machismo, acoso y violencia en el mundo de la música y los estudios de grabación, que la impulsaron a producir Malas Lenguas, el primer compilado de raperas mujeres de Argentina.
Su avance incesante dentro de la cultura hip hop tiene como contexto el avance de las mujeres, no solo en este género musical. Las mujeres, en Argentina y el mundo, empezaron a cuestionarlo todo. Ella lo cuestiona todo desde la infancia.
Su música será feminista, o no será.
"El que no apoya la movida no la siente"
Tomó clases de chica y estudió música en la Universidad Nacional de Córdoba. Cree que algún día retomará la carrera que abandonó cuando empezó a tocar por acá y por allá. Por los años de oficio, está segura de que sabe tanto de música como cualquiera que tenga el título. Su rap, algo que había empezado a hacer instintivamente, sin saber qué era lo que hacía, creció. Creció mucho como trabajadora del arte, a la par del crecimiento de “la movida”.
Al comienzo, cuando vivía en Córdoba, eran las mismas bandas que bajaban del escenario y se convertían en el público de la siguiente. Durante los últimos años la cultura hip hop dio un salto. Las batallas de freestyle, por ejemplo, cobraron mucha notoriedad y hay referentes muy conocidos entre la juventud. Ella ha sido jurado de varias batallas, aunque opina que el arte no es para competir. Además, es muy crítica de lo que sucede en los escenarios de Red Bull o de la Freestyle Master Series (FMS): aún se permiten los acotes misóginos, homofóbicos y gordofóbicos.
Hoy el hip hop vive en las plazas, en las batallas, en las crew que pintan las ciudades, en el break dance. Vive también en las redes sociales y las nuevas plataformas, que generaron una nueva forma de circulación para la música.
El rap además, se transformó y masificó en los últimos años gracias a la llegada del trap. Kris tuvo sus prejuicios al comienzo, pero luego entendió que hay cosas que no conviene etiquetar. Ser rapera no es encasillarse y qué mejor que nutrir la propia música con la mayor versatilidad. En su opinión, la música es la mejor herramienta para acompañar la política y cuando dice música, se refiere a la música en su conjunto, no solo al rap. “También puedo plasmar un mensaje político en un reggaeton”.
“Quizás es loco lo que escuchás”
Empezó a escribir después de dos meses de ataques de pánico, durante la adolescencia. Escribía y escribía hasta que mostró sus letras a sus amigos de Chile. Ellos le dijeron que lo que hacía era rap. “A mí realmente lo que me salvó fue comenzar a escribir. Por eso, soy muy seria con lo que hago, porque pienso que le debo mi vida al hip hop, a la música en sí”, dijo en una entrevista al sitio com.pose en 2013.
Consciente de este poder de la música y del hip hop en particular, Kris Alaniz da talleres para jóvenes de entre 13 y 19 años. Lo hace desde hace cuatro años. Actualmente brinda un taller organizado por Casa Sofía al que acuden pibes y pibas de La Boca, Soldati, Lugano, Chacarita y otros barrios.
Kris sintetizó muy bien lo que la música es capaz de hacer en "Quizás", uno de los temas del primer disco: “Quizás es loco lo que escuchás/con arte podemos curar”.