Se presente como se presente, el anuncio de los nuevos cambios en la tarifa de los billetes de transporte público de Barcelona va a suponer un nuevo incremento en los precios. Y lo vendan como lo vendan, aunque ahora tengan un título más cool, este cambio de tarifas seguirá perjudicando a los mismos de siempre, es decir, a los jóvenes y trabajadores, y en especial a aquellos y aquellas que se tengan que desplazar también por fuera del área metropolitana de Barcelona.
Tras un año en el que el precio de los billetes se habían mantenido congelados, el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Catalunya y la misma Área Metropolitana de Barcelona presentaban este miércoles una serie de cambios en el sistema de tarifas en el que anunciaban como medida estrella la desaparición de las tarjetas T-Mes, T-50/30 y T-10, siendo esta última la más empleada por gran parte de la población.
Si bien las dos primeras serán sustituidas por la T-Usual y en comparación su precio se verá reducido, así como también la T-Jove sufrirá un descenso del coste, el problema radica sobretodo en que para miles de personas que, bien por necesidad o bien por falta de posibilidades, utilizan la T-10 (ahora T-Casual).
Con el nuevo aumento de tarifas, este billete utilizado por más de un 57% de la población se encarece en más de un 11%. Lo que implica que los jóvenes y los que cada día se levantan para ir a “currar” y tienen entre 26 y 65 años, tengan que abonar 11,35 euros por 10 viajes, ante la imposibilidad de costearse aun menos el billete T-Usual.
Y es que si para muchas trabajadoras y trabajadores el coste del billete ya les suponía la mitad, o más, de su salario, con este aumento se da un paso más hacia una precariedad cada vez más asfixiante para muchos sectores que verán sus alternativas de movilidad más reducidas.
Por otra parte, la T-Casual pierde también el carácter transferible que mantenía la T-10. Es decir, desaparece la posibilidad de compartir precio y billete entre aquellos y aquellas que viajen juntos. Esto implica que en muchos casos, el precio llegue a duplicarse, en especial para los que tienen que desplazarse por fuera de el área metropolitana de Barcelona por necesidad. Y es que, no olvidemos que en muchos casos se hace imprescindible bajar a Barcelona por temas laborales, sanitarios u otros.
Todo ello, sin contar que el sistema de tarifas del área metropolitana de Barcelona se conforma a través de una división por zonas: de la 1 a la 6. Con lo que el aumento del precio en las zonas de la 2 a la 6 se multiplican exponencialmente. Esto significa que para muchos, el transporte público está empezando a igualarse en cuanto a inconvenientes económicos con el transporte privado. Algo que va en contra del que "se supone" es el principal caballo de batalla del Ayuntamiento de Barcelona, las zonas de baja emisión, con medidas que también entraran en vigor el próximo año contra la contaminación.
Sin embargo, en una rueda de prensa en la que se presentaba el nuevo sistema de tarifas, la "alcaldesa del cambio" de Barcelona, Ada Colau, definía estos cambios como "revolucionarios" por la bajada en los precios de algunos de los billetes.
No obstante, lo que obvia deliberadamente Colau, es que desde antes de que se iniciara la crisis económica en 2008, el precio del billete T-10, tan solo por poner el ejemplo del más utilizado, ha aumentado más de un 57%, mientras que los salarios se han mantenido con el mismo valor, y cuando no han sido rebajados en muchos casos, durante el mismo periodo de tiempo.
Hace diez años la T-10 no pasaba de 7 euros (un precio que ya significaba realizar un esfuerzo económico para la mayoría de la juventud). Sin embargo, excepto este año, los gobiernos municipales, primero del PSC y CiU y después el de BenComú, han llevado adelante una serie de fuertes aumentos que en la práctica hacen imposible el acceso al transporte público para miles de personas.
Lo que seguro no ha cambiado en estos años de gestión del transporte público por parte de BenComú son los sueldazos que se llevan los dirigentes de TMB. Unos salarios que en buena parte provienen del incremento anual en los precios de los billetes, y por otra de la falta de mantenimiento de las instalaciones, la reducción de plantilla o la externalización de los servicios, tal y como denuncian los propios trabajadores en innumerables ocasiones. |