Este jueves la más importante huelga en décadas en Francia mostró el descontento con una pieza clave del programa de reformas del presidente francés, la reforma del sistema de pensiones.
En este artículo repasamos algunas claves para entender por qué los franceses vuelven a tomar las calles contra el Gobierno.
Una huelga que paralizó sectores estrategicos
La huelga contó con un enorme seguimiento en sectores neurálgicos como el transporte o la educación.
La Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF) señaló que un 55,6 % de sus empleados secundaron el paro, un porcentaje aún más elevado en puestos clave para el funcionamiento de los trenes como los maquinistas (85,7 %) o los revisores (73,3 %). Según los sindicatos la adhesión fue casi del 70%, llegando al 90% en los sectores clave. Algo similar sucedió en el transporte urbano en París, dejando a la ciudad paralizada.
También el tráfico aéreo sufrió graves perturbaciones, que provocaron la cancelación de entre el 20 y el 30 % de los vuelos, según el Gobierno.
En la educación nacional la tasa de ausentismo en los jardines de infantes y las escuelas primarias es del 55 por ciento en todo el país y del 78 por ciento en París.
En el sector privado las refinerías fueron las más afectadas. Siete de las ocho refinerías francesas se declararon en huelga desde este jueves. Emmanuel Lépine, Secretario Federal de la CGT Quimicos, que señaló que "no sale ningún producto, ni por tubería ni por camiones". Lépine dijo que durante las huelgas anteriores, ya sea en 2010 contra la reforma de pensiones de Sarkozy, en 2016 contra la ley de El Khomri o en 2018 por salarios, el movimiento había sido menor que en la jornada de este jueves.
El paro continuará por lo menos hasta el lunes en sectores claves, como el transporte, demostrando la fuerza de los trabajadores para paralizar el conjunto de la economía. Los medios franceses muestran la preocupación de los empresarios por una huelga que se podría extender hasta después de la Navidad.
Por qué Emmanuel Macron quiere reformar el sistema de pensiones
La reforma que propone el Gobierno es un nuevo intento de recortar derechos sociales y ajustar las cuentas públicas a costa de los trabajadores. La reforma propone establecer un “sistema universal” atacando a los 42 sistemas distintos que existen actualmente, que incluyen los llamados “regímenes especiales”
Los “regímenes especiales” —sistemas con condiciones específicas y a menudo ventajosas, como una edad de jubilación más temprana— son el núcleo de la reforma. Estos regímenes especiales responden a derechos conquistados por trabajadores de profesiones con un desgaste físico o unos riesgos particulares.
Existen regímenes especiales para la compañía de ferrocarriles públicos (SNCF) y para los transportes públicos de la región parisina (RATP), núcleo duro de las movilizaciones.
El intento por reformar el sistema de pensiones no es nuevo, en realidad es algo que empresarios y el establishment francés viene exigiendo desde hace años, también ha sido la ambición de otros gobiernos atacar este derecho de los trabajadores aunque sin tener éxito.
¿Qué propone Macron?
Se desconocen los detalles de la reforma, pues todavía no hay un texto legislativo. Por lo que ha trascendido algunos de los puntos que despiertan la oposición se centran en que las pensiones son uno de los pilares del sistema de un protección social y la idea de reformarlas se percibe como una amenaza a derechos conquistados.
Según explica Najat El Mekkaoui, especialista en programas de seguridad social y cambio demográfico de la Universidad Paris-Dauphine PSL, al diario El País “una de las propuestas importantes de la reforma, y que modificará el nivel de las pensiones, afecta al modo de cálculo de la pensión de jubilación”. “Se tomará en cuenta toda la carrera en el cálculo de la pensión y ya no, como es el caso para los asalariados del sector privado, los 25 mejores años, o los últimos seis meses para los funcionarios”. La consecuencia, añade El Mekkaoui, es una bajada de los niveles de pensiones.
Un paro sin final a la vista y el recuerdo de los chalecos amarillos
El problema que enfrenta Macron es que la huelga es indefinida y los peores presagios apuntan a que podría prolongarse semanas, quizá hasta las vacaciones navideñas.
Sumado a esto en Francia se habla de una posible “giletjaunisation” de la huelga, haciendo referencia a la posibilidad de que los trabajadores tomen el ejemplo de los chalecos amarillos, no solo por la radicalización de las formas de lucha, también por la posibilidad de que se supere los estrechos margenes de acción impuestos por las direcciones sindicales.
Hay ejemplos de coordinación y organización más allá de los estrechos límites impuestos por las direcciones sindicales. Reuniones exitosas de coordinación entre distintos sectores, como sucedió en las asambleas generales interprofesionales de La Genérale y el Front de Lutte, así como la reunión de este viernes llamada por el Encuentro interprofesional de región parisina convocada por los huelguistas del Metro y ferroviarios abierta a otros sectores en lucha.
La posibilidad de que las protestas superen la política de presión al Gobierno, que buscan imponer las direcciones sindicales, y pasen a luchar por derrotar de conjunto el plan de reformas de Macron es algo que se encuentra latente.
1995 – 2019: el fantasma de la derrota de Alain Juppé que preocupa a Macron
En 1995 una movilización de tres semanas contra una reforma similar promovida por el entonces primer ministro, Alain Juppé, acabó haciendo naufragar el proyecto. En ese año naufragaba el plan neoliberal del gobierno encabezado por Jacques Chirac.
Ese fantasma es el que preocupa hoy al establisment político y empresarial francés.
Macron se reunió este jueves con el Consejo de Ministros y allí, según han filtrado medios franceses, pidió a su Ejecutivo que "no subestime" las movilizaciones de hoy pero que, al mismo tiempo, siga firme en la necesidad de reformar el sistema.
Pero el rechazo al plan no se mostró sólo en la huelga, sino también en las manifestaciones que sacaron a la calle, unas 806.000 personas se manifestaron en toda Francia según el Ministerio del Interior, mientras que según la CGT fueron 1.5 millones
Entrevistado por la agencia EFE el jubilado Yves Saintemarie, dijo "No es solo cuestión de las pensiones, se trata de que la gente en general vive en la pobreza y la precariedad. Yo soy ’chaleco amarillo’ y sindicalista, y es necesario que nuestras luchas converjan, hay que hacer caer este gobierno que nos asesina".
Ante esta situación el Gobierno se debate entre mostrarse fuerte manteniendo su discurso reformador o tratar de dar “concesiones” para entablar negociaciones con sectores de las direcciones sindicales y de esa forma quitarle fuerza a la huelga.
La jornada de este jueves alienta a ese intento de salida “negociadora”, pero temiendo perder la imagen reformadora que busca mostrar el Gobierno, a la vez que las divisiones reales en el gabinete, no aseguran todavía nada.
Nos encaminamos a un momento clave. Todas las direcciones sindicales deben dejar las negociaciones formales o informales con el poder. Los huelguistas deben tomar en sus manos la huelga para decidir los pasos a seguir, dándole vida al paro, extendiéndola a otros sectores en especial a las empresas privadas, así como también integrando a fondo en sus reclamos a otros sectores explotados y oprimidos como los chalecos amarillos, la juventud y los barrios populares. | 
